“Por la fe…Sara”
“Por la fe también la misma Sara, siendo estéril,
recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad,
porque creyó que era fiel quien lo había prometido.” (Hebreos 11:11).
Sara fue la esposa del hombre que poseyó una de
las grandes promesas que un hombre puede tener. Cuando Dios primero llamó a
Abraham en Génesis 12, Él prometió hacer de él una gran nación y bendecir a
todas las familias de la tierra a través de él. En el siguiente capítulo, Dios
le dijo a Abraham que haría su simiente como el polvo de la tierra, dando a
entender que sus descendientes serían innumerables. Dos capítulos después, Dios
le llevó fuera en la noche y le dijo que contara las estrellas. ¡Ese era el
número de hijos que tendría!
El problema con estas promesas era que Abraham y
Sara no tenían hijos. A menudo nos identificamos a Abraham en su lucha para
aceptar las promesas de Dios. Pero parece razonable que Sara luchó también,
porque ella participó en el problema. Los años pasaron hasta que ella tuvo
noventa años y se hallaba más allá del tiempo de tener hijos, sin embargo ella
no tenía hijo. Su fe fue probada severamente cuando oyó las promesas, pero no
tenía hijo en cumplimiento de estas.
Sin embargo Sara es nombrada como un miembro en
la gran nube de testigos porque, en su vejez, ella recibió, por la fe, la
fuerza para convertirse en madre. Ella junto con otras mujeres en Hebreos 11,
muestra que Dios llama también a las mujeres a una útil vida de fe.
¿Te sientes débil? ¿Eres incapaz de comprender lo
que Dios ha prometido? ¿Habitas en el calabozo de la desesperación, imaginando
que las buenas cosas de la vida ya han pasado de ti? Para ti, la vida de la
fiel Sara brilla como un rayo de esperanza. Por la fe tú también puedes recibir
la fuerza para ser y para hacer lo que Dios desea para ti.
“Dijo Saraí...Jehová me ha hecho estéril”
“Dijo entonces Saraí a Abram: Ya ves que
Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá
tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Saraí.” (Génesis 16:2).
El viaje de Sara a una fe fructífera nos
ofrece lecciones y entendimiento. Los muchos años antes de que su fe se
convirtiera en realidad muestran algunas de las dificultades de la fe. Sus
luchas pueden instruirnos y animarnos.
Sin duda alguna, Sara conocía bien la
promesa de Dios a Abraham. Dios había renovado la promesa en numerosas
ocasiones. Sin embargo Abraham mismo pidió:
“Señor Jehová, ¿Qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de
mi casa es ese damasceno Eliezer? (Génesis 15:2). No hay duda de que
Abraham y Sara sintieron frustración. Aún bajo circunstancias normales, el no
tener hijos era decepcionante. Además de eso, el tener una promesa en marcha,
pero todavía sin hijo y con los años pasando, lo hicieron aún más difícil.
El tiempo transcurría. Cuando Sara tenía
setenta y cinco años, todavía no tenía hijo. Ella empezó a pensar sobre cómo
podría ayudar a cumplir la promesa. Así que ideó el plan que se indica en el
versículo anterior.
¿Consiguió Sara los resultados deseados?
Sí, la sierva concibió. Pero, no, ella pronto descubrió que había intercambiado
una serie de problemas por otra, y su frustración solamente se incrementó. La
actitud de la sierva de Sara cambió. “…y
cuando [Agar] vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora.”
Un fuerte resentimiento surgió entre Agar y Sara.
Abraham se encontró atrapado entre su
esposa y su sierva. Él le dio a su esposa rienda suelta en el conflicto. “He aquí, tu sierva está en tu mano; haz
con ella lo que bien te parezca.” Sara trató tan severamente con Agar que
ella huyó al desierto. Pero eso no resolvió el problema de Sara. Un ángel envió
a Agar de vuelta a su señora. Aunque la tensión entre las dos mujeres se calmó
por un momento, nunca desapareció del todo.
Esa no era la manera en la que Dios
deseaba cumplir Su promesa. Él planeó dale a Sara un hijo. Pero ella se había vuelto impaciente y frustrada. Al
tratar de encontrar una solución, ella sólo agrandó el problema. Su solución
produjo un empeoramiento de larga espera e irritación. El conflicto entre las
dos madres y sus dos hijos se convirtió en la ilustración de la lucha entre la
carne y el espíritu, los hijos de la libre y los hijos de la mujer esclava
(Gálatas 4:28-31).
