“Por la fe Abraham”
“Por la fe
Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como
herencia; y salió sin saber a dónde iba.” (Hebreos 11:7).
Abraham es uno de
los hombres más conocidos en la Biblia. Musulmanes, judíos, y cristianos, todos
le tienen en muy alta estima y lo reclaman como su patriarca. Esto no debería
ser una sorpresa, porque Dios le dijo que iba a ser “padre de muchedumbre de gentes”(Génesis 17:4). Jesús desafió a los
judíos porque procuraban matarlo porque
él les había dicho la verdad. “No hizo
esto Abraham”, les dijo Él en Juan 8:40. Además el usó a Abraham para
identificarse. “Abraham vuestro padre se
gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.” (Juan 8:56).
Gálatas 3 hace a
Abraham el padre de los fieles. El versículo 7 nos dice: “Sabed, por tanto, que los que son de la fe, estos son hijos de
Abraham.”Abraham también se convirtió en el canal a través del cual el
Señor Jesús vendría. El último versículo lo resume de esta manera: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente
linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.”
¿Por qué este
hombre llegó a ser tan prominente? ¿Por qué la Biblia lo expone muy altamente?
¿Qué resalta como el elemento más destacado de su vida? Fue su fe. Estamos
impresionados por dos cosas: no sólo porque él creyó a Dios, sino también
porque Dios le contó su fe como justicia. ¡Dios usó a Abraham para personificar
la gran verdad de la justificación por la fe! Esto es lo que lo hace tan
especial a nosotros: por la fe podemos recibir la misma justificación.
Abraham recibió
otro gran reconocimiento que nosotros ansiamos. Él fue el primer hombre al que
la Biblia se refiere como el “amigo de
Dios”. Su fe lo llevó a una relación muy personal con Dios que no era sólo
teórica o teológica, sino también muy práctica. ¡El hecho de que Dios aceptó a
Abraham como su amigo nos dice que Dios quiere que Su relación con el hombre
sea… una amistad!
La búsqueda de
nuestras consideraciones en este capítulo es doble—la fe que agrada a Dios y la
amistad
que nos une a Dios. Estas dos experiencias sin duda van a satisfacer las
necesidades de nuestras almas y proveerán lo que necesitamos para estar entre
los fieles hijos de Dios. ¿Qué más podríamos pedir?
¡Aún más
alentador es el hecho maravilloso de que Dios mismo quiere estas experiencias
para nosotros! ¿Estamos respondiendo a Sus esfuerzos para incrementar nuestra
fe? ¿Vemos ahora Su guía en nuestras vidas con más claridad que hace seis
meses? Nuevamente, ¿estamos respondiendo a Su trato tierno de nuestra amistad?
¿Disfrutamos de una relación con Él más plena y más profunda hoy, que hace seis
meses?
“Abraham…siendo llamado para salir”
“Pero Jehová
había dicho a Abraham: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu
padre, a la tierra que te mostraré… y se fue Abram, como Jehová le dijo”
(Génesis 12:1, 4).
Diez generaciones
habían pasado desde el tiempo de Noé. La civilización se estaba desarrollando
rápidamente en Ur de los Caldeos, donde Abraham vivía. Su padre Taré se había
llevado a la familia a Harán, en donde Taré había muerto. Aparentemente la
familia estaba bien establecida para este tiempo.
Los versículos
anteriores de Génesis 12 registran el primer llamado de Dios a Abraham y su
respuesta a ese llamado. Hebreos 11:8 además confirma esa respuesta: “Por la fe Abraham, siendo llamado,
obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin
saber a dónde iba.”
Este llamado
exigió varias cosas difíciles. Primero, Abraham tuvo que dejar la tierra de su
nacimiento y todo lo que él conocía. Aparentemente Dios quería separar a
Abraham de su familia y de su comunidad, antes de poder usarlo. Segundo, Dios
le dijo a Abraham que saliera, pero no le dijo a dónde ir. Esto desafía la lógica humana. Abraham sólo podía
aferrarse a la promesa de Dios: “la
tierra que Yo que te mostraré”.
La duda, quizás,
desplegó sus argumentos, instando a Abraham a quedarse—por lo menos hasta que
supiera a dónde ir y qué esperar. Pero Abraham no albergó tales dudas. El
albergó visiones: visiones de lo que Dios le había prometido. Por encima de su
promesa de darle una gran tierra, Dios le había dicho: “Y haré de ti una nación grande… y serán benditas en ti todas las
familias de la tierra”. (Génesis 12:2, 3).
