“Y vino Jehová y se paró, y
llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla,
porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:10)
Habla porque tu siervo oye
Aquel
que ha decidido seguir las enseñanzas de la Palabra de Dios debe estar atento a
lo que dictan dichas instrucciones, no se trata sólo de profesar de labios ser
un creyente de Dios y no hacer nada de lo que Él manda (Religiosidad). El
cristianismo en sencillas palabras es seguir a Cristo, practicar sus
enseñanzas, escuchar sus Sabias Palabras y ponerlas por obra en la vida diaria;
es un camino de constante lucha, en el cual, tenemos (gracias a Dios) una guía
para saber cómo dirigirnos en este
tiempo de maldad, todo lo que Jesús vino a enseñarnos es esa guía que nos ayuda
a seguir adelante, por ende, cualquiera que no practique Sus Sencillas Enseñanzas
no tendrá esa guía necesaria para avanzar en este camino.
Oídos para oír
“Entonces les dijo: El que
tiene oídos para oír, oiga.” (Marcos
4:9)
Los que
tardan en oír no pueden servir a su Señor; si las personas no escuchan no
pueden atender aquello que se les ha pedido. Por ejemplo, es muy difícil
atender a dos personas al mismo tiempo, no es tan fácil estar atentos a los que
nos dicen dos personas a la vez, muchas veces tratamos de poner atención sólo a
lo que nos dice una de las personas, pero a la otra no le ponemos cuidado,
“escuchamos el sonido de su voz pero no oímos con atención sus palabras”. Otro ejemplo es cuando éramos niños y mamá o
papá nos daban alguna orden y por estar jugando o distraídos en algo que
creíamos era más importante no pusimos atención, después venían nuestros padres
y se daban cuenta de que no acatamos sus órdenes, una vez más escuchamos la voz
pero no pusimos atención.
Las
personas se hacen tardas para oír cuando comienzan a creer que la desobediencia
no es mala. Muchos en este tiempo y en la “cultura actual” (desligada a Dios),
se hacen a la ideología de que no tenemos por qué obedecer a la autoridad, que
es posible vivir sin acatar las reglas; y en efecto, es posible vivir así, pero
las consecuencias de no acatar las leyes y normas conducen a una vida de
constante inconformidad y disgusto por lo que sucede a nuestro alrededor, una
vida intelectual de constante crítica pero falta de acciones que aporten a una
estabilidad personal. Es decir, hablar mucho pero no hacer nada por mejorar.
En la
vida cristiana (ligada a Dios) es muy parecido, cuando aquella persona ha
creído en Dios y decide seguirle, ha hecho un compromiso con su Señor; obedecer
a sus mandatos y hacerse al Señorío de Dios
implica apegarse a Su voluntad en cada aspecto de la vida. Sí esa persona
con el paso del tiempo comienza a ignorar la Palabra de Dios, o sea, no acata
los mandatos de su Señor y hace lo contrario a Su voluntad, entonces se está convirtiendo
en tarda para oír. Dios estableció sus mandatos por medio de Sus Palabras, esos
mandatos son la guía que nos llevará por buen camino, nuestro Padre Celestial
sabe lo que nos hace daño y nos ha dado las herramientas necesarias para
librarnos de eso que nos hace mal; Por ejemplo: el adulterio, mata el alma del
hombre (Ver Proverbios 6:32), pero Dios nos ha dado un mandato para librar
nuestra alma de ese mal. Sí el Señor le dice a una persona “mirar a una mujer
para codiciarla es adulterio (Mateo 5:27,28) y que ningún adúltero heredará Su
Reino (1 Corintios 6:9) y aun así, esta
persona codicia con los ojos a una mujer que pasa por la calle vestida
indecentemente, entonces es un indicio que no cree que lo que le está diciendo
su Señor, no cree que sea tan malo adulterar, aunque Su Señor diga que ningún
adultero entrara en Su Reino; sólo un poco y no va a pasar nada dice en sus
pensamientos esa persona; con el paso del tiempo deja de permanecer en la
Palabra y Enseñanzas de su Señor, ya no cree en lo que Él dice (creer es
obedecerle), no quiere acatar Su Voluntad y desecha la verdad, dejó de ser
libre. (Juan 8:31)
Dos comparativos bíblicos
1 El que oye y el que no oye
El que
es atento oye, el que no es atento no oye, es así de sencillo. El que es atento
por su voluntad decide escuchar lo que dice Su Señor y de igual manera el que
ha decidido no oír, por su propia voluntad ha desechado el escuchar los
mandatos de Dios.
Acerca
del que oye dice en Mateo 7:24 lo siguiente: “Cualquiera, pues, que me oye estas
palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa
sobre la roca”. Es importante
resaltar la parte en la que el Señor dice “me oye estas palabras, y las hace” es decir
que, no se trata sólo de escuchar los mandatos de Dios y retenerlos en nuestras
mentes acumulando conocimiento, es más bien poner en práctica las instrucciones
que Él nos da por medio de sus Sabia Palabras, de esta manera el hombre es
tomado por prudente, y es así como se mantiene firme en su caminar, pues su
base es la roca. En contraste para el que no quiere poner atención dice: “Pero cualquiera
que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato,
que edificó su casa sobre la arena” (Mateo 7:26) Es muy clara la
Palabra, y aquella persona que decida no poner por obra lo que le ha mandado su
Señor, será contada como insensata, fatua o falta de entendimiento, porque ha
escogido tener como base la arena, que al contrario de la roca no da la
estabilidad necesaria para mantenerse firme en este camino. “Mas el que me
oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal”
(Proverbios 1:33)
2 El que le ama y el que no
le ama
El que
ama a su Señor, no dudará ni por un instante que lo que Él le dice es la
Verdad, creerá siempre en Él sin poner escusas, aunque muchas veces no entienda
el significado de su Voluntad, sabrá que nada que venga de su Amo le es para
mal y como un niño confiará de todo corazón en Él. Dice nuestro Señor: “El que tiene
mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será
amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. (Juan
14:21) es decir, el hombre que ama a Dios es el que ha escuchado Sus mandatos y
decide obedecerlos porque está convencido que de esa manera obtendrá el cuidado
de su Señor. La Palabra no dice “El que tiene mis mandamientos y después de
entenderlos, los guarda”, sencillamente dice que es tenerlos y guardarlos,
aunque a veces no los entendamos.
Más
adelante Cristo explica: “y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Y De qué manera se manifiesta Dios en nuestra vida, lo vemos a
diario, cuando nos da el trabajo para obtener el sustento del día, el abrigo
para el frio, lo vemos también en Su cuidado cuando estamos enfermos, cuando
nos ilumina para solucionar algún problema, y en todo aspecto donde se muestra
Su Mano generosa.
Por el
contrario el que no le ama tristemente no obedecerá lo que ha escuchado de su
Señor, “El
que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía,
sino del Padre que me envió” (Juan 14:24), rechazar la relación de
amor obediente con Dios es rendirse a la maldad, y lo más triste de esta
situación es estar consciente de que la maldad es el camino que lleva a la
perdición de nuestra alma y aun así rendirse a eso. “porque ancha es la puerta, y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella”;
(Mateo 7:13)
“Le dijo entonces Pilato:
¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he
nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo
aquel que es de la verdad, oye mi voz.”
(Juan
18:37)
Dice la
Palabra de Dios “Si
oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos
4:7). A veces la Palabra es dura y difícil de entender, pero es ahí cuando
tenemos que escuchar con mucha más atención, rindiendo nuestro corazón y mente
a esa voz que nos llama y nos dice “guardad mis estatutos, y ponedlos por obra”
(Levítico 20:8), si oímos esa voz no cerremos nuestro corazón para que se
endurezca, atendamos más bien a esos mandatos que son la guía para avanzar en
este mundo engañoso, no nos rindamos a la palabra vana y blanda del hombre, porque
“Por su generosidad Dios dio a conocer al ser humano el bien de la obediencia y
el mal de la desobediencia, a fin de que el ojo de su alma por propia
experiencia pueda elegir juzgando lo que es mejor, y nunca descuide por pereza
el mandato divino”. (Ireneo - 180 d.C.).
Dios
Bendiga Sus Sabias Palabras de Vida.
Por
Pedro Santos
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