En la iglesia evangélica de hoy, el bautismo en agua generalmente se considera cosa de poca importancia, por lo menos cuando se trata los pasos a la salvación. Pero el bautismo tenía el más alto significado a los primeros cristianos. Ellos relacionaron tres puntos de gran importancia con el bautismo:
1. El perdón de los pecados.
Ellos creyeron que el bautismo cancelaba todos los pecados pasados. Por ejemplo, Justino escribió: “No hay otra manera [de obtener las promesas de Dios] sino sólo ésta: conocer a Cristo, ser lavados en la fuente de la cual habla Isaías para la remisión de los pecados, y desde ese momento en adelante, vivir vidas sin pecado.”
En cuanto al bautismo y al perdón de los pecados, ellos se basaron en los siguientes pasajes bíblicos, y otros semejantes:
Ø “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22.16).
Ø “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3.21).
Ø “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2.38).
Basándose en las palabras de Jesús a Nicodemo, los primeros cristianos también creían que el bautismo en agua era el medio por el cual uno nacía de nuevo. Ireneo hizo mención de eso en un tratado sobre el bautismo: “Siendo leprosos en el pecado, somos lavados de nuestras transgresiones antiguas por medio del agua sagrada y la invocación al Señor. De esta manera somos regenerados espiritualmente como niños recién nacidos, así como el Señor ha dicho: ‘El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios’” (Juan 3.5).
3. La iluminación espiritual.
Los primeros cristianos creían que la persona recién bautizada, después de recibir el Espíritu Santo, tenía una comprensión más clara de las cosas espirituales, porque recibía iluminación como un hijo de Dios y un ciudadano de su reino.
Clemente de Alejandría escribió de estas tres obras espirituales y su relación con el bautismo: “Esta obra a veces se llama gracia; otras veces, iluminación, perfección, o lavamiento. Es el lavamiento por el cual nos limpiamos de nuestros pecados; la gracia por la cual la condenación de nuestros pecados se cancela; y la iluminación por la cual vemos la santa luz de la salvación, esto es, por medio de la cual vemos a Dios claramente.”
En una carta a un joven amigo cristiano, Cipriano explicó su propio bautismo en semejante forma:
“Considerando mi carácter en ese tiempo, yo creía que fuera cosa difícil que un hombre naciera de nuevo. . . . O que un hombre por haber sido avivado a una vida nueva en el baño del agua salvadora dejara lo que siempre había sido—que fuera transformado en el corazón y el alma mientras aún retuviera su cuerpo físico. . . . Antes yo daba rienda suelta a mis pecados como si fueran en realidad una parte de mi ser, innatos a mi naturaleza. Pero después, con la ayuda del agua del nuevo nacimiento, la mancha de aquellos años se lavó, y una luz de lo alto, serena y pura, penetró en mi corazón ya reconciliado. Entonces por el Espíritu mandado del cielo, en un segundo nacimiento, me hizo un nuevo hombre.”
El bautismo no era una ceremonia sin sentido
En su Primera Apología, Justino explicó a los romanos como la fe, el arrepentimiento, y el bautismo son inseparablemente entretejidos: “Aquellos que están convencidos de que lo que enseñamos es cierto y que desean vivir de acuerdo con ello, les instruimos que ayunen y que oren a Dios para recibir el perdón de todos sus pecados pasados. También ayunamos y oramos con ellos. Entonces los llevamos a un lugar donde hay agua, y son regenerados de la misma manera en que nosotros mismos fuimos regenerados. Reciben luego el lavamiento de agua en el nombre de Dios (el Padre y el Señor del universo) y de nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: ‘El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios’” (Juan 3.3).
¿Creían que serían condenadas las personas no bautizadas?
Una cosa que me impresiona acerca de los primeros cristianos es que nunca trataron de encerrar a Dios dentro de los límites que ellos fijaran. Por ejemplo, siempre creían que Dios haría sólo lo que fuera de acuerdo a su amor y su justicia con aquellos paganos que nunca tuvieron oportunidad de oír de Cristo. Así mismo, creían que aunque el bautismo era el medio normal de Dios para dispensar su gracia y el nuevo nacimiento, Dios no estaba obligado a usar sólo ese medio. Creían, primero, que los niños que murieron en su niñez serían salvos, aunque normalmente no fueron bautizados. Fue varios siglos más tarde que Agustín enseñó que todos los niños no bautizados serían condenados.
La ceremonia de iniciación que usan los evangélicos hoy
Es interesante notar que los evangélicos aún reconocen que se necesita algún tipo de ceremonia de iniciación para señalar el renacimiento cristiano. Pero extrañamente, hemos rechazado la ceremonia histórica del bautismo, y hemos hecho nuestra propia ceremonia—el llamamiento al altar.
Cuando Pedro predicó a los judíos en el día de Pentecostés, sus oyentes clamaron: “¿Qué haremos?” ¿Qué les dijo Pedro, que pasaran adelante y que invitaran a Jesús a entrar en sus corazones? No. El les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2.38). Después de explicar Felipe el camino de la salvación al eunuco etíope, ¿qué hizo? De inmediato le bautizó (Hechos 8.34-38). Así mismo, cuando Dios mostró a Pedro (al derramar su Espíritu sobre Cornelio) que los gentiles también podían entrar en la iglesia, la primera cosa que hizo Pedro fue bautizar a Cornelio y a su familia (Hechos 10.44-48). Cuando Pablo predicó de noche al carcelero filipense y su familia, ¿luego les llamó a que pasaran adelante al altar? ¡No! La Biblia dice: “Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hechos 16.32-33).
Ya que aun nosotros sentimos la necesidad de asociar nuestro nacimiento espiritual con un día y una hora fija, ¿por qué no lo asociamos con el bautismo, y no con el llamamiento al altar? En realidad, el llamamiento al altar y las oraciones correspondientes salieron de los grandes movimientos de avivamiento de los siglos dieciocho y diecinueve, y ningún cristiano antes de esa época usaba tales medios.
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