Sin una palabra
de confianza, sin haberlo visto, ¿Podría alguien tener fe o necesitar fe? No.
No hace falta fe para creer lo que ya posees y ves. La fe cree lo que no puede
ver.
Pero esto no
quiere decir que la fe cree en algo irreal. Ni que la fe trata de aportar algo
a la existencia por la imaginación. La fe cree que su meta u objetivo en
realidad le espera y ya existe. Abraham obedeció la orden de salir de su hogar
como si supiera exactamente a dónde iba.
La segunda parte
de la promesa iba aún más lejos. Dios le dijo que haría de él una gran nación.
En Génesis 15, Dios llevó a Abraham bajo los cielos y le dijo que contara las
estrellas. Dios dijo: “Así será tu
descendencia". El verso 6 despliega una gran verdad: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Esto se
convirtió en la base para la doctrina de la justificación por la fe tal como se
enseña en Romanos 3 y 4 (que por cierto ha sido muy distorsionada).
Así este primer
llamado de fe ilustra el gran llamado de Dios a toda la humanidad. Debemos
primero “Creer que [Dios] es, y que es
galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6). Las ideas y
preferencias personales deben ceder el paso a la fe. El llamado de Dios debe
convertirse en la fuerza impulsora en nuestros corazones. Así, buscar a Aquel
que puede ser hallado se convierte en la convicción del alma.
“Por la fe habitó como extranjero”
“Por la fe habitó
como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas
con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;” (Hebreos 11:9).
Abraham nos
muestra cómo proceder en el trayecto de la fe. “Y Salió”. No encontró
solamente con senderos lisos y fáciles. Se encontró con dificultades y
desánimos. Pero donde está la fe, Dios está. Paso a paso, la fe siempre
triunfa.
La fe no le costó
poco a Abraham. Él no podría decir: “Sí, Señor,” y luego volverse a sus actividades
normales. Después de que dejó Ur, vivió en tiendas. Nunca tuvo más tierras que
un campo con una cueva, en donde enterró a su amada esposa. Fue un hombre
rico—pobre durante toda su vida.
La fe de Abraham
le costó la comodidad y la seguridad de un hogar terrenal. Vivió como un
forastero en la misma tierra que Dios había prometido darle. Esto muestra el
precio de la paciencia. Él podría haber exigido su recompensa inmediatamente,
pero esperó hasta que Dios cumpliera la promesa.
Un precio
fundamental de la fe es la fidelidad. Abraham encontró que el precio de la
infidelidad es aún mayor. Él tomó un doloroso desvío hacia Egipto a causa de la
hambruna. Allí él mismo se metió en un apuro inapropiado para los hombres de
fe. Cedió al miedo. Dijo medias verdades
acerca de Sara con el fin de salvar su propia vida. El Faraón lo reprendió
firmemente y lo despidió, así que regresó a la tierra que se le había
prometido. Él aprendió que el andar por vista puede ser aún más doloroso que el
andar por fe.
La fe de Abraham
fue probada de nuevo cuando regresó a Canaán. La tierra era demasiado pequeña
para él y para Lot al mismo tiempo. Abraham tenía el derecho de escoger primero
y enviar a Lot lejos. ¿Conservaría esta tierra prometida para sí mismo y por él
mismo? ¿Vigilaría humanamente que la promesa de Dios sí se cumpliera ahora? No.
Abraham le dejó elegir a Lot , y él tomó la opción que quedó.
Dios se agradó
que Abraham estaba listo para esperar en Él. Después de que Lot se fue, Dios se
le apareció a Abraham con una promesa renovada. Le dijo a Abraham que mirara al
norte, al sur, al oriente y al occidente. Agregó: “Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para
siempre”. ¡Esto incluía la misma tierra que le había dado a Lot! Abraham
cedió la tierra, pero Dios se la dio de vuelta a él.
Dios a menudo
trabaja de esa manera. Él llama a los hombres a entregar cada derecho; después
Él les da el derecho “de ser hechos hijos
de Dios”, el derecho de “acercarnos
confiadamente al trono de la gracia” y el “derecho al árbol de la vida”. Él llama a algunos a renunciar a un
trabajo bien pagado para servir a nuestro prójimo, quizás en un asilo de
ancianos o tal vez en el campo misionero de la predicación. Después Él llena
sus corazones con gozo y acredita su cuenta en el banco del cielo. Sus dones
son siempre mucho mayores que los sacrificios del hombre.
“Esperaba la ciudad”
“Porque esperaba
la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”
(Hebreos 11:10).
Sí, Abraham vivió
por fe—satisfecho de creer a Dios sin tener ninguna evidencia inmediata de lo
que sin embargo sería. El valor de la espera fue aceptable para él. ¿Por qué
estaba tan dispuesto? Hebreos 11:10 revela el secreto: mantuvo su enfoque en lo
eterno.
La fe actúa extrañamente.
Hace que la gente haga cosas que no tienen sentido para la mente natural.
Quizás la familia de Abraham pensó que algo andaba mal con él cuando empacó sus
cosas y se fue sin tener realmente un plan excepto el de salir. Y cuando
Abraham permitió que Lot tomara ventaja de él, Lot pudo haber albergado algunos
sentimientos engreídos. ¿Por qué Abraham hizo tales cosas? ¿Por qué parecía ser
tan indiferente a las realidades actuales y a los valores terrenales?
Abraham tenía una
mirada de largo alcance. Lo presente y lo terrenal no eran tan importantes para
él como lo futuro y lo celestial. Él estaba buscando un lugar permanente y
seguro que nunca iba a cambiar ni a desaparecer. ¿Qué importaba si vivía en
tiendas? ¿Qué importaba si Lot elegía las mejores tierras? A pesar de que Dios le había prometido esa
tierra, Abraham no tenía prisa por poseerla. ¡Estaba satisfecho con ser un
extraño y un peregrino aquí porque él tenía su ojo en su residencia permanente!
Hebreos 11:13
verbaliza dicha actitud, que muchos otros tuvieron también: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin
haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y
saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”.
Creyeron
y recibieron, abrazaron, y confesaron. ¡Y ellos triunfaron!
Este mismo
proceso es válido hoy en día. Los fieles siempre mantienen su esperanza puesta
en la eternidad. Entonces lo que sucede durante su corta estadía en la tierra
no parece tan importante.
“Llamó Abraham el nombre de su hijo…Isaac”
“Y Sara concibió
y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho. Y
llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac.”
Génesis 21:2, 3).
La fe de Abraham
no fue pasiva. Aunque él descansaba en la promesa de una descendencia, todavía
estaba preocupado porque no tenía ningún hijo. ¿Cómo podría ser esto? La
respuesta está en la búsqueda de fe de Abraham.
No, Abraham
todavía no tenía lo que se le había prometido. Pero Dios se mantuvo dándole
gloriosas garantías de lo que Él planeaba hacer. En una ocasión Él dijo: “No temas, Abraham; yo soy tu escudo, y tu
galardón será sobremanera grande”. (Génesis 15:1). Pero Abraham estaba
perplejo. Su respuesta revela la lucha de su alma: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el
mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?”Él creyó la promesa pero
admitió su perplejidad. Ninguna respuesta estaba a la vista. Él no tenía ningún
hijo.
Pasaron los años;
y todavía no había ningún hijo. Abraham y Sara estaban cada vez más viejos.
Luego Sara sugirió un plan que ella pensó que podría cumplir la promesa.
Ofreció a su sierva como ayudante. Como resultado, tenemos la dolorosa historia
del nacimiento y la vida de Ismael. La presencia de Ismael causó mucho
conflicto en el hogar. Finalmente Dios le ordenó a Abraham que echara a Agar e
Ismael. Esto fue doloroso para Abraham, porque Ismael era su hijo. Pero
mantener a Ismael en casa no era el camino de Dios; se tenía que ir.
Y mientras tanto,
¡Dios dijo que Sara daría a luz al hijo prometido! A Abraham y Sara les pareció
difícil de creer que Sara se convertiría en madre; porque ella estaba más allá
de los años fértiles. Cuando Dios le dijo a Abraham que Sara tendría un hijo,
se río. Después, cuando Sara volvió a escuchar la promesa, ella también se rió.
Sin embargo la
búsqueda de fe finalmente recibió su recompensa. Isaac, el hijo de la promesa,
había nacido. ¡Cuánto lo amaron y apreciaron sus padres!
Él era su
hijomilagroso. Él fue la respuesta a sus esperanzas y sueños. La fe ahora se
convirtió en vista para ellos. Ahora se haría realidad la promesa de que su
descendencia se haría como la arena del mar, y como las estrellas del cielo.
¿Está tu fe muy
perpleja? ¿Será que la prometida bendición de Dios parece irremediablemente lejos?
¿Sientes la tentación de reírte en la
duda o aún en un amargo desprecio ante la seguridad de que Dios soberanamente
está ordenando tu vida para tu bien? ¿Las diversas soluciones, de origen carnal
y cuestionables en calidad espiritual, hacen difícil tu esperar en el Señor?
¡Mantén la fe, querido corazón! No temas, no te debilites. No abandones tu
búsqueda de fe. El Todopoderoso no puede fallar. “En el tiempo señalado” y a Su
manera gloriosa, Él hará cosas maravillosas por ti, si firmemente fijas tu fe en
Él.
“Abraham…ofreció a Isaac”
“Por la fe
Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las
promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada
descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los
muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Hebreos
11:17-19).
La vida parecía
brillante. La búsqueda de fe de Abraham pudo haber parecido terminada. Pero
Dios no había terminado de moldear la fe de Abraham. Él tenía otra dura prueba
para Abraham—una que tocó el mero corazón de sus más preciados sueños.
Dios le dijo a
Abraham: “Toma ahora tu hijo,…y
ofrécelo” (Génesis 22:2). ¡Su único hijo! ¡El hijo que amaba! ¿Cómo puede
ser eso? ¿Qué sería de la descendencia prometida? ¿Era justo pedir esto después
que Él había esperado tanto tiempo por un hijo?
No sabemos qué
pasó por la mente y el corazón de Abraham. Pero él no dependió del sentimiento
natural. Él dejó que la fe gobernara su vida. La fe siempre había estimulado su
obediencia voluntaria, y ahora él no se inmutó.
Observemos desde
las sombras. Abraham e Isaac dejaron a los siervos y se fueron juntos. Ellos
tenían todo excepto la ofrenda. Isaac se preguntaba dónde estaba. Abraham le
aseguró a su hijo que allá habría una. ¿Hubo un titubeo en su voz cuando él
respondió?
Leemos una
segunda vez: “Y fueron ambos juntos”. Abraham
edificó un altar y compuso la leña. La escena es tan sagrada que no nos
atrevemos a verla. Menos aún podemos comprenderlo. El padre ató a su precioso
hijo y lo acostó en el altar. El momento de la prueba suprema había llegado.
Decididamente, Abraham tomó el cuchillo.
En ese momento el
ángel del Señor intervino. Respiramos de nuevo con alivio por dos razones:
porque Abraham ha pasado la prueba, y porque el hijo todavía vive.
Podríamos
preguntarnos: “¿Cómo pudo él hacerlo?” Abraham había entregado su fe a Dios. Él
había entregado todas sus ideas, sus
esperanzas, sus sueños, sus sentimientos por su hijo, en completa obediencia a
Dios.
Él ángel revela
otra parte de la respuesta. ¿Fue el amor de Abraham a Dios tan puro que él pudo
rendirse completamente? El ángel dijo: “Porque ya conozco que temes a Dios”.
¿En los momentos más críticos, es más fuerte el temor piadoso que el amor? Así
parece.
Hebreos 11:19
revela otro factor en la rendición de fe de Abraham. “Pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos,
de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.”Abraham creyó
que si Dios determinaba que Isaac estuviese muerto, Él lo levantaría de la
muerte otra vez. Honestamente pudo decirle a sus siervos: “yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a
vosotros”. Él plenamente esperaba ofrecer a su hijo, y plenamente esperaba
regresar con él de nuevo.
¿Estamos tan
dispuestos a entregar lo que es más querido a nuestros corazones como Abraham?
¿Podemos creer que los caminos de Dios son siempre mejores, incluso si no
parecen estar de acuerdo con lo que pensábamos que era Su manera? ¿Podemos, en
amor y temor, entregar todo a Él para que Él nos pueda hacer lo que Él quiere
que seamos?
“El Amigo de Dios”
“Y se cumplió la
escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue
llamado amigo de Dios.” (Santiago 2:23).
Un secreto más de
la fe de Abraham necesita ser escudriñado. ¿De dónde viene la durabilidad de la
fe? ¿Qué la mantiene fuerte y vibrante? ¿Cómo una persona se mantiene creyendo
en Dios en las buenas y en las malas? Abraham puede mostrarnos algunas
respuestas.
¡Abraham fue el amigo
de Dios! Lejos de mantener la fe sólo como una cuestión de política, Abraham
buscó a Dios como su amigo; él confiaba en Él como un amigo. Él creía que Dios
estaba de su lado, haciendo lo que era mejor para él.
No sólo Abraham y
Dios se conocían el uno al otro; eran también apegados entre sí. Tenían una
relación que fortaleció a Abraham. No fue una relación volátil sino estable en
la que podían depender el uno del otro.
Mirar la amistad
en un nivel humano puede ayudarnos a entender la amistad con Dios. La amistad
requiere aprecio y afecto mutuos. Aunque los amigos ven defectos en el otro,
ellos ejercen la aceptación a pesar de esos defectos.
Las amistades son
absorbentes. Las decepciones y los fracasos vienen, pero un buen amigo sigue
siendo un amigo. Proverbios 17:17 nos dice: “En todo tiempo ama el amigo”…
Los amigos tienen
aspiraciones para sí. Buscan y ven lo
mejor de cada uno. Ellos tienen confianza en los deseos del otro, aun si el
desempeño actual no da esa apariencia.
Los amigos son
una tremenda bendición. Ellos nos hacen conscientes de que otros realmente se
preocupan por nosotros. Podemos uno al otro ser de corazón abierto sin temor al
rechazo. Podemos ser compañeros con metas mutuas.
Todas estas ideas
hablan de la fe y la amistad a un nivel humano. ¡Cuanto mayor privilegio ser
amigo de Dios! Él, que tiene que humillarse para aún mirar a su creación (Salmo
113:5, 6), quiere ser nuestro amigo. Su amistad nos da seguridad y acceso a
todo lo que necesitamos. Él promete a sus amigos persistente amor y
misericordia.
Las amistades son
siempre condicionales, en ambos niveles, el humano y el celestial. No podemos abusar de nuestras amistades
terrenales y esperar mantenerlas. La amistad con Dios funciona de la misma
manera. Cualquier amistad que tengamos con Dios tendrá que continuar en Sus
términos.
Abraham demostró
lo que se necesita para ser un amigo de Dios. El creía, temía, y obedecía a
Dios. Aun cuando él no entendía, siguió confiando y obedeciendo. Su Amigo nunca
le falló. Dios nunca falla.
Abraham nutrió su
cálida amistad con Dios por toda su vida. Le satisfacía y sustentaba. Su vida
dejó un legado de amistad de Dios para sus amigos.
¿Es Dios tu
amigo? ¿O es Él un Ser distante y abstracto? ¿Son tus tiempos devocionales
personales de valiosa comunión con Aquel a quien tú amas? ¿O son ejercicios de
costumbre meramente mecánicos y sin sentido? ¿Amas lo que Él ama? ¿O estás
buscando ser “un amigo del mundo”?
Por David G. Burkholder
Traducido por Marco Antonio Barajas Gómez
Canto:
Lejos, mucho más allá del cielo estrellado Hay una tierra bendita, Por la fe vemos sus montañas alzarse, Como hechas por la propia mano de Dios, ¡Oh, tierra alegre de las flores más hermosas! Eternas alegrías y dicha Le esperan al caminante cansado, Dulce descanso y felicidad.
Ninguna palabra del hombre nunca puede contar Los gozos tan plenos y libres; Pero aún hay deseos que llenan mi alma anhelante De estar en esa hermosa tierra. Aunque dolor y tristeza mi suerte son aquí, Yo sé que se apartarán,
Por los rayos de fe y esperanza, oh Señor Ilumina mi corazón anhelante.
No es más que un poco de tiempo en la tierra
Donde el tiempo pasajero cesará; Pero para siempre en esa orilla bendita Reinará la eterna paz. ¡El yugo del pecado hemos arrojado detrás, Oh, aférrate a esta verdad, corazón mío! Cuando los redimidos se reunirán arriba Y allá nunca se separarán.
—Carl Plank Traducido Por Jac. D. Towes
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