Lutero y sus hombres usan las
Escrituras para persuadir a la gente común a tomar las armas y defenderse.
Llevan a la gente a confiar en cuerpo y alma, en la fuerza de las armas, y
causan que los señores y las ciudades se levanten contra el emperador. ¡Qué
terrible derramamiento de sangre cuando los falsos profetas y sus seguidores
pelean en nombre de Dios! (Jeremías 6, Ezequiel 22, 23)… Dios no ha ordenado ni
establecido otro poder o gobernador en la tierra más que el César. El César y
su gobierno mundano van a gobernar en la tierra hasta que el tiempo cese, como
dice Daniel (Daniel 11), cuando la ira de Dios vendrá sobre todos los hombres
(Isaías 24). Toda carne necesita el poder y el control del César.
Sin embargo Jesucristo no reina
ni juzga en los asuntos terrenales. No importa si sus seguidores son tratados bien
o mal, ellos siempre pagan de vuelta sólo amor y paciencia. Están dispuestos a
rendir todo lo que tienen, incluso sus cuerpos y sus vidas,… esto es, todo lo
que tiene que ver con lo que creen. Ningún hombre puede forzar a nadie en
asuntos de fe en Cristo, porque lo que está en juego no es la vida terrenal,
sino la vida eterna…
No quiero presentarles a
ustedes que profesan ser maestros y predicadores “evangélicos,” nada sino sólo
al Cristo crucificado, paciente y amante.
Conocer a Cristo y a su
enseñanza significa ya no vivir más según la carne. Es ya no adherirse a las
posesiones, naciendo de nuevo, a través de lo que morimos a todo lo terrenal.
El que todavía se adhiere a su vida antigua y a sus posesiones, las perderá.
Pero el que las rinde llega a poseer la vida eterna (Mateo 19). Pone todo
pensamiento de autodefensa detrás de su espalda, lleva la cruz por causa de su
Maestro y Señor, y hace esto fielmente con toda mansedumbre, amor y paciencia,
como los corderos de Dios (Mateo 11)… Donde reinan la vida y las enseñanzas de
Cristo, el poder carnal se termina. Por otro lado, de donde la gente está
gobernada por la carne, Cristo tiene que salir, así como salió de la tierra de
los gadarenos (Mateo 8). Cristo tuvo que salir de la tierra de los gadarenos porque
su obra afectó los negocios de ellos (el cuidar de los cerdos), algo que tiene
que ser tomado en cuenta si es que deseamos ser salvos…
La pérdida de la propiedad es
una cosa pequeña que rendimos por amor a Dios y a nuestros semejantes. Pero el
temor a perder las posesiones engaña al mundo e impide que se desarrolle el
amor a Dios y al prójimo. Si Cristo tiene que salir, así como salió de la
tierra de los gadarenos, entonces la injusticia se apoderará (de esa alma). El
amor se enfriará (Mateo 24), y el egoísmo (Eigennutzigkeit) reinará, y todos
sufrirán por ello. Es fácil ver cómo la ceguera, la insensibilidad, y el
egoísmo destruyen al mundo entero, pero los hombres toleran eso antes que a los
verdaderos cristianos que aman a todos los hombres. Y los otros odian a los que
tratan de liberarlos del poder destructivo del diablo. ¡Oh, gadarenos ciegos!
¡El mundo entero está ciego!
Los que piensan que poseen sus
bienes (Eigenthum) quieren que el gobierno los proteja. Piensan que es
necesario usar la fuerza para conservar la paz y para proteger sus posesiones y
las de otros. De hecho, todo el uso de la fuerza proviene casi de la posesión
de propiedad. Pero las comunidades de Cristo (die Gemeinen Christi) no se basan
en propiedades, sino en Cristo. Están sujetas a Cristo antes que a nadie más.
Por lo tanto los que son
espirituales se preocupan por conservar la paz espiritual, mientras que los que
son de la carne se preocupan por conservar sus posesiones en una paz terrenal… Dios
sólo permite, pero no promueve, el uso de la fuerza mundana. El uso de la
fuerza no proviene de lo bueno, sino de lo que es malo, y Dios solamente lo
tolera por necesidad. Dios sabe que si Él quitara de la tierra el uso de la
fuerza mundana, la sociedad se volvería un caos. Entonces, por el bien de sus
hijos que también tienen que vivir en el mundo, deja que exista.
Por causa de la paz entre los
rebeldes hijos de Israel, Dios le dio la espada a Moisés, para imponer y hacer
cumplir sus leyes. A Josué, a David, y a otros, les dio la espada por la misma
razón: para conservar una paz temporal y exterior entre los hombres no
convertidos. Pero Cristo y sus seguidores tienen otro llamamiento. Cristo no
trajo la paz de Moisés, ni una paz carnal exterior. Más bien, Él llama a sus
seguidores a tener paz los unos con los otros y dice:
“Mi paz os dejo, mi paz os doy.