Con esto decimos que no siempre es fácil
esperar en Dios. Otros han tenido el mismo tipo de lucha. Otros también han
reafirmado su ingenuidad humana. La nuera de Sara, Rebeca, y su nieto Jacob
están entre ellos. Una vez el rey Saúl decidió que no podía esperar más la
llegada de Samuel, así que se “forzó” a sí mismo a ofrecer el sacrificio prohibido.
Los resultados en todas esas situaciones iban desde insatisfactorios hasta muy
trágicos.
Todavía es lo mismo—esperar en Dios puede
parecer difícil. Pero no esperar en Dios es mucho más difícil a largo plazo.
Podemos fácilmente meternos en el camino de Dios y complicar las cosas. El
apóstol pablo lo dijo así: “No desecho
la gracia de Dios.” (Gálatas 2:21). Él quería cooperar con Dios y no
meterse en Su camino. Una fe frustrada siempre estorbará la obra de Dios.
“Se rio, pues, Sara entre sí”
“Y le dijeron ¿Dónde está Sara tu mujer?
Y él respondió: Aquí en la tienda. Entonces dijo,…he aquí que Sara tu mujer
tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de
él…Se rio, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré
deleite, siendo también mi señor ya viejo? (Génesis 18:9-12).
Aunque Sara hizo lo que hizo, Dios no
alteró Sus planes. Tal como lo hace a menudo con todos nosotros, Él siguió
trabajando con ella.
Pasaron cerca de trece años. Dios se
apareció de nuevo a Abraham y le dijo que Sara tendría un hijo. Eso fue
demasiado para él. ¡Un padre a los noventa y nueve y una madre a los noventa! “Entonces Abraham se postró sobre su
rostro, y se rio” (Génesis 17:17). Desde el punto de vista humano, la idea
de Abraham fue razonable, porque ellos eran “de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las
mujeres.” (Génesis 18:11). Quizá por eso Abraham dijo: “Ojalá Ismael viva delante de Ti.” Pero Ismael nunca podría ser el
hijo de la promesa.
Tres visitantes vinieron a Abraham. Él
les dio la bienvenida real que usualmente le daba a los visitantes. Pero pronto
se dio cuenta de que ellos eran visitantes inusuales. Uno de ellos tenía un
mensaje especial: “He aquí, que Sara tu
mujer tendrá un hijo.” Sara escuchó. Esta vez ella se rio—para sí.
Probablemente fue como una risa triste, porque ella se había decepcionado tantas
veces que apenas si se atrevía a arriesgarse de nuevo a enfrentar el dolor.
La respuesta de Sara no fue aceptable
para el Señor, porque Él deseaba estimular su fe. Cuando Sara negó haberse
reído, El Señor le dijo: “No es así,
sino que te has reído.” ¿Por qué era tan importante si ella se había reído
o no? Mientras ella luchaba con la duda, Dios estaba trabajando para fortalecer
su fe. La llegada de Sara a la fe puede parecer un lento, lento proceso… hasta
que nos encontramos nosotros mismos en circunstancias similares.
La Biblia no nos dice todo lo que pasó en
el corazón de Sara. Pero en algún momento la fe de Sara dejó de ser vacilante.
¿Cómo lo sabemos? Se nos dice en Hebreos 11:11 que “Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para
concebir”; en algún punto, ella “creyó
que era fiel quien lo había prometido.” Ella respondió favorablemente al
llamado de Dios para ejercer la fe.
Podemos tomar ánimo en el hecho de que
Dios todavía obra con la fe vacilante. Él ansia que nosotros creamos, para que
Él pueda guiarnos. Como Sara, que dejó de creer a sus dudas y empezó a creer a
Dios, asimismo podemos llegar a la fe que a Él le agrada.
“Sara…Creyó que era Fiel”
“Y la bendeciré, y también te daré de
ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos
vendrán de ella” (Génesis 17:16).
La vacilante fe de Sara se convirtió en
una fe fructífera. Dios recompensó sus agonizantes luchas.
¿Cómo podrían Abraham y Sara tener un
hijo a su edad? ¿Acaso Dios los rejuveneció en salud y apariencia? Abraham tuvo
más hijos después. Después de la muerte de Sara, cuando tenía 137 años, tomó a
Cetura por mujer y tuvo seis hijos (Génesis 25).
