El renacimiento del cristianismo primitivo
Lutero
prendió el fuego que transformó al cristianismo del Occidente para siempre. Si
no hubiera hecho ninguna otra contribución al cristianismo, la iglesia siempre
tendría por qué agradecerle. Su confrontación osada con la iglesia católica
romana inspiró a millares de personas más a que dudaran las enseñanzas de esa
iglesia y que rompieran con su esclavitud. Entre estas personas estaban algunos
cristianos que se llamaban “los hermanos”, aunque sus enemigos los llamaron
“anabaptistas”, nombre que aún se les da.
De
los distintos grupos llamados por este nombre, no todos tenían tanto en común.
Por esta razón, en este capítulo, utilizo el nombre “anabaptista” para
referirme a “los hermanos” que salieron de la Reforma en Suiza, y a sus
sucesores.
Desechando
los dogmas y las tradiciones que habían reinado por siglos, los anabaptistas
procuraron restaurar el cristianismo puro del Nuevo Testamento con el estudio
de sólo las Escrituras. Las otras alas de la Reforma consideraban algunas de
sus conclusiones sumamente revolucionarias y radicales. Por ejemplo, los
anabaptistas enseñaban que debe haber una separación entre la iglesia y el
estado. Desde el tiempo de Constantino, la iglesia y el estado estaban casados,
podemos decir, el uno con el otro. Nadie —ni Lutero ni Calvino—se había
atrevido a romper este matrimonio antiguo. La estructura completa de la
sociedad de ese tiempo dependía de ese matrimonio. Muchos creían que la
enseñanza de los anabaptistas sobre la separación de la iglesia del estado
conduciría a la anarquía.
Había
otra enseñanza de los anabaptistas que inquietaba al mundo de entonces.
Enseñaban que el bautismo de los niños no tenía valor y que, por lo tanto,
todos los creyentes verdaderos debían recibir el bautismo después de creer como
adultos. De esta enseñanza recibieron el sobrenombre “anabaptista”. Este nombre
significa “el que rebautiza”. Después del tiempo de Agustín, se bautizaba a
todos los niños porque Agustín enseñó que el niño no bautizado no podía ser
salvo. Desde el tiempo del emperador romano Justiniano (527-565), el que
rebautizara a un católico caía bajo pena de muerte. Todos los grandes
reformadores—Lutero, Zwinglio y Calvino—apoyaban el bautismo de niños. No
bautizaron otra vez a los que dejaban la Iglesia Católica para unirse a la
iglesia de ellos. En ningún país se permitía el bautizar a un creyente adulto.
Casi no había ningún país, estado o cuidad en toda Europa que diera permiso a
los anabaptistas para que vivieran en él. Uno de los anabaptistas lamentó: “Al
maestro fiel que predica la palabra del Señor con buena conciencia no se le
permite vivir, en cuanto sepamos nosotros, en ningún reino, país, o ciudad bajo
el cielo, si a él lo descubrieran.”
Dentro
de pocos años, casi todos los líderes originales de los anabaptistas habían
sido arrestados y ejecutados. Las autoridades perseguían a los anabaptistas
dondequiera que estaban. Tenían que huir de un lugar a otro y tener sus
reuniones en los bosques y en otros lugares escondidos. A pesar de eso,
predicaban el evangelio sin descansar y muchos se unieron a ellos.
Los
primeros líderes de los anabaptistas tuvieron muy poca oportunidad, o ninguna,
de leer los escritos de los cristianos primitivos. Sin embargo, lograron
recrear la vida y la doctrina de la iglesia primitiva extraordinariamente bien.
El hecho de que los anabaptistas sacaron sus creencias solamente de la Biblia,
y no de los escritos de los cristianos primitivos, verifica muy bien que el
cristianismo primitivo también tenía su base sólo en la Biblia.
Semejanzas asombrosas entre los anabaptistas y los
cristianos primitivos
En
alto grado, los anabaptistas rechazaron las cosas de este mundo; vivían como
ciudadanos del reino celestial. Los de las otras iglesias los aborrecieron a
causa de esto. Distinto a Lutero, quien despreció el evangelio de Mateo, los
anabaptistas tomaron muy en serio las enseñanzas de Jesús en el sermón del
monte. Dieron gran énfasis a que el cristiano renacido tiene que vivir de
acuerdo a estas enseñanzas. Las obedecían muy literalmente.
La
mayoría de las iglesias de hoy en día cuidan a los necesitados, pero las
iglesias de la Reforma no lo hacían. Como resultado de esto, los anabaptistas
contrastaron grandemente con la iglesia luterana, la iglesia reformada, como
también con la iglesia católica en su cuidado fraternal los unos de los otros.
