martes, 16 de abril de 2013

Victoria Pírrica


Nota acerca del título: Una “victoria pírrica” es aquella en que el Ejército ganador –si bien venció– lo hizo a costa de muchas pérdidas y sacrificios, al extremo que el resultado puede ser equivalente a una derrota. El concepto de “victoria pírrica” viene de una victoria de Pirro, Rey de Epiro, sobre los romanos, a costa de muchas bajas en su ejército, lo que, a la postre, le fue desfavorable.

La iglesia moderna predica una falsa doctrina de salvación
“El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:20)
Los miembros de las iglesias evangélicas y denominacionales que existen en la actualidad aseguran que con decir una oración aceptando a Jesús en su corazón son salvos sin importar que después sigan pecando, argumentan erróneamente que la gracia de Dios justifica sus pecados, lo que en ninguna manera es posible según el Apóstol Pablo cuando inspirado por el Espíritu de Dios escribió acerca de este tema en (Romanos 6:1-23), dicen las personas que promueven esta doctrina que el que quiere esforzarse a entrar por la puerta estrecha (Lucas 13:22-28) luchando a diario por agradar a Dios obedeciéndole, se está queriendo apoderar de la salvación, ellos defienden que es únicamente por gracia y que no tienes que hacer nada para salvarte, que las obras le agradan a Dios pero que no son tan importantes. Sin embargo eso no es lo que dicen las Sagradas Escrituras, las obras no es que agraden a Dios, más bien son un mandato de Él, en la Biblia encontramos que El Señor “Pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (Romanos 2:6,7),  “Y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:28,29), también dice que “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9),  en el evangelio de Mateo está plasmado que debemos ser constantes en el buen camino para ser salvos y no sólo aceptar a Jesús en nuestro corazón (como si Él mendigara nuestro amor): “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). Dios nos llamó a ser perfectos “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. (Mateo 5:48) Para los evangélicos no hay nadie perfecto, entienden el término como lo concibe el mundo (nunca cometer un error o nunca equivocarse); la concepción bíblica del término  es distinta, la perfección para Dios es estar en constante confianza en Él, andar en la luz que tenemos poniendo en práctica lo que sabemos y entendemos de su Palabra. (1 Juan 1:7) También, en estas iglesias se piensa que si dices ser santo ya no estarías aquí en esta tierra, sino en el Reino de Dios, pero en la Palabra se nos muestra lo siguiente: “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro 1:15-16).  ¿En toda vuestra manera de vivir?, ¿dónde?, ¿en el Cielo o aquí en la tierra?
Para ellos decir que quieres luchar en contra del mal y dejar de pecar es lo mismo que afirmar que en vano vino Jesús a este mundo, porque piensan que debemos pecar para que el sacrificio del Señor valga la pena y de esa manera abunde la gracia. El Apóstol Pablo refuta este argumento contundentemente cuando escribe lo siguiente: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?  En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2).
Ejemplos evangélicos
Los congregantes a estas denominaciones son enseñados por sus pastores a ejemplificar sus falsas doctrinas de la siguiente manera (vamos a plasmar textualmente los ejemplos y después se argumentará en contra de los mismos):
Ejemplo 1: “Si usted le regala algo a una persona y después de un tiempo tiene problemas con esa persona ¿usted le quita el regalo?”
Este argumento se refiere a la salvación de Dios como un regalo el cual ya no puede ser arrebatado. Normalmente cuando alguien regala una cosa (material) no pide que se le regrese después, hay una frase que dice “lo que se da ya no se quita”. Pero la cuestión es: ¿Podemos comparar las cosas materiales de este mundo con las cosas de Dios?
Ejemplo 2: “Oiga pero si usted tiene hijos y le desobedecen, ¿dejan de ser sus hijos?”
