lunes, 23 de junio de 2014

Abraham—un amigo por la fe


“Por la fe Abraham”
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” (Hebreos 11:7).

Abraham es uno de los hombres más conocidos en la Biblia. Musulmanes, judíos, y cristianos, todos le tienen en muy alta estima y lo reclaman como su patriarca. Esto no debería ser una sorpresa, porque Dios le dijo que iba a ser “padre de muchedumbre de gentes”(Génesis 17:4). Jesús desafió a los judíos porque procuraban matarlo  porque él les había dicho la verdad. “No hizo esto Abraham”, les dijo Él en Juan 8:40. Además el usó a Abraham para identificarse. “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.” (Juan 8:56).

Gálatas 3 hace a Abraham el padre de los fieles. El versículo 7 nos dice: “Sabed, por tanto, que los que son de la fe, estos son hijos de Abraham.”Abraham también se convirtió en el canal a través del cual el Señor Jesús vendría. El último versículo lo resume de esta manera: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.”

¿Por qué este hombre llegó a ser tan prominente? ¿Por qué la Biblia lo expone muy altamente? ¿Qué resalta como el elemento más destacado de su vida? Fue su fe. Estamos impresionados por dos cosas: no sólo porque él creyó a Dios, sino también porque Dios le contó su fe como justicia. ¡Dios usó a Abraham para personificar la gran verdad de la justificación por la fe! Esto es lo que lo hace tan especial a nosotros: por la fe podemos recibir la misma justificación.

Abraham recibió otro gran reconocimiento que nosotros ansiamos. Él fue el primer hombre al que la Biblia se refiere como el “amigo de Dios”. Su fe lo llevó a una relación muy personal con Dios que no era sólo teórica o teológica, sino también muy práctica. ¡El hecho de que Dios aceptó a Abraham como su amigo nos dice que Dios quiere que Su relación con el hombre sea… una amistad!

La búsqueda de nuestras consideraciones en este capítulo es doble—la fe que agrada a Dios y la amistad que nos une a Dios. Estas dos experiencias sin duda van a satisfacer las necesidades de nuestras almas y proveerán lo que necesitamos para estar entre los fieles hijos de Dios. ¿Qué más podríamos pedir?

¡Aún más alentador es el hecho maravilloso de que Dios mismo quiere estas experiencias para nosotros! ¿Estamos respondiendo a Sus esfuerzos para incrementar nuestra fe? ¿Vemos ahora Su guía en nuestras vidas con más claridad que hace seis meses? Nuevamente, ¿estamos respondiendo a Su trato tierno de nuestra amistad? ¿Disfrutamos de una relación con Él más plena y más profunda hoy, que hace seis meses?

“Abraham…siendo llamado para salir”
“Pero Jehová había dicho a Abraham: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré… y se fue Abram, como Jehová le dijo” (Génesis 12:1, 4).

Diez generaciones habían pasado desde el tiempo de Noé. La civilización se estaba desarrollando rápidamente en Ur de los Caldeos, donde Abraham vivía. Su padre Taré se había llevado a la familia a Harán, en donde Taré había muerto. Aparentemente la familia estaba bien establecida para este tiempo.

Los versículos anteriores de Génesis 12 registran el primer llamado de Dios a Abraham y su respuesta a ese llamado. Hebreos 11:8 además confirma esa respuesta: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.”

Este llamado exigió varias cosas difíciles. Primero, Abraham tuvo que dejar la tierra de su nacimiento y todo lo que él conocía. Aparentemente Dios quería separar a Abraham de su familia y de su comunidad, antes de poder usarlo. Segundo, Dios le dijo a Abraham que saliera, pero no le dijo a dónde ir. Esto desafía  la lógica humana. Abraham sólo podía aferrarse a la promesa de Dios: “la tierra que Yo que te mostraré”.

La duda, quizás, desplegó sus argumentos, instando a Abraham a quedarse—por lo menos hasta que supiera a dónde ir y qué esperar. Pero Abraham no albergó tales dudas. El albergó visiones: visiones de lo que Dios le había prometido. Por encima de su promesa de darle una gran tierra, Dios le había dicho: “Y haré de ti una nación grande… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. (Génesis 12:2, 3).