Los anabaptistas decían a las demás iglesias: “Enseñamos y practicamos la
piedad, el amor y la comunidad, y los hemos enseñado y practicado por
diecisiete años. Alabado sea Dios para siempre, que aunque nos han quitado
muchas de nuestras propiedades, y nos las quitan aún, y aunque muchos padres y
madres piadosos han sido entregados a la espada o al fuego, y aunque—como todos
saben—no podemos vivir en tranquilidad en nuestros hogares…con todo, ninguno de
los que se han unido a nosotros, ninguno de los niños huérfanos entre nosotros,
se ha visto obligado a pedir limosna. Si ésta no es la práctica cristiana,
mejor abandonáramos el evangelio completo de nuestro Señor".
“¿No
es una hipocresía triste e intolerable que aquellas pobres gentes [los
luteranos] se jactan de tener la palabra de Dios, de ser la iglesia cristiana
verdadera, pero nunca se acuerdan de que han perdido totalmente la marca del
cristianismo verdadero? [Juan 13.35; 1 Juan 3.16-18]. Muchos de ellos viven en
pleno lujo, vestidos de seda y terciopelo, de oro y plata, y de toda pompa y
esplendidez,…pero dejan que sus miembros pobres y afligidos anden pidiendo
limosnas. [Obligan] que sus pobres, sus hambrientos, sus dolientes, sus
ancianos, sus cojos, sus ciegos y sus enfermos anden mendigando pan a las
puertas de sus casas ".
“Oh
predicadores, queridos pastores, ¿dónde está el poder del evangelio que ustedes
predican?… ¿Dónde están los frutos del Espíritu que han recibido?”
Igual
a los cristianos primitivos, los anabaptistas también predicaban el mensaje de
la cruz. Preguntaban: “Si la Cabeza [Cristo] tenía que soportar tan grande
persecución, dolor, aflicción y angustia, ¿sería posible que sus siervos, sus hijos
y los miembros de su cuerpo vivieran en paz y libertad en cuanto a su carne?” Pero aunque fueron perseguidos, torturados y ejecutados cruelmente, ellos
rehusaron resistir a sus perseguidores o vengarse de ellos.
Uno
de los ejemplos más conmovedores de un amor verdadero por otros es él de Dirck
Willems. Huyendo de las autoridades católicas que le perseguían, Willems corrió
sobre el hielo que se había formado encima de un lago. Llegando sin novedad a
la ribera, echó un vistazo hacia atrás y vio que el agente que le perseguía se
había hundido en el agua helada y que no escaparía de morir ahogado. Willems
volvió al agente en peligro y le rescató del agua. Pero el magistrado que
quedaba aún sobre la otra ribera ni a causa de eso le tuvo misericordia. Ordenó
que el agente arrestara a Willems. Después de ser encarcelado y juzgado, Willems
fue quemado vivo.
Otra
vez, de acuerdo al ejemplo de los cristianos primitivos, los anabaptistas
rehusaron usar la espada para apoyar a su patria. No la usarían ni para defender
a la patria ni para ejecutar a los malhechores. Obedientes
a las palabras del Señor Jesús, rechazaron cualquier juramento. En
vez de predicar un evangelio de salud y prosperidad, subrayaron la importancia
de la vida sencilla. En verdad, a causa de la persecución, la mayoría de ellos vivían
en pobreza calamitosa.
Aun
su teología se asemejaba mucho a la de los cristianos primitivos. Aunque el
lema de la Reforma era “la salvación sólo por la gracia”, los anabaptistas
enseñaban que la obediencia es esencial a la salvación. Pero con todo, no
enseñaban que la salvación se gana con una acumulación de buenas obras, y rechazaron
completamente las obras ceremoniales que los católicos enseñaban para la justificación.
Subrayaron que la salvación es un don de Dios.
En
sus puntos esenciales, su doctrina acerca de la salvación era idéntica con la
de los cristianos primitivos. Pero porque enseñaban que la obediencia es
esencial para la salvación, los luteranos y los cristianos reformados los
llamaban “asaltantes del cielo”. En
esta época cuando los otros grupos de la Reforma subrayaban las doctrinas de
Agustín, los anabaptistas rechazaron totalmente la doctrina de la
predestinación. Al contrario, enseñaban que la salvación es para quien quiera,
y que cada quien escoge por sí mismo o aceptar la gracia de Dios ofrecida para
la salvación de su alma, o rechazarla.
No
obstante, no todas las doctrinas de los anabaptistas eran idénticas a las de
los cristianos primitivos. Por ejemplo, su enseñanza acerca del bautismo difería
un poco. Me parece que otra vez esto es un ejemplo de la primera ley de Newton
sobre la teología. Tanto la iglesia católica, como también la luterana y la reformada,
se aferraban a la creencia de los cristianos primitivos en cuanto al bautismo:
que somos renacidos por el bautismo y que el bautismo es tanto el medio de la
gracia de Dios como también la señal de ella. Sin embargo, el bautismo en estas
iglesias se había degenerado en una ceremonia sin significación, ceremonia administrada
a todos los niños recién nacidos. Así perdieron la creencia de los cristianos
primitivos de que ser renacido por el bautismo resultaba en una transformación
total de la vida. Reaccionando a este abuso del bautismo, los anabaptistas
corrieron al otro extremo, por lo menos en sus enseñanzas verbales. Enseñaban
que el bautismo era la señal de la gracia de Dios,
pero no el medio de ella. Decían que el bautismo en agua simbolizaba
que el creyente moría a su vida anterior y que se resucitaba
a una vida nueva en Cristo.