Una vez más se hace un comparativo entre las cosas y acciones de este mundo con las cosas eternas. Con este fundamento se refieren a que Dios es nuestro Padre, que nunca dejaremos de ser sus hijos y por lo tanto no nos quitará la salvación. Debemos aclarar primeramente que todos somos “creación de Dios” pero no todos son “hijos de Dios” Nuestro Señor dice: “Por lo cual salid de en medio de ellos, y apartaos, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas.” (2 corintios 6:17), al leer estas Palabras nos damos cuenta de que Dios no tiene a todos como hijos, Él nos adopta como sus hijos cuando decidimos salir de en medio de los que hacen el mal.  Sus hijos le obedecen en todo y no a medias o en lo que les convenga, sus hijos no sólo toman las promesas y beneficios que otorga el Creador, sino que toman el compromiso y las condiciones necesarias para ser dignos ante Él, sus hijos le siguen siempre y no a veces, sus hijos le obedecen en todo incondicionalmente y no en algunas cosas poniendo condiciones, sus hijos le aman y honran con todo el corazón y no solo de palabra. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27)
Dios a través del Apóstol Juan escribió que “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios”. (1 Juan 3: 8 -10)
Es claro que biológicamente nunca dejaremos de ser hijos de nuestros padres terrenales, pero ser hijo de un padre terrenal es incomparable con ser hijo de Dios, es algo muy diferente.
Con respecto a lo anterior David Bercot escribió el siguiente fundamento en su libro “El Reino que Trastornó el Mundo”: “Sin embargo, los que fallan en la prueba del compromiso a menudo sí creen en las afirmaciones y promesas de Jesús. Pero ellos no quieren hacer el compromiso que Jesús demanda. En efecto, ellos tratan de aceptar la invitación de Jesús al banquete del reino, mientras rechazan todas sus condiciones. ¿Cómo lo hacen? Ellos buscan a alguien que reparta invitaciones para ingresar al reino sin ninguna condición. Por tanto, de manera simbólica, podemos decir que estos son los que suben los muros en grandes cantidades. Según Jesús, al final los que se cuelan serán la mayoría de los presentes en su reino. Ellos son los “muchos” que son llamados, pero no están entre los “pocos” que son escogidos. Ellos nunca han hecho ningún compromiso con Cristo o con su reino. Ellos pueden creer que Jesús es su Salvador, pero realmente no lo aceptan como su Señor. Por tanto, al final, Jesús dejará en su reino sólo a los que verdaderamente creen en sus promesas y aceptan sus condiciones. Esos son los que lo aman más que a todo en la tierra y quienes con gusto darían sus vidas por él. Esos son los que Jesús quiere tener a su lado por la eternidad”. (p. 126 - 127)
Los cristianos primitivos vivieron a la luz de las enseñanzas de Jesucristo, algunos fueron instruidos directamente por los discípulos del Único Maestro, su manera de vivir se basaba solamente en la Palabra, vivieron el mensaje de Jesús de forma muy literal (sin excepciones o añadiduras) y ninguno de sus escritos apoya la teología moderna referente a la salvación, por ejemplo, Cipriano - 250 d.C. escribió lo siguiente con relación al tema que estamos analizando: “El que sigue a Cristo, se para en sus mandamientos, va por el camino de sus enseñanzas, sigue sus pasos y sus caminos, imita lo que Cristo hizo y enseñó… Llevar el nombre de Cristo y no ir por el camino de Cristo, (qué otra cosa es, sino) una burla al nombre divino. Es igual que abandonar el camino de la salvación. Pues Él mismo enseña y dice que cualquiera que guarda sus mandamientos entrará a la vida”.
Creemos que Dios en su misericordia y gracia nos libertó “del poder del pecado” y que Él no recibirá a nadie que “esté rendido al poder del pecado”, es decir,  Jesús vino a liberarnos del mal y es nuestra responsabilidad comenzar a caminar en obediencia a sus mandatos.  “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,  aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. (Tito 2:11-14)
Vivir cada día para vencer al pecado es el camino del cristiano verdadero (yendo contra la corriente de este mundo), no se trata de quedarnos “parados” después de haber sido libertados, esperando así encontrarnos dignos ante Él, presumiendo que Jesús ya pago por nuestros pecados (porque cuando un preso es liberado de su cautividad, acaso ¿se queda en su celda?), Digno ante nuestro Señor es aquel que le ama y el que le ama es aquel que le obedece y diario vence al mal en este mundo corrupto, “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21).