Sin una palabra de confianza, sin haberlo visto, ¿Podría alguien tener fe o necesitar fe? No. No hace falta fe para creer lo que ya posees y ves. La fe cree lo que no puede ver.

Pero esto no quiere decir que la fe cree en algo irreal. Ni que la fe trata de aportar algo a la existencia por la imaginación. La fe cree que su meta u objetivo en realidad le espera y ya existe. Abraham obedeció la orden de salir de su hogar como si supiera exactamente a dónde iba.

La segunda parte de la promesa iba aún más lejos. Dios le dijo que haría de él una gran nación. En Génesis 15, Dios llevó a Abraham bajo los cielos y le dijo que contara las estrellas. Dios dijo: “Así será tu descendencia". El verso 6 despliega una gran verdad: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Esto se convirtió en la base para la doctrina de la justificación por la fe tal como se enseña en Romanos 3 y 4 (que por cierto ha sido muy distorsionada).

Así este primer llamado de fe ilustra el gran llamado de Dios a toda la humanidad. Debemos primero “Creer que [Dios] es, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6). Las ideas y preferencias personales deben ceder el paso a la fe. El llamado de Dios debe convertirse en la fuerza impulsora en nuestros corazones. Así, buscar a Aquel que puede ser hallado se convierte en la convicción del alma.

“Por la fe habitó como extranjero”
“Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;” (Hebreos 11:9).

Abraham nos muestra cómo proceder en el trayecto de la fe. “Y Salió”.  No encontró solamente con senderos lisos y fáciles. Se encontró con dificultades y desánimos. Pero donde está la fe, Dios está. Paso a paso, la fe siempre triunfa.

La fe no le costó poco a Abraham. Él no podría decir: “Sí, Señor,” y luego volverse a sus actividades normales. Después de que dejó Ur, vivió en tiendas. Nunca tuvo más tierras que un campo con una cueva, en donde enterró a su amada esposa. Fue un hombre rico—pobre durante toda su vida.

La fe de Abraham le costó la comodidad y la seguridad de un hogar terrenal. Vivió como un forastero en la misma tierra que Dios había prometido darle. Esto muestra el precio de la paciencia. Él podría haber exigido su recompensa inmediatamente, pero esperó hasta que Dios cumpliera la promesa.

Un precio fundamental de la fe es la fidelidad. Abraham encontró que el precio de la infidelidad es aún mayor. Él tomó un doloroso desvío hacia Egipto a causa de la hambruna. Allí él mismo se metió en un apuro inapropiado para los hombres de fe.  Cedió al miedo. Dijo medias verdades acerca de Sara con el fin de salvar su propia vida. El Faraón lo reprendió firmemente y lo despidió, así que regresó a la tierra que se le había prometido. Él aprendió que el andar por vista puede ser aún más doloroso que el andar por fe.

La fe de Abraham fue probada de nuevo cuando regresó a Canaán. La tierra era demasiado pequeña para él y para Lot al mismo tiempo. Abraham tenía el derecho de escoger primero y enviar a Lot lejos. ¿Conservaría esta tierra prometida para sí mismo y por él mismo? ¿Vigilaría humanamente que la promesa de Dios sí se cumpliera ahora? No. Abraham le dejó elegir a Lot , y él tomó la opción que quedó.

Dios se agradó que Abraham estaba listo para esperar en Él. Después de que Lot se fue, Dios se le apareció a Abraham con una promesa renovada. Le dijo a Abraham que mirara al norte, al sur, al oriente y al occidente. Agregó: “Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”. ¡Esto incluía la misma tierra que le había dado a Lot! Abraham cedió la tierra, pero Dios se la dio de vuelta a él.

Dios a menudo trabaja de esa manera. Él llama a los hombres a entregar cada derecho; después Él les da el derecho “de ser hechos hijos de Dios”, el derecho de “acercarnos confiadamente al trono de la gracia” y el “derecho al árbol de la vida”. Él llama a algunos a renunciar a un trabajo bien pagado para servir a nuestro prójimo, quizás en un asilo de ancianos o tal vez en el campo misionero de la predicación. Después Él llena sus corazones con gozo y acredita su cuenta en el banco del cielo. Sus dones son siempre mucho mayores que los sacrificios del hombre.

