“La Iglesia está buscando mejores métodos; Dios
está buscando mejores hombres.” (E. M. Bounds)
Ser un testigo de alguien es
compartir la vida de ese alguien con otra persona; es presentarte en lugar de
ese alguien lo mejor que puedas; es mostrarle a los demás cómo es en realidad
ese alguien y lo que hace.
No tienes que aprender a ser un
testigo. ¡Ya eres un testigo! Eres un testigo de aquello o aquella persona que
es lo más importante en tu vida. Ahora mismo le estás diciendo al mundo a qué
dios realmente le perteneces. No puedes vivir tu vida sin mostrarle al mundo
tus intereses verdaderos. Tus palabras y tus acciones se encuentran ligadas de
manera inseparable, de tal manera que siempre les transmitirás a los que están
a tu alrededor aquello que amas más y por lo cual vives. Tus palabras sólo
comprobarán esto, o te harán un mentiroso. Cualquier persona que te observe
cuidadosamente, que te siga por todo un día, será capaz de decir si realmente
quieres decir lo que dices o profesas con tus labios. Todos los días estás
testificando. Tu testimonio es el conjunto de todas tus actitudes, tu carácter
y tus acciones. Eso no miente. Ningún observador cuidadoso puede ser engañado. ¿De
qué estás testificando? Mostrarás el mayor interés en aquella cosa, persona o
actividad que sea tu dios. Si es Jesús, tus amigos más cercanos lo sabrán. Será
de lo que más te guste hablar, amar, y por Quien vivirás y alrededor de Quien
centrarás tu vida. Digamos— ¿podrías llegar al cielo sólo gracias al testimonio
de tu vecino más cercano?
Si te llamas cristiano, ya has
estado testificando— a favor o en contra de Cristo. Si profesas pertenecerle,
pero tu vida no respalda tus palabras, seguramente ya hay hombres y mujeres que
han rechazado a Cristo y a Su evangelio por causa tuya. Es por eso que Jesús
dijo: “El que no es conmigo, contra mí
es, y el que conmigo no recoge, desparrama.”
No hay ningún plan bíblico de
salvación que te permita presentar a Cristo a otros sin que tú mismo seas como
Cristo. ¡El verdadero cristianismo es Cristo! Puedes presentar cualquier otra
filosofía o religión sin presentar necesariamente a su fundador, con un buen
plan armado, pero no puedes presentar a Cristo a otra persona a menos que tú
mismo representes a Cristo y a su amor apropiadamente. Si vas a ser Su testigo,
tienes que conocerlo verdaderamente para poder mostrarlo.
El Motivo
El Señor Jesús veía el ganar un
alma como algo de mucho más valor que el mundo entero. Él pasó gran parte de Su
tiempo hablando con una persona a la vez acerca de su relación con Dios. La
ganancia de almas verdadera es imposible si no existe un contacto personal y
una preocupación por la persona en cuestión. Jesús mostró el amor y la vida de
Su Padre al mundo. En eso consiste el testificar. Cuando el mundo está perdido
y huyendo de Dios, Jesús va y busca a los hombres para convencerlos de Su
preocupación por ellos. Él quiere hacer esto por medio de vivir Su vida en y a
través de hombres y mujeres que obedezcan Su dirección, y este equipo formado
por Dios y por el hombre, busca a los pecadores perdidos para llevarles el
mensaje de reconciliación y perdón. Ser semejante a Cristo en tus actitudes
incluye ser real — absolutamente real. Dios aborrece la falsedad. Si tienes
cualquier otra razón para querer testificar de Cristo, que no sea un verdadero
amor a Dios y amor y preocupación verdadera por las almas, olvídate acerca de
querer “testificar.” Harás más daño que bien. El AMOR es el único motivo aceptable
para testificar— una intención y preocupación honesta, desinteresada y no
egoísta por dar el supremo bien a Dios y a Su creación caprichosa y egoísta.
Involucra un nivel de preocupación tal que hizo llorar a Cristo. (Mateo 9:36).
Aunque el amor no es fundamentalmente algo que se siente; es algo que se HACE,
y se mide directamente por medio del sacrificio desinteresado.