Ejemplos bíblicos
Dos ejemplos claros que nuestro Señor Jesucristo nos enseña a través de su Palabra son los siguientes:
Los dos deudores: “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.  Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía”. (Mateo 18:23-34)
Al analizar las palabras del Maestro, podemos darnos cuenta de que aquel siervo había sido liberado de su deuda, el rey le perdonó su adeudo y esperaba que también hiciera lo mismo con sus consiervos, sin embargo, en el momento en que el rey se percató de que su siervo no había perdonado al que le debía, lo llamó y le cuestionó acerca de su falta de misericordia, por esta razón fue entregado a los verdugos hasta que pagase todo lo que debía (por ende entendemos que el siervo estaría encerrado para siempre por que anteriormente había rogado al rey para que le esperara porque en ese momento no tenía los diez mil talentos que le debía) “Hemos sido enseñados. . . que si los hombres por sus obras se muestran dignos de su gracia, son tenidos por dignos de reinar con él en su reino, habiendo sido liberados de la corrupción y los sufrimientos”. (Justino Mártir - 160 d.C.)*
Con relación a las personas que defienden la falsa idea de que la salvación no se pierde y que después de haber sido libertados del mal pueden seguir pecando y hallar gracia delante de los ojos del Señor, hacemos las preguntas: ¿Por qué el siervo no refutó la condena de su señor diciéndole que él ya le había perdonado su deuda?, ¿Por qué en ese momento, el siervo no sacó su “recibo” (en sentido figurado) que le garantizaba su libertad? El rey fue certero y lo condenó por su falta, porque esa deuda había sido perdonada, mas no pagada. “Suplicamos que, puesto que hemos conocido la verdad, seamos en nuestras obras hombres de buena conducta, cumplidores de los mandamientos, y así alcancemos la salvación eterna”. (Justino Mártir - 160 d.C.)* Así mismo Jesús se dio para el perdón de los pecado, el nos libertó de esa esclavitud, de esa deuda, pero muchos han malentendido por conveniencia ese sacrificio y suponen que Cristo ya pagó por sus pecado (pasados, presentes y futuros) por lo tanto tienen toda la libertad de hacer el mal y jactarse de que serán recibidos por el Altísimo. “Porque si hacemos la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero si no la hacemos, nada nos librará del castigo eterno si desobedecemos sus mandamientos. Por tanto pongamos en práctica la justicia, para que podamos ser salvos hasta el fin”. (Segunda de Clemente - 150 d.C.)*  (Este argumento basado en la Palabra de Dios, fue tomado del hermano David Keeling en una de sus predicaciones acerca de este tema). Lo que hizo Jesús por nosotros no cambia el pensamiento de Dios, Él sigue aborreciendo el pecado y la maldad.