¿Cómo fue con Sara? Ella murió a los 127
años, alrededor de treinta años después de que Isaac naciera. Génesis 20 nos
dice que, mientras Abraham habitó como “forastero en Gerar”, el rey Abimelec
hizo lo que por derecho les estaba reservado a los reyes: tomó a Sara por
mujer. No podemos culparlo, porque Abraham había dicho que ella era su hermana.
¿Pero estaba Abimelec ansioso por mujeres que se veían de larga edad? ¿O acaso
Dios hizo que Sara se viera mucho más joven que sus años reales? Probablemente
sí.
Esos detalles no son tan importantes. Lo
que sí es importante es que Sara concebiría y daría a luz a un hijo. Su nombre
sería Isaac; él sería el hijo de la promesa. ¡Su fe la hizo fructífera! Era el
tiempo de gran regocijo.
Podremos criticar la lentitud de Sara para
creer las promesas de Dios. Pero no deberíamos concluir que su lentitud de fe
haya sido lo que impidió que su hijo naciera mientras ella era joven. Dios quizás
haya esperado deliberadamente hasta que se necesitaba sólo un milagro para que
ese niño naciera. Él quería que la descendencia de Abraham y Sara se diera
cuenta de que ellos eran un pueblo peculiar.
La utilidad de Sara no terminó cuando
Isaac nació. Ella tenía el conocimiento que Abraham necesitaba. En el banquete
del día en que Isaac fue destetado, Sara vio que Ismael se burlaba de Isaac.
Ella urgentemente le dijo a Abraham: “Echa a esta sierva y a su hijo, porque el
hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.”
Abraham se preocupó ante esto. Después de
todo, Ismael también era su hijo. ¿Acaso fue esto un mero celo de madre y
prejuicio por parte de Sara?
Dios dijo que Sara estaba en lo cierto.
Tal vez Sara tuvo la visión para darse cuenta de que la simiente de Isaac
sufriría por la influencia de Ismael. Como haya sido, ella fue útil en ayudar a
Abraham a tomar decisiones duras. Ella ayudó a salvaguardar el bienestar a
largo alcance de esta nación que Dios estaba produciendo por medio de su hijo,
Isaac. Las esposas fieles y las madres con una percepción espiritual son un
tremendo recurso en ayudar a que sus esposos vean los problemas en la luz
apropiada. Un esposo sabio estará agradecido por ello.
Pedro declaró la utilidad de Sara en otra
manera. “De la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien” (1 Pedro
3:6). En efecto, Pedro llamó a Sara “La madre de los fieles”. Ella se volvió
útil como una madre espiritual y ejemplo para muchos, muchos hijos e hijas.
Sara muestra que esperar en fe paciente
en el tiempo de Dios puede hacer más que los planes humanos. Ella demostró la fe
para todas las mujeres cuyos deseos son demorados o negados. Ella demuestra que
la fe es la respuesta. Nuestras frustraciones humanas y vacilantes en última
instancia pueden llegar a ser fructíferas—si es que nosotros, como Sara, recibimos
fuerza por medio de ejercer la fe.
Por
David G. Burkholder
Traducido
por Marco A. Barajas.
Cantos:
Dios
mío, Padre mío, nombre Bendito,
¡Oh,
que pueda llamarte mío!
Y
que con dulce confianza pueda participar
De
porción tan divina.
Sólo
eso puede controlar mis temores
Y
alejar mis pesares;
¿Qué
mal podría dañar mi alma
Si
estoy bajo el ojo de mi Padre?
Lo
que Tu Providencia me niegue
Con
resignación lo aceptaré;
Porque
Tú eres Bueno, Justo y Sabio;
Rendiré
mi voluntad a Ti.
Lo
que Tu voluntad sagrada ordene
Ayúdame
a obedecer y sobrellevar,
Y
hazme saber que mi Padre reina,
Y
que confíe en Su tierno cuidado.
-Anne
Steele
Dios
promete cosas tan maravillosas.
Pero
yo, cual Sara, me impaciento y a veces trato
Algún
esquema propio, hasta que cosecho el dolor amargo.
Señor,
ayúdame en mi incredulidad.
Dios
ve mi fe, aunque vacilante y tenue,
Y
como a Sara, me atrae a Sí.
Lloro
ante Él con un clamor penitente:
Señor,
ayúdame en mi incredulidad.
-Autor
anónimo
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