“Esperaba la ciudad”
“Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (Hebreos 11:10).

Sí, Abraham vivió por fe—satisfecho de creer a Dios sin tener ninguna evidencia inmediata de lo que sin embargo sería. El valor de la espera fue aceptable para él. ¿Por qué estaba tan dispuesto? Hebreos 11:10 revela el secreto: mantuvo su enfoque en lo eterno.

La fe actúa extrañamente. Hace que la gente haga cosas que no tienen sentido para la mente natural. Quizás la familia de Abraham pensó que algo andaba mal con él cuando empacó sus cosas y se fue sin tener realmente un plan excepto el de salir. Y cuando Abraham permitió que Lot tomara ventaja de él, Lot pudo haber albergado algunos sentimientos engreídos. ¿Por qué Abraham hizo tales cosas? ¿Por qué parecía ser tan indiferente a las realidades actuales y a los valores terrenales?

Abraham tenía una mirada de largo alcance. Lo presente y lo terrenal no eran tan importantes para él como lo futuro y lo celestial. Él estaba buscando un lugar permanente y seguro que nunca iba a cambiar ni a desaparecer. ¿Qué importaba si vivía en tiendas? ¿Qué importaba si Lot elegía las mejores tierras?  A pesar de que Dios le había prometido esa tierra, Abraham no tenía prisa por poseerla. ¡Estaba satisfecho con ser un extraño y un peregrino aquí porque él tenía su ojo en su residencia permanente!

Hebreos 11:13 verbaliza dicha actitud, que muchos otros tuvieron también: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”. 

Creyeron y recibieron,  abrazaron, y  confesaron. ¡Y ellos triunfaron!

Este mismo proceso es válido hoy en día. Los fieles siempre mantienen su esperanza puesta en la eternidad. Entonces lo que sucede durante su corta estadía en la tierra no parece tan importante.

“Llamó Abraham el nombre de su hijo…Isaac”
“Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho. Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac.” Génesis 21:2, 3).

La fe de Abraham no fue pasiva. Aunque él descansaba en la promesa de una descendencia, todavía estaba preocupado porque no tenía ningún hijo. ¿Cómo podría ser esto? La respuesta está en la búsqueda de fe de Abraham.

No, Abraham todavía no tenía lo que se le había prometido. Pero Dios se mantuvo dándole gloriosas garantías de lo que Él planeaba hacer. En una ocasión Él dijo: “No temas, Abraham; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”. (Génesis 15:1). Pero Abraham estaba perplejo. Su respuesta revela la lucha de su alma: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?”Él creyó la promesa pero admitió su perplejidad. Ninguna respuesta estaba a la vista. Él no tenía ningún hijo.

Pasaron los años; y todavía no había ningún hijo. Abraham y Sara estaban cada vez más viejos. Luego Sara sugirió un plan que ella pensó que podría cumplir la promesa. Ofreció a su sierva como ayudante. Como resultado, tenemos la dolorosa historia del nacimiento y la vida de Ismael. La presencia de Ismael causó mucho conflicto en el hogar. Finalmente Dios le ordenó a Abraham que echara a Agar e Ismael. Esto fue doloroso para Abraham, porque Ismael era su hijo. Pero mantener a Ismael en casa no era el camino de Dios; se tenía que ir.

Y mientras tanto, ¡Dios dijo que Sara daría a luz al hijo prometido! A Abraham y Sara les pareció difícil de creer que Sara se convertiría en madre; porque ella estaba más allá de los años fértiles. Cuando Dios le dijo a Abraham que Sara tendría un hijo, se río. Después, cuando Sara volvió a escuchar la promesa, ella también se rió.

Sin embargo la búsqueda de fe finalmente recibió su recompensa. Isaac, el hijo de la promesa, había nacido. ¡Cuánto lo amaron y apreciaron sus padres!

Él era su hijomilagroso. Él fue la respuesta a sus esperanzas y sueños. La fe ahora se convirtió en vista para ellos. Ahora se haría realidad la promesa de que su descendencia se haría como la arena del mar, y como las estrellas del cielo.

¿Está tu fe muy perpleja? ¿Será que la prometida bendición de Dios parece irremediablemente lejos? ¿Sientes la tentación de reírte en  la duda o aún en un amargo desprecio ante la seguridad de que Dios soberanamente está ordenando tu vida para tu bien? ¿Las diversas soluciones, de origen carnal y cuestionables en calidad espiritual, hacen difícil tu esperar en el Señor? ¡Mantén la fe, querido corazón! No temas, no te debilites. No abandones tu búsqueda de fe. El Todopoderoso no puede fallar. “En el tiempo señalado” y a Su manera gloriosa, Él hará cosas maravillosas por ti, si firmemente fijas tu fe en Él.

“Abraham…ofreció a Isaac”
“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Hebreos 11:17-19).

La vida parecía brillante. La búsqueda de fe de Abraham pudo haber parecido terminada. Pero Dios no había terminado de moldear la fe de Abraham. Él tenía otra dura prueba para Abraham—una que tocó el mero corazón de sus más preciados sueños.

Dios le dijo a Abraham: “Toma ahora tu hijo,…y ofrécelo” (Génesis 22:2). ¡Su único hijo! ¡El hijo que amaba! ¿Cómo puede ser eso? ¿Qué sería de la descendencia prometida? ¿Era justo pedir esto después que Él había esperado tanto tiempo por un hijo?

No sabemos qué pasó por la mente y el corazón de Abraham. Pero él no dependió del sentimiento natural. Él dejó que la fe gobernara su vida. La fe siempre había estimulado su obediencia voluntaria, y ahora él no se inmutó.

Observemos desde las sombras. Abraham e Isaac dejaron a los siervos y se fueron juntos. Ellos tenían todo excepto la ofrenda. Isaac se preguntaba dónde estaba. Abraham le aseguró a su hijo que allá habría una. ¿Hubo un titubeo en su voz cuando él respondió?

Leemos una segunda vez: “Y fueron ambos juntos”. Abraham edificó un altar y compuso la leña. La escena es tan sagrada que no nos atrevemos a verla. Menos aún podemos comprenderlo. El padre ató a su precioso hijo y lo acostó en el altar. El momento de la prueba suprema había llegado. Decididamente, Abraham tomó el cuchillo.

En ese momento el ángel del Señor intervino. Respiramos de nuevo con alivio por dos razones: porque Abraham ha pasado la prueba, y porque el hijo todavía vive.

Podríamos preguntarnos: “¿Cómo pudo él hacerlo?” Abraham había entregado su fe a Dios. Él había entregado todas  sus ideas, sus esperanzas, sus sueños, sus sentimientos por su hijo, en completa obediencia a Dios.

Él ángel revela otra parte de la respuesta. ¿Fue el amor de Abraham a Dios tan puro que él pudo rendirse completamente?  El ángel dijo: “Porque ya conozco que temes a Dios”. ¿En los momentos más críticos, es más fuerte el temor piadoso que el amor? Así parece.

Hebreos 11:19 revela otro factor en la rendición de fe de Abraham. “Pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.”Abraham creyó que si Dios determinaba que Isaac estuviese muerto, Él lo levantaría de la muerte otra vez. Honestamente pudo decirle a sus siervos: “yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros”. Él plenamente esperaba ofrecer a su hijo, y plenamente esperaba regresar con él de nuevo.

¿Estamos tan dispuestos a entregar lo que es más querido a nuestros corazones como Abraham? ¿Podemos creer que los caminos de Dios son siempre mejores, incluso si no parecen estar de acuerdo con lo que pensábamos que era Su manera? ¿Podemos, en amor y temor, entregar todo a Él para que Él nos pueda hacer lo que Él quiere que seamos?

“El Amigo de Dios”
“Y se cumplió la escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.” (Santiago 2:23).

Un secreto más de la fe de Abraham necesita ser escudriñado. ¿De dónde viene la durabilidad de la fe? ¿Qué la mantiene fuerte y vibrante? ¿Cómo una persona se mantiene creyendo en Dios en las buenas y en las malas? Abraham puede mostrarnos algunas respuestas.

¡Abraham fue el amigo de Dios! Lejos de mantener la fe sólo como una cuestión de política, Abraham buscó a Dios como su amigo; él confiaba en Él como un amigo. Él creía que Dios estaba de su lado, haciendo lo que era mejor para él.

No sólo Abraham y Dios se conocían el uno al otro; eran también apegados entre sí. Tenían una relación que fortaleció a Abraham. No fue una relación volátil sino estable en la que podían depender el uno del otro.

Mirar la amistad en un nivel humano puede ayudarnos a entender la amistad con Dios. La amistad requiere aprecio y afecto mutuos. Aunque los amigos ven defectos en el otro, ellos ejercen la aceptación a pesar de esos defectos.

Las amistades son absorbentes. Las decepciones y los fracasos vienen, pero un buen amigo sigue siendo un amigo. Proverbios 17:17 nos dice: “En todo tiempo ama el amigo”…

Los amigos tienen aspiraciones para sí.  Buscan y ven lo mejor de cada uno. Ellos tienen confianza en los deseos del otro, aun si el desempeño actual no da esa apariencia.

Los amigos son una tremenda bendición. Ellos nos hacen conscientes de que otros realmente se preocupan por nosotros. Podemos uno al otro ser de corazón abierto sin temor al rechazo. Podemos ser compañeros con metas mutuas. 

Todas estas ideas hablan de la fe y la amistad a un nivel humano. ¡Cuanto mayor privilegio ser amigo de Dios! Él, que tiene que humillarse para aún mirar a su creación (Salmo 113:5, 6), quiere ser nuestro amigo. Su amistad nos da seguridad y acceso a todo lo que necesitamos. Él promete a sus amigos persistente amor y misericordia.

Las amistades son siempre condicionales, en ambos niveles, el humano y el celestial.  No podemos abusar de nuestras amistades terrenales y esperar mantenerlas. La amistad con Dios funciona de la misma manera. Cualquier amistad que tengamos con Dios tendrá que continuar en Sus términos.

Abraham demostró lo que se necesita para ser un amigo de Dios. El creía, temía, y obedecía a Dios. Aun cuando él no entendía, siguió confiando y obedeciendo. Su Amigo nunca le falló. Dios nunca falla.

Abraham nutrió su cálida amistad con Dios por toda su vida. Le satisfacía y sustentaba. Su vida dejó un legado de amistad de Dios para sus amigos.

¿Es Dios tu amigo? ¿O es Él un Ser distante y abstracto? ¿Son tus tiempos devocionales personales de valiosa comunión con Aquel a quien tú amas? ¿O son ejercicios de costumbre meramente mecánicos y sin sentido? ¿Amas lo que Él ama? ¿O estás buscando ser “un amigo del mundo”?

Por David G. Burkholder
Traducido por Marco Antonio Barajas Gómez

Canto:


Lejos, mucho más allá del cielo estrellado Hay una tierra bendita, Por la fe vemos sus montañas alzarse, Como hechas por la propia mano de Dios, ¡Oh, tierra alegre de las flores más hermosas! Eternas alegrías y dicha Le esperan al caminante cansado, Dulce descanso y felicidad.

Ninguna palabra del hombre nunca puede contar Los gozos tan plenos y libres; Pero aún hay deseos que llenan mi alma anhelante De estar en esa hermosa tierra. Aunque dolor y tristeza mi suerte son aquí, Yo sé que se apartarán, 

Por los rayos de fe y esperanza, oh Señor Ilumina mi corazón anhelante.

No es más que un poco de tiempo en la tierra

Donde el tiempo pasajero cesará; Pero para siempre en esa orilla bendita Reinará la eterna paz. ¡El yugo del pecado hemos arrojado detrás, Oh, aférrate a esta verdad, corazón mío! Cuando los redimidos se reunirán arriba Y allá nunca se separarán.



—Carl Plank Traducido Por Jac. D. Towes

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