sábado, 16 de febrero de 2013

No Améis Al Mundo



“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (1 Juan 2:15)” 

La sociedad contemporánea vive pensando continuamente en el dinero, esto ha provocado que las personas pierdan de vista las cosas que realmente son importantes, aquellos pequeños detalles que dejaron de asombrarnos, todo lo que realmente tiene valor y que perdimos de vista con el paso de los años. De pronto dejamos de ser niños y todo alrededor comienza a tornarse complicado; preocupaciones, enojos, tristeza y decepción, la inocencia quedó en el olvido. “Sean sus costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. (Hebreos 13:5)


Todo el mal que en este mundo prevalece tiene un origen, en las Sagradas Escrituras está plasmado específicamente en el evangelio de Lucas, quién es el autor de la maldad, quién controla los malos pensamientos de las personas y quién reina ahora en esta tierra: “Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.”(Lucas 4:5-7), el autor de la maldad tentó a Jesús, pero nunca logro su objetivo; en el tiempo que nuestro Salvador estuvo en este mundo cada día tuvo victoria sobre el mal.


"Satanás, habiendo inventado las religiones falsas, vuelve a los hombres del camino al cielo y los guía hacia el camino de la destrucción. Este camino parece plano y espacioso, lleno de los deleites de las flores y los frutos. Satanás coloca todas estas cosas en el camino, las cosas estimadas como buenas en este mundo: la riqueza, la honra, la diversión, el placer, y todas las demás seducciones. Pero escondidos entre estas cosas vemos también la injusticia, la crueldad, el orgullo, la lascivia, las contenciones, la ignorancia, las mentiras, la necedad y otros vicios. El fin de este camino es lo siguiente: Cuando hayan avanzado tanto que no pueden volver, el camino se desaparece junto con todos sus deleites. Esto sucede sin advertencia de manera que nadie puede prever el engaño del camino antes de caer en el abismo. Por contraste, el camino al cielo parece muy dificultoso y montañoso, lleno de espinos y cubierto de piedras dentadas. Por eso, todos los que andan en él tienen que usar mucho cuidado para guardarse de no caer. En este camino Dios ha colocado la justicia, la abnegación, la paciencia, la fe, la pureza, el dominio propio, la paz, el conocimiento, la verdad, la sabiduría, y otras virtudes más. Pero estas virtudes van acompañadas de la pobreza, la humildad, los trabajos, los sufrimientos y muchas penas y pruebas. Porque el que tiene una esperanza para el porvenir, el que ha escogido las cosas mejores, será privado de los bienes terrenales. Por llevar él poco equipo y estar libre de las distracciones, él puede vencer las dificultades en el camino. Porque es imposible que el rico encuentre este camino, o que persevere en él, ya que se ha rodeado de las ostentaciones reales, o se ha cargado de las riquezas”. Lactancio (304-313 d.C.) 


Los primeros cristianos creían que las cosas de este mundo no perduran y traen consigo condenación eterna. En contraste con las cosas de Dios que enriquecen el alma del ser humano, el goce terrenal únicamente trae consigo una falsa felicidad, disfrazada de deleites engañosos que ciegan al hombre y lo llevan a la perdición. "Porque por esta causa le es imposible al hombre alcanzar la felicidad, puesto que invitan a los temores de los hombres, prefiriendo el goce de este mundo a la promesa de la vida venidera. Porque no saben cuán gran tormento acarrea el goce de aquí, y el deleite que proporciona la promesa de lo venidero”. Segunda de Clemente (150 d.C.) 



¿Qué son las cosas que están en el mundo? 


Las cosas que están en el mundo es todo aquello que nos impide valorar lo realmente importante. Las cosas materiales han venido a cegar a la sociedad, invenciones del hombre que están destruyendo al mismo ser humano, avances tecnológicos que mantienen a las personas controladas, pensando únicamente en satisfacer necesidades banales. La televisión y lo que en ella se muestra es uno de los principales instrumentos que aportan a lo anteriormente mencionado, “las telenovelas” por ejemplo, mostrando un falso modo de vivir, pregonando que lo mas importante en la vida es el dinero, el vestido costoso, el “galán” con automóvil último modelo, y una mansión lujosa, promoviendo el miedo a vivir humildemente, “porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. (1 Juan 2:16) Imagina todo el daño que provoca a las personas los mensajes que la “tele” proyecta: violencia, consumismo, adulterio, vicios, estrés, etc. "Las cosas verdaderas deben ser preferidas a la falsas; las cosas eternas, a aquellas que son temporales; las cosas útiles, a aquellas que son agradables. Que nada sea agradable a la vista, sino aquello que sea hecho con piedad y justicia. Que nada sea agradable a los oídos, sino aquello que abriga el alma y te hace un hombre mejor… Pues el que escoge las cosas temporales, no alcanzará las eternas. Y el que prefiere las cosas terrenales, no obtendrá las celestiales”. Lactancio (304-313 d.C.) 

