“Por la fe Jacob”
“Por la fe Jacob, al morir, bendijo a
cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón.”
(Hebreos 11:21).
Mucha de la vida de Jacob es una paradoja
de la fe. Cuando fue a Egipto la primera vez, le resumió su vida a Faraón así: “…Los días de los años de mi peregrinación
son ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de los años de mi
vida…” (Génesis 47:9). Eso era
verdad. Tiempos de calma habían venido a Jacob, pero él había experimentado
mucha tensión y estrés.
De manera interesante, el registro divino
en Hebreos 11 omite todas las historias principales y primeras de su vida. En
cambio, Dios escogió mantener la luz sobre los últimos días de Jacob. Le vemos
muriendo, débilmente apoyándose sobre su bastón, e incapaz de reconocer a sus
propios nietos.
Jacob ha llegado al punto más alto de
toda su vida. Él está muriendo y lo sabe. Él mira hacia atrás; el pasado es
pasado y no puede ser recuperado. ¿Entonces, hacia dónde mira? ¡Hacia adelante
y hacia arriba! Él pasa una bendición a sus nietos a pesar de que debe apoyarse
en su bastón. ¡Y él adora! ¿Qué cosa más grandiosa él puede hacer al término de
su vida? Con esta inscripción, se abre paso dentro de la gran nube de testigos.
Isaac, el padre de Jacob, había sido de
carácter más pasivo. Él sólo había atravesado las circunstancias y en su mayor
parte había respondido a ellas mansa y tranquilamente. Pero no así Jacob. Él
fue un pionero. Tomó la iniciativa y se apoderó de los momentos de oportunidad
cuando vinieron. Cuando Esaú estaba hambriento, le ofreció comida a un precio:
el alto precio de su primogenitura. Esaú más tarde dijo, después de también
perder la bendición: “Bien llamaron su nombre Jacob.” El nombre significa
“suplantador”. Jacob había vivido de acuerdo con su nombre, pero no sin pena y
sin dolor.
Sin embargo, a través de todos esos años
de su accidentada carrera, Jacob había mantenido una fe fundamental en Dios. A
diferencia de su hermano, Esaú, quien era una persona impía, Jacob buscó
sinceramente la bendición de Dios. Él respondió con fe hacia los movimientos de
Dios en su vida. Por lo tanto, la semilla de la fe evidente en sus primeros
años podría prