Las cosas naturales, no le son dadas a un solo hombre, sino
a todos los hombres. Por causa de esto, la comunidad de los creyentes se
muestra en las cosas terrenales, al igual que en las espirituales. Pablo enseñó
que uno no debe tener abundancia mientras que el otro sufre necesidad, sino que
haya igualdad de bienes…
Uno puede ver en todas las cosas creadas, que Dios, desde el
principio, no quiso que las cosas fueran poseídas de manera privada, sino que
fueran tenidas en común. Fue sólo después de que el hombre cayó en pecado, que
él reclamó las cosas como suyas propias. Entonces sus posesiones crecieron y el
hombre se volvió materialista. A través de acumular estas cosas creadas, el
hombre ha sido llevado tan lejos de Dios, que se ha olvidado de Él, y ha
adorado a las cosas creadas en vez de adorar a su Creador…
Las cosas creadas que están fuera del alcance del hombre,
son todavía tenidas en común por todos los hombres: el sol, los cuerpos
celestiales, la luz del día, y el aire que respiramos. Fue la voluntad de Dios
que su creación fuera así. Pero la única razón por la que estas cosas son
todavía tenidas en común por todos los hombres, es porque están fuera del
alcance del hombre. Tan malo y tan avaro se ha vuelto el hombre que si fuera
posible, no dudaría en adueñarse de esas cosas también.
El hecho de que las cosas creadas no fueron hechas para que
pertenecieran al hombre en propiedad privada se muestra en que cuando morimos,
dejamos atrás todo lo nuestro, para otros. No podemos adherirnos a una posesión
o reclamo de propiedad permanentemente…
Puesto que las cosas de esta tierra no pertenecen a
nosotros, la Ley (de Dios) dice que no debemos codiciarlas. Pertenecen a
alguien más. No debemos poner la mira en las cosas de la tierra porque no son
nuestras. El que quiere seguir a Cristo, tiene que abandonar su derecho a
poseer las cosas creadas y su derecho a la propiedad privada, como dijo Cristo:
“El que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” Si un
hombre desea ser hecho nuevo en la imagen de Dios, tiene que abandonar todo lo
que se interpone entre él y Dios, incluyendo el lazo de la propiedad privada,
porque no puede ser como Dios, si no se acerca a Él de esta manera
(despojándose). Cristo también dijo: “El que no reciba el reino de Dios como un
niño, no puede entrar en él.”
El que se ha libertado de las cosas terrenales, pone su mano
en lo que es verdadero, en lo que es de Dios. Cuando hace esto, estas cosas se
vuelven su tesoro. Él pone su corazón en ellas. Se vacía de todo lo demás, no
reclamando nada para sí mismo, sino considerando todo como perteneciente a Dios
y a sus hijos como un todo.
Puesto que todos los
santos tienen todas las cosas santas en común, y puesto que todos tienen a
Cristo en común, no dicen ser suyo propio nada de lo que poseen. Dios no le da
sus dones sólo a un individuo, sino al cuerpo entero de creyentes. Por lo
tanto, deben ser compartidos con el cuerpo.
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