Yo no os la doy como el mundo la da.” (Juan 14)…
El Señor Altísimo, Cristo
Jesús, no vino a reinar, obligar, juzgar, acusar, ni a tener a algún acusado
ante Él. Más bien vino a servir, y a permitir que Él mismo fuera gobernado,
forzado, acusado, juzgado, condenado, y maltratado. Él es el espejo al que
debemos mirar si queremos ver si nos parecemos a Cristo o no. Si hiciéramos
eso, la pregunta acerca de si podemos estar en el gobierno mundano o no, pronto
sería resuelta.
Los egoístas tratan de
justificarse a sí mismos con la excusa del amor al prójimo. Preguntan: “Pero,
¿no debemos defender a nuestros vecinos cuando están en peligro, si es que
podemos hacer eso? ¿No nos ha hecho Dios responsables por esto? Dios nos dijo
que no ignoremos a los que están en necesidad, y que tratemos a otros como
queramos ser tratados.”
Usando tal lógica humana, Simón
Pedro la tomó para defender a Cristo. Pero escuchemos lo que hizo Cristo: Él
sanó al hombre a quien Pedro había herido usando la fuerza mundana (Lucas 22).
Cristo no quiere la clase de amor que cause que otros sean dañados. Él quiere
vernos amando, jamás odiando, aun a nuestros peores enemigos, sin importar lo
que nos hagan…
Los cristianos verdaderos ayudan
a quienes pueden, sean amigos o enemigos, siempre y cuando nadie salga dañado
por su ayuda. El espíritu de la ayuda fraternal nunca faltará entre ellos. De
hecho, los seguidores de Cristo están tan dedicados a ayudar a otros, que
estarían dispuestos a morir por ellos. El amor completo en Cristo alcanza a
nuestros amigos y a nuestros enemigos también. Es el resultado de la libertad
en Cristo, y de la unión espiritual con Él.
Puesto que los cristianos
tienen que perdonar todas las malas obras, ¿Por qué les sería necesario ejercer
la pena capital? Es cuestión de los gentiles y paganos el sentarse en el juicio
sobre las vidas de los demás. Algunos, sin embargo, creen que debemos hacer
esto, ya sea por la autoridad de la ley de Moisés, o por el gobierno mundano,
ninguno de los cuales les concierne a los cristianos… De todo esto es fácil
juzgar quiénes son cristianos y quiénes no. Porque nuestros vecinos, los
Schwertler, creen que son cristianos también, pero sus acciones los desmienten…
De hecho, no son ni paganos, ni judíos, ni cristianos; no saben ni lo que son,
pero confunden la espada del mundo, la de Moisés, y la de Cristo, y las juntan
todas: como mezclando col, chícharos y nabos. ¡Qué ceguera!
Así es con las enseñanzas y la
obra de Moisés, de David, y de los patriarcas. Por buenas que fueron estas,
donde el amor de Cristo los ha eclipsado con algo mejor, es necesario
considerarlos como malos… Entonces el celo de Moisés, al matar al egipcio que
hacía violencia contra el israelita, en un sentido fue bueno, porque estaba
luchando por el bien en contra del mal. Pero si Moisés hubiera conocido y
poseído el amor perfecto, antes se hubiera dejado matar en lugar del israelita
su hermano y por su bien, que haber matado al egipcio, el enemigo de su
hermano.
Para Dios, todos los reinos no
son nada sino un corral de cerdos: cerdos que destruyen y devoran a su viña
(Salmo 80). Y todos los que reinan, protegen, y manejan estos corrales de
cerdos, no son más que puercos guiadores de puercos, porque fuera de Cristo no
hay fe, ni entre los judíos, ni entre los gentiles, ni entre los que profesan
ser cristianos (Juan 15, 2ª Juan 1, 3ª Juan 1).
Al mundo malo, le pertenece la
espada mala. Los gobernantes malvados en el mundo tienen que reinar de una
manera malvada para proteger el mal de la propiedad privada. De esta manera, se
mantiene una semblanza de paz entre los impíos, porque Cristo no tiene nada que
ver con Belial. (2ª Corintios 6). Pero la paz de Cristo es algo totalmente
diferente. No tiene nada que ver con satisfacer la carne ni con el conservar la
propiedad. Más bien nos permite vivir con gran gozo y paz en medio de nuestros
amigos y enemigos, sin importar cómo nos esté yendo. Esta es la paz de Cristo
de la cual nos habló: “Mi paz os dejo, mi paz os doy. Yo no os la doy como el
mundo la da.”