Testificar como Cristo significa
ser como Cristo en tu conducta. El mundo está lleno de gente egoísta, que casi
piensa sólo en sí misma y vive para sí misma. El pueblo de Dios debe ser
totalmente diferente: deben vivir como Cristo. No hará ningún bien decirle a un
pecador: “Yo estoy lleno de pecado e iniquidad, pero mira sólo a Cristo.” Ese
pecador tendrá todo el derecho de decirte: “Pero no veo a Cristo. Sólo te veo a
ti. Y si Él no ha podido ayudarte, ¿qué te hace pensar que a mí sí me puede
cambiar?” El Señor Jesucristo dijo: “Mientras estoy en el mundo, luz soy del
mundo.” Él ya no está en el mundo, pero ha resucitado, y nos dejó como Sus
testigos. “Como mi Padre me envió, os envío Yo.” “Y me seréis testigos… hasta
lo último de la tierra.”
Para ser un testigo efectivo de
Jesús, tenemos que vivir por encima de los valores y estándares del mundo, para
que los incrédulos realmente lo noten. Debemos vivir nuestra vida de tal manera
que podamos decir como Pablo: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y
visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.” (Filipenses
4:9). Es decir, los hombres tienen que poder seguir no sólo a Dios, sino a
nosotros también. (1ª Tesalonicenses
1:6). Piensa qué clase de victoria sobre el pecado tenía Pablo, que podía
decir: “Por tanto, os ruego que me imitéis.” (1ª Corintios 4:16). Esta frase no
era una frase de jactancia; sencillamente era una declaración de una vida santa
fundada sobre el Espíritu Santo como la fuente de su fuerza. “Sed imitadores de
mí, así como yo de Cristo.” (1ª Corintios 11:1). El proyecto de Dios del
testimonio cristiano para un joven está delineado en 1ª Timoteo 4:12: “Ninguno
tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra,
conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” No existe ninguna razón por la cual una
persona joven no pueda ser tan efectiva para Dios como un adulto, siempre y
cuando exista una vida consecuente (consistente con tu profesión de fe) y un
entendimiento claro y básico de lo que ello implica. Tenemos que ser ejemplos en
palabra (por lo que decimos—nuestro hablar); conducta (por lo que
hacemos—nuestras acciones); amor (por
qué lo hacemos—nuestros motivos); espíritu (dónde lo hacemos—nuestra obediencia
a la dirección de Dios); fe (cuándo lo hacemos—nuestra obediencia a la Palabra
de Dios); pureza (cómo lo hacemos—nuestro ser un canal limpio a través del cual
Cristo pueda trabajar).
Testificar como Jesús significa
consistencia: la habilidad de ser el mismo todo el tiempo. Para ser como Jesús,
el Espíritu Santo que mora en nosotros tiene que transformarnos todo el tiempo
a través de un humilde caminar en fe con Dios. Tenemos que conservarnos en el
amor de Dios, y esto es un asunto diario. El cristianismo no es un conjunto de reglas,
sino una comunión con una Persona Viviente y Amante. Es “Cristo en vosotros, la
esperanza de gloria.” (Colosenses 1:27). En esta vida de gracia y fe, tenemos
que estar marcados por la señal de que el pecado no tendrá poder o dominio
sobre nosotros. (Romanos 6: 14). El cristianismo es Cristo, resucitado, real,
trayendo paz y poder al corazón nuevo. (2ª Corintios 3:18). Si vamos a ser
útiles para Dios y a mantener nuestro brillo, tenemos que mantener nuestra
atención por lo menos en tres cosas básicas
(1) Tenemos que ser LIMPIOS— Continuamente alejándonos de toda indulgencia
pecaminosa y dañina, y confesando y siendo perdonados cada vez que pequemos. En
la Biblia, siempre se habla del pecado como una manera de vida, como algo del
pasado para un cristiano. (1ª Corintios 6:11, Tito 3:3). El verdadero hijo de
Dios tiene que tomar su cruz cada día para seguir a Cristo (Lucas 9:23), y
decir, como Pablo: “Cada día muero.” (1ª Corintios 15:31). No puede haber
salvación verdadera a menos que haya un arrepentimiento de todo pecado conocido
en el momento de la conversión, pero el pecado tiene una manera muy sutil de
tomar raíz en nuestros corazones a menos que tengamos mucho cuidado. Y Satanás
puede pintar una figura muy bonita del pasado. A menudo es muy fácil volver
atrás, porque tenemos el Tesoro de Cristo en vasos de barro. Tal estado de
volver atrás o tocar retirada traerá tal derrota en nuestra vida, que hará que
el testimonio efectivo sea imposible. Dios nos ordena “limpiarnos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de
Dios.” (2ª Corintios 7:1). Tenemos Su promesa: “Si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo.” (1ª Juan 2:1). ¿No crees que sería demasiado
vergonzoso, por no decir algo peor, rogarle a un pecador que abandone sus
pecados, si nosotros mismos todavía mantenemos algún pecado? La salvación es
salvación del pecado, no en el pecado, y es mejor que mostremos
esto en nuestras vidas.
(2) Tenemos que ser INFATIGABLES— No podemos darnos el lujo de perder el
tiempo. El pecado de desperdiciar el tiempo ha atrapado a más cristianos que
cualquier otro pecado el día de hoy. Satanás sabe que ningún joven que esté en
guardia contra el pecado, cometería ningún pecado grave deliberadamente.
Sabiendo esto, él trabaja silenciosamente. Trata de persuadirnos de que
perdamos mucho tiempo en alguna diversión legítima. No puedes tener visión de
Dios con demasiada televisión. Las armonías de la música del cielo a menudo son
ahogadas por el rock del radio. Muchas almas se pierden y van al infierno
mientras que algunos cristianos leen tiras cómicas. Muchos jóvenes se han
deslizado por el canal de la degradación moral por haber tenido demasiado
tiempo libre en sus manos. Todo cristiano debe atreverse a desechar aquellas
actividades que sean cuestionables y que no traigan fruto alguno en la guerra
de la ganancia de almas. “Ninguno que milita, se enreda en los negocios de esta
vida, a fin de agradar a Aquel que lo tomó por soldado.” (2ª Timoteo 2:4). Hay
muchas cosas que no parecen pecaminosas o no son pecaminosas en sí mismas, pero
podríamos encontrarnos de repente tan atrapados en ellas, que ya no tengamos
tiempo para Cristo. Esto es lo que Jesús quiso decir en la parábola del sembrador:
“Los afanes de este siglo, y los engaños de las riquezas, y las codicias de
otras cosas, ahogan la Palabra y se hace infructuosa.” (Marcos 4:19). Hay toda
clase de vasos en una casa grande: oro, plata, madera y barro. Si estamos
dispuestos a limpiarnos de aquello que es indigno o impuro, seremos “vasos para
honra, santificados, útiles al Señor, y dispuestos para toda buena obra.” (2ª
Timoteo 2:21). Tenemos que despojarnos de todo peso, dar prioridad a las cosas
que más importan, y conservar lo mejor de nuestro tiempo y energía para la
tarea tan especial que el Señor Jesús nos ha puesto.
(3) Tenemos que ser DEPENDIENTES DE CRISTO. Jesús es nuestro poder, nuestra
fuerza, nuestra sabiduría. La salvación es de hecho algo imposible, ¡pero con
Dios todo es posible! Jesús dijo: “Sin Mí, nada podéis hacer.” (Juan 15:5). ¿En
dónde puedes encontrar la sabiduría necesaria para guiar a las almas de las
tinieblas a la luz? En Él están escondidos todos los tesoros del conocimiento y
la sabiduría. (Colosenses 2:3).
Hebreos 12:1-2 resume el secreto
de la victoria espiritual: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor
nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso (seamos
infatigables) y del pecado que nos asedia (limpiémonos de todo pecado,
especialmente de aquel pecado particular hacia el cual sientes la tentación más
fuerte), y corramos con paciencia(con fidelidad, determinación y obstinación
hacia delante) la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios.”
Esto es muy fácil de decir, muy difícil de
aprender, pero asombroso en poder. Jesús mismo es el secreto del poder sobre el
pecado. Jesucristo mismo, su amor, su presencia, su poder. Tú no puedes pelear
contra el pecado en tus propias fuerzas. Entre más luches contra él, más crece
su poder sobre tu vida. Pero puedes mirar a Cristo y experimentar liberación
instantánea. Ninguna definición de poder sobre el pecado funcionará para ti
hasta que aprendas a obtener tu poder directamente del Salvador. ¡Mira a
Cristo! Dios te dice que no seas un producto en masa de esta era, sino que
permitas que Él renueve tu mente y transforme (transfigure) tu vida. Cristo
miró a Su Padre y fue transfigurado de tal manera que “resplandeció su rostro
como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.” (Mateo 17:2). La
misma palabra se usa en 2ª Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos, mirando
a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados
de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Cristo, personalmente, revelándose a sí mismo a nuestras mentes y a nuestros
espíritus a través del Espíritu Santo, nos mantendrá seguros y nos cambiará
continuamente para que nos parezcamos más a Su imagen.
Somos las únicas Biblias que este
mundo despreocupado leerá.
Somos el evangelio del pecador;
somos el credo de los burladores.
Somos el último mensaje del
Señor, dado en acción y palabra.
¿Qué pasa si el ejemplo se
tuerce? ¿Qué pasa si tu huella se vuelve borrosa?
-Amén.
Por Winkie Pratney
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