El joven rico: “Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.  Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones”. (Marcos 10:17-22)
Vemos al Señor Jesucristo entablando conversación con un joven que quería saber cómo heredar la vida eterna, declarando que todos los mandatos de Dios habían guardado. Pero qué fue lo que le expresó Jesús al joven, ¿acaso le dijo: “Una cosa te hace falta, acéptame en tu corazón, cree que yo soy  tu Dios, único y suficiente Salvador y de esa manera heredarás la vida eterna”? De ninguna manera Jesús le dijo a este joven que lo único que tenía que hacer era aceptarle como su salvador personal, claramente lo animó a renunciar a todas sus posesiones, entregarlo todo y a seguirle por el camino de la cruz. “Soportando el sufrimiento y siguiendo a Cristo por el camino estrecho en el que Cristo anduvo, podemos recibir el premio de la vida eterna”. (Cipriano - 250 d.C.)*  Al final, el joven decepcionado de estas palabras se fue, dejando claro que su verdadero señor era el dinero. “A este Hijo el Padre ha revelado para manifestarse a sí mismo por él, y para recibir en el eterno refrigerio a los justos que creen en él, pues creer en él significa hacer su voluntad”. (Ireneo - 180 d.C.)*
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. (Mateo 7:21)
En conclusión, Dios ha dado a todos los seres humanos la oportunidad de ser ciudadanos de su Reino (sus hijos) Él no quiere que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9), para esto debemos rendirle toda nuestra voluntad y corazón. Todos podemos ser hijos de Dios, Él nos lo ha prometido por medio de su Preciosa Palabra, pero esa promesa lleva una condición “guardar sus mandamientos” (Juan 14:21 y 15:10) el que no guarda sus mandatos no le ama (Juan 14:24) y por lo tanto no puede considerarse su hijo, El Señor también nos dijo: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. (Apocalipsis 3:21) Reflexionemos con respecto a este versículo: “¿Al que venciere?”, ¿Qué tendríamos que vencer, si con sólo aceptar a Cristo en nuestro corazón ya somos salvos?

Es falsa la idea de que para darle valor al sacrificio del Señor debemos seguir pecando pregonando que de esta manera la gracia abundará, lo vemos claramente en el capítulo 6 de Romanos. Muchas personas han tomado algunos versículos de la Biblia para justificar sus faltas, pero no hay ninguna justificación. “El Hijo de Dios tomando la forma de un siervo fue obediente hasta la muerte para que pudiera enseñar la obediencia a quienes de ningún modo podrían hallar la salvación, sino por la obediencia”. (Orígenes - 245 d.C.)* La humanidad estaba rendida a la esclavitud provocada por el mal, el diablo se había adueñado de toda alma existente aquí, Dios vino a este mundo para vencer al mal y a la muerte, lo que Él hizo por amor a nosotros nos otorga una oportunidad de seguir su ejemplo “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”. (1 Pedro 2:21) Después de haber sido liberados del poder del pecado debemos caminar en obediencia a sus mandatos. Un fundamento que respalda lo anterior es el que a continuación se muestra “Asimismo hay procedimientos o pasos que deben seguirse para que una persona pueda entrar en el reino de Dios. Para comenzar, las personas tienen que ser liberadas para que puedan entrar en el reino. Esto se debe a que todo el género humano es esclavo del pecado, de Satanás y de la muerte. Jesús murió en rescate para librarnos de esa esclavitud. Por medio de su muerte, él ató a Satanás y limpió a todos los creyentes por medio de su sangre. Una persona se beneficia de la sangre derramada por Jesús cuando sigue, por medio de la fe, los pasos establecidos en la escritura”. (Bercot, 2003, p. 132) Ninguno que después de haber sido redimido sigue rindiéndose al pecando es digno de llamarse hijo de Dios “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados”. (Hebreos 10:26)
En la Escritura está establecido que “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido” (1 Juan 3:6). Ahora bien, “el que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos”. (Policarpo - 135 d.C.)*.
Triste será aquel día en que los que creen que han asegurado su salvación por medio de una oración (aceptando a Jesús en sus corazones), sean rechazados por Él, porque al mismo tiempo han desechando Sus Mandatos acerca de la verdadera vida cristiana: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23), ¡las iglesias evangélicas han cantado victoria con sus “doctrinas de derrota” en las cuales se han rendido al pecado, pero es muy posible que al final esa victoria sea desfavorable para ellos!
Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. (Juan 8:34)
Por: Pedro Santos
Referencias:
- Reina Valera, Santa Biblia 1960
- Bercot, David. El Reino que Trastornó el Mundo, Farmington, N.M. Publicadora L. y L. 2003.
* Escritos de los Primeros Cristianos, en: http://www.laiglesiaprimitiva.com/diccionario.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario