Cuando un hombre rico se
encontró en el camino con un Maestro sabio llamado Jesús, le preguntó: -Maestro
bueno ¿Qué haré para alcanzar la vida eterna?-,a lo cual el Maestro sabio le
contestó: -Dios es bueno, más que cualquier cosa, y tú sabes cuáles Son sus
mandatos, guárdalos pues y obtendrás la vida eterna-; el joven rico a su vez
respondió a eso: -Pero maestro, todos esos mandamientos los he cumplido desde
mi juventud- Entonces el Maestro le miró con verdadero amor y le dijo: -Mira,
una cosa te hace falta, por eso aunque has guardado los mandamientos de Dios,
aun sientes que no estás bien con Él, lo que te hace falta es vender todo lo
que tienes y de ese dinero ve y reparte a los pobres y necesitados, y así podrás
tener en el cielo un tesoro mucho más valioso que tu dinero, no un tesoro
material con bonita apariencia pero que perece con el tiempo, sino un verdadero
tesoro que es eterno…y lo mejor es que cuando tu corazón este puesto en las
cosas eternas y no en las de este mundo, nada te impedirá realmente seguirme-…
Sin embargo, al oír esas
palabras sabias, el hombre rico se afligió en gran manera y se fue triste,
porque era muy rico y tenía puesto su corazón en ese tesoro terrenal. Al sabio
Maestro no le sorprendió la respuesta del rico, porque Él alcanzaba a ver lo
que había en el corazón de las personas y en ese momento dijo a sus discípulos:
“Difícilmente entrarán al Reino de Dios los que ponen su confianza en las
riquezas”; sus discípulos se sorprendieron por la afirmación que había hecho el
maestro y le preguntaron acerca de: ¿Entonces quién podría cambiar de tal
manera que pueda salvarse de tal manera
de vivir, tomando en cuenta que no es tan mala que digamos? A esto el sabio
Maestro contestó: “para el hombre es imposible que alguien pueda cambiar así,
pero para Dios todo es posible, porque Él puede hacer cualquier cosa”.
El Maestro continuó su
camino y después de un tiempo llegó a una ciudad llamada Jericó, en esa ciudad
vivía un hombre muy rico que tenía un buen puesto en el gobierno de ese lugar,
siendo el jefe de los que cobraban impuestos a los ciudadanos; cuando este
hombre rico supo que el sabio Maestro estaba en su ciudad, tuvo la curiosidad
de conocerlo, pero era tanta la gente que había en el lugar que no conseguía
siquiera acercarse a Él. En un intento desesperado por verle aunque fuera de
lejos, el hombre rico se subió a un árbol cerca de donde pasaría el sabio
llamado Jesús. Cuando el Maestro pasó cerca del árbol, alzó los ojos y mirando
al hombre rico llamado Zaqueo y cuya fama era de lo peor que podía existir, le
dijo: “Zaqueo, baja de prisa porque hoy tengo que posar en tu casa”
El hombre rico de
aquella ciudad bajó en seguida del árbol y corrió a su casa para recibir al
Maestro con gran gozo; no lo podía creer, el sabio Maestro estaba en su misma
casa, y fue tan grande el alboroto que las personas incluso comenzaron a
criticar al Maestro porque decían: “cómo es posible que se quede en casa de un
pecador!”
Cuando estaban dentro de
la casa, aún no decía una sola palabra el Sabio Maestro, cuando el hombre rico,
dueño de aquella casa, le expresó: “Mira Señor, voy a dar a los pobres y
necesitados la mitad de todas mis riquezas y si le he robado a alguien, se lo
devolveré cuadruplicado”.
En ese momento el
Maestro se gozó en gran manera y dijo: “hoy ha llegado la libertad a esta casa,
porque este hombre, aun cuando se olvidó de los mandamientos de Dios que sus
antepasados guardaban y se volvió esclavo del dinero y de los placeres
mundanos, al punto de arruinar su reputación y ser conocido como un gran
pecador, al fin decidió poner su mirada y su corazón en las cosas eternas, pues la vida del hombre
no consiste en la abundancia de los bienes que posee, y por eso yo he venido a
buscar y a rescatar a aquellos hombres y mujeres que están dispuestos a
renunciar a lo que ofrece este mundo y seguirme”…
No importa si eres
extremadamente religioso y moral; tampoco importa si eres el peor de los
pecadores perversos de este mundo, cuando Jesús te confronte con la verdad y
con su voluntad, allí se verá quién realmente eres, pues en ese momento
decidirás si seguirle a Él tal como Él te lo está pidiendo, o si seguir tu
propio camino, sea un camino malo o un camino bueno y recto ante los ojos del
mundo y de la sociedad. Cristo sólo ofrece el camino de la cruz para poder
seguirle día en día. Puedes ser una persona que guarde muchos mandamientos de
Dios y tal vez hasta practiques las enseñanzas de Jesús, publicando,
escribiendo y predicando con gran denuedo en Su nombre, con celo, con una
apariencia piadosa, o puedes ser una persona atea (en la teoría y/o en la
práctica), que no quiere saber nada acerca de las enseñanzas de Cristo, pero al
final, Dios quemará todas esas cosas y quedará lo que realmente eres y qué es lo
que verdaderamente hay en tu corazón. Los ejemplos anteriormente mencionados
nos muestran que Dios es el que siempre toma la iniciativa para buscar al
hombre y lo llama al arrepentimiento, y cuando viene ese llamamiento en la
conciencia, el ser humano indefectiblemente tiene que tomar una decisión de qué
es lo que hará con ese llamado. La intención del joven rico era obtener un
beneficio propio a cambio de su buena manera de vivir (él quería la vida
eterna, visualizándola como algo a futuro),pero cuando se le mostró el camino
estrecho de la cruz, con tristeza decidió seguir por su camino aparentemente
bueno, en donde estaba guardando los mandamientos de Dios y haciendo tantas
cosas moralmente buenas, pero amando más a lo que este mundo y la religiosidad
le ofrecían, que a Dios, no escuchó la voz que le llamaba a renunciar a este
presente siglo malo; sin embargo, ese camino no es el de la cruz, no es la
senda en la que se sigue al Maestro.
Por su parte, Zaqueo
pudo haber decidido seguir su camino de maldad alejado de Dios, mantenerse frío
y seguir perteneciendo a este sistema, estos dos caminos mencionados (el bueno
y el malo) llevan a la perdición; pero
Zaqueo fue más allá de eso, y decidió tomar el camino de la cruz, el que hace
que nuestras vidas se alineen con la voluntad agradable y perfecta del Señor,
amó a Dios por sobre todas las cosas y amó a su prójimo como a sí mismo; es
decir, cuando le vino el llamamiento a volverse a Dios, él se arrepintió de su
mal camino, y sin ningún interés de por medio, obtuvo la salvación(liberación)
de sus pecados (en el presente).
El Reino de los Cielos
es ahora y sólo así: cambiando nuestra vana manera de vivir, cambiando nuestra
quizás religiosa y aparentemente buena manera de vivir, arrepintiéndonos y
tomando nuestra cruz es como podemos seguir a Cristo; de otra manera no se
puede ser un cristiano verdadero.
Por: Pedro Santos y Josué Moreno
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