Los primeros cristianos no
usaron ninguna espada ni fuerza mundana sino hasta los días del Emperador
Constantino. Los cristianos no creían en usar la espada y Cristo no les había
concedido más que la espada de la Palabra. Cualquiera que se defendía con algo
diferente de la Palabra de Dios era considerado un pagano e infiel. Pero el
papa, supuestamente haciendo un servicio cristiano, casó a la iglesia con el
Leviatán del poder carnal. Entonces nació el anticristo y el misterio de la iniquidad,
que había estado escondido por largo tiempo, empezó a aparecer (2ª
Tesalonicenses 2).
Estamos de acuerdo en lo
siguiente concerniente a la espada: La espada fue ordenada por Dios fuera de la
perfección de Cristo. Castiga y mata a los malos y guarda y protege a los
buenos. En la ley, la espada fue ordenada para el castigo de los malos y la
misma espada fue hecha para ser usada por los gobernantes del mundo.
Sin embargo, en la perfección
de Cristo, sólo la expulsión es usada como advertencia y para excomulgar al que
ha pecado, pero sin matarlo, sino sencillamente como advertencia y mandamiento
de no pecar más.
Nos preguntarán entonces los
que no reconocen esto como la voluntad de Dios, si no puede un cristiano usar
la espada para la defensa y protección de los buenos, o por causa del amor.
Nuestra respuesta es unánimemente esta: Cristo enseña y ordena que aprendamos
de Él, porque Él es manso y humilde de corazón, y entonces hallaremos descanso
para nuestras almas…
También se nos preguntará si un
cristiano puede pasar sentencia en una disputa o contención mundana como las
que los incrédulos tienen unos con otros. Esta es nuestra respuesta unida:
Cristo no quiso decidir o juzgar entre dos hermanos en el caso de la herencia,
sino que rehusó hacer eso. Por lo tanto, debemos nosotros hacer lo mismo.
Además se preguntará acerca de
la espada: ¿Puede uno servir como autoridad civil si es que es llamado o
elegido en el oficio? La respuesta es la siguiente: la gente deseaba hacer a
Cristo rey, pero Él huyó y no rechazó la ordenanza de su Padre. Debemos hacer
como Él hizo y seguirlo para que no andemos en tinieblas.
Finalmente se observará que no
es apropiado para un cristiano servir como un gobernante mundano por causa de
los siguientes puntos: el gobierno reina según la carne, pero el cristiano
según el Espíritu. Las casas y moradas del gobierno están en este mundo, pero
la ciudadanía de los cristianos está en los cielos. Las armas del conflicto de
la gente son carnales y son usadas contra carne y sangre. Pero las armas del
cristiano son espirituales en contra de las fortalezas de maldad. La gente del
mundo viene con hierro y acero, pero los cristianos con la armadura de Dios,
con justicia, verdad, y con la Palabra de Dios.
El anticristo quiere defender
su causa con la espada, pero Cristo Jesús no tiene otra espada ni arma, excepto
la de sufrir con paciencia al lado de su Palabra Santa. ¡Oh, crueldad
sangrienta que excede a la crueldad de los animales irracionales! Pues el
hombre, la criatura racional formada a la imagen de Dios, nacida sin colmillos,
ni garras, ni cuernos, con una carne enfermiza y tierna… como una muestra de
que es una criatura de paz y no de conflicto, está tan lleno de odio, crueldad
y derramamiento de sangre, que no puede escribirse, ni hablarse, ni concebirse.
Cuán lejos, cuán lejos se han apartado del ejemplo y la enseñanza de nuestro
Maestro que enseñó y buscó la paz solamente, diciendo: “Mi paz os dejo, mi paz
os doy.”
Nuestra fortaleza es Cristo,
nuestra arma de defensa es la paciencia. Nuestra espada es la Palabra de Dios y
nuestra victoria es la fe libre, firme, y no fingida en Cristo Jesús. El
hierro, el metal, las espadas y las hachas dejamos para aquellos que
desgraciadamente ¡consideran la sangre de los hombres ser del mismo valor que
la de los cerdos!
Referencias:
- Panfleto publicado por Felipe
Ulhart cuyos posibles autores fueron: Peregrino Marpeck y Leopoldo
Scharnschlager.
Se incluyen también fragmentos
de escritos realizados por:
-Clemente Asler
-Hans Denck
-Hans Herschberger
-Los anabaptistas de Schlatten
am Randen
- Menno Simons
Extraido del libro: El Secreto de la Fuerza por Peter
Hoover, pág.: 238 a 247
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