Pero hay algo aun más importante que la sociedad actual ha olvidado, y es que ha dejado atrás a Dios y su Palabra, la voluntad de los hombres ha pasado a ser más importante que la voluntad del Creador, la prioridad ya no es lo espiritual, sino lo superficial. Posiblemente esto suene trillado, como un mensaje pasado de moda, pero Dios, Creador del mundo nunca ha pasado de moda, siempre ha estado presente alrededor de nosotros; le hemos dado la espalda a sus enseñanzas, el egoísmo se apodera del hombre cada vez más, y sólo piensa en sí mismo, no quiere dar cuentas a nadie y pretende llevar el control de su vida, no tomando en cuenta que sus acciones algún día serán motivo de juicio. Todo esto “nos enseña también a ser suficientes a nosotros mismos, a no apreciar lo innecesario y a llevar la clase de vida sencilla y libre de preocupaciones que conviene al viajero que quiere llegar a la vida eterna y feliz, y nos enseña que cada uno de nosotros debe ser la despensa de sus provisiones: “No se preocupen por el día de mañana. El que se ha comprometido a seguir a Cristo, debe elegir una vida sencilla, sin necesidad de servidores, y vivir el día. Porque no somos educados para la guerra, sino para la paz”. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 


El camino verdadero 

El camino de la verdad no es fácil, es todo lo contrario a todas las comodidades que este mundo ofrece, pero es importante recordad que nada en esta tierra permanece, todo lo que existe aquí perece. Caminar contra la corriente de lo mundano traerá muchos obstáculos, el mal querrá impedir el avance de los que quieren caminar obedeciendo a Dios, pero hay una promesa de vida eterna y un ejemplo a seguir, la victoria que Jesús vino a obtener a este mundo venciendo al mal. “En el mundo tendréis aflicción pero confiad, yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33). Es nuestra decisión seguir viviendo conforme a las concupiscencias terrenales y deseos vánales o poner nuestra visión en las promesas de nuestro Padre y caminar confiando en Él, solo así vendrá la bendición de su mano generosa sobre nosotros. Al respecto Lactancio (304-313 d.C.) escribió "El que escoge vivir bien en la eternidad, vivirá en la incomodidad aquí. Será oprimido por muchas clases de problemas y cargos mientras viva en el mundo, para que en el fin reciba la consolación divina y celestial. De la otra manera, el que escoge vivir bien aquí, sufrirá en la eternidad.” 


"Si alguien se encuentra turbado por la pérdida de los bienes materiales, le aconsejamos con múltiples lugares de la Sagrada Escritura a despreciar el siglo. No puede encontrarse mejor exhortación al desprendimiento de las riquezas que el ejemplo de Jesucristo, que no poseyó ningún bien temporal. Siempre defendió a los pobres y condenó a los ricos. Inspirándonos el despego de los bienes de este mundo, nos exhorta a la paciencia, demostrándonos que si despreciamos las riquezas no debemos apurarnos de perderlas. De ninguna manera hemos de codiciarlas, pues el Señor no estuvo apegado a ellas, y si disminuyen o llegamos a perderlas totalmente, hemos de soportarlo con paz”. Tertuliano (197 d.C.) 


¿Qué es lo realmente importante? 


Recordemos las cosas que realmente son importantes, reflexionemos un poco acerca de lo que Dios nos quiere enseñar, emprendamos un nuevo camino en el que ahora Jesús vaya delante de nosotros mostrándonos la vida que a él agrada y que nos convertirá en mejores personas, despreocupadas por lo material, y dedicadas a entregar la vida a los demás; hoy es tiempo de buscar descanso en la Palabra del Señor, “deja ya tus cargas” y todo aquello que del mundo te preocupa, comienza a vivir para alimentar tu espíritu y ya no mires atrás. "No permitas tampoco que esto turbe tu mente, al ver que los impíos poseen riquezas, y los siervos de Dios sufren. Tengamos fe, hermanos y hermanas. Estamos militando en las filas de un Dios vivo; y recibimos entrenamiento en la vida presente, para que podamos ser coronados en la futura. Ningún justo ha recogido el fruto rápidamente, sino que ha esperado que le llegue. Porque si Dios hubiera dado la recompensa de los justos inmediatamente, entonces nuestro entrenamiento habría sido un pago constante y sonante, no un entrenamiento en la piedad; porque no habríamos sido justos yendo en pos de lo que es piadoso, sino de las ganancias. Y por esta causa el juicio divino alcanza al espíritu que no es justo, y lo llena de cadenas”. Segunda de Clemente (150 d.C.) 

"Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y aun los placeres del alma”. Atenágoras (175 d.C.) nunca olvidemos que "La mejor riqueza es la pobreza de deseo y el verdadero orgullo no consiste en vanagloriarse de las riquezas, sino en despreciarlas”. Clemente de Alejandría (195 d.C.) porque “el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. (1 Juan 2:17)

Escrito por Pedro Santos



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