Aunque
sus enseñanzas verbales diferían de las de los cristianos primitivos, los
anabaptistas lograron restaurar el bautismo al papel que había desempeñado en
el cristianismo primitivo. Como primer punto, rechazaban la doctrina de Agustín
de que los niños no bautizados serían condenados. Bautizaban sólo a aquellos
que tenían fe personal en Jesús y que se habían arrepentido de sus pecados
pasados. Enseñaban que uno nace de nuevo por el proceso entero de la fe
personal, el arrepentimiento, el bautismo en agua, y el bautismo del Espíritu
Santo.8 Esto armoniza muy bien con las
creencias de los cristianos primitivos, quienes también enseñaban que la fe
personal y el arrepentimiento debían preceder al bautismo.
La historia se repite otra vez
Las
analogías entre los anabaptistas y los cristianos primitivos no toca sólo sus
creencias y prácticas. La decadencia de los dos grupos también se parece.
Mientras eran perseguidos, los anabaptistas brillaban con el celo del evangelio
y un espíritu cristiano que casi igualaba a los de los cristianos primitivos.
Aunque se les prohibía predicar, siempre evangelizaban más energéticamente que
cualquier otro grupo de la Reforma. E igual a los cristianos primitivos, su
sangre servía como la semilla para la propagación del movimiento.
Pero
también igual a la iglesia primitiva, el movimiento anabaptista decayó
espiritualmente, no porque se les perseguía, sino porque faltaba la
persecución. Tan pronto como los gobiernos de Europa les concedían la
tolerancia religiosa, se retiraban a sus enclaves de tranquilidad, perdiendo el
vigor de su visión de compartir lo que creían con las demás iglesias. Su ética
de trabajar arduamente condujo a muchos a la prosperidad material. Pronto les
interesaban más las riquezas de esta vida que las riquezas de la vida venidera.
Otra
vez, siguiendo el camino trazado por la iglesia primitiva, cuando los
anabaptistas perdieron su vigor espiritual, se enredaron en las disputas
doctrinales. Después de unos siglos, el movimiento empezó a romperse en una
serie sin fin de desacuerdos y divisiones.
Aunque
los primeros anabaptistas habían subrayado la transformación del hombre interior,
sus sucesores pusieron más énfasis en las cosas exteriores. El vestido y la
apariencia del cristiano se volvieron más importantes que la condición de su
corazón. Algunos líderes anabaptistas trataron de legislar la justicia
personal, fijando muchas reglas hechas por hombres, en vez de dejar que el
Espíritu de Dios cambiara al hombre comenzando desde el interior.
¿Está muerto el anabaptismo?
A
pesar de la decadencia espiritual del movimiento, los anabaptistas dejaron su
efecto en la iglesia. Aunque mucho más pequeño que las otras dos alas de la
Reforma, muchas de sus enseñanzas ahora son aceptadas por la mayoría de los
evangélicos: por ejemplo, la separación entre la iglesia y el estado; el no
perseguir a otros por su fe; el bautismo de creyentes solamente tras el
arrepentimiento personal y la conversión; la salvación accesible a quienquiera.
Además,
los anabaptistas no han desaparecido. Los menonitas y otros grupos que se originaron
con ellos descienden directamente de los anabaptistas originales. Pero
lamentablemente, no han podido recapturar el celo y el poder de sus
antecesores. Como vimos, los anabaptistas eran los evangelistas más eficaces de
las tres alas de la Reforma, pero muchos de sus sucesores de hoy en día tienen
poco celo para el evangelismo. Muchos de ellos esconden su luz. Les interesa más
si uno de los miembros de su iglesia tiene botones en la chaqueta de su traje
que si comparte su fe con sus compañeros humanos. Se han puesto trabas ellos mismos
por su preocupación con los aspectos exteriores de la religión.
No
digo esto con la intención de criticarlos o juzgarlos. Lo digo en amor y con
una tristeza sincera. En lo profundo de su corazón todavía arden los rescoldos
de la visión ferviente de los anabaptistas. Y la visión de los cristianos
primitivos. Pueda que Dios aún avive estos rescoldos, haciendo de ellos una
llama ardiente que traería un avivamiento a toda la iglesia.
Extraído del libro "Cuando el Cristianismo era Nuevo" Capitulo 17. De David W. Bercot.
Ver más acerca de "Los Anabaptistas" en: Otros Movimientos Semejantes a los Primeros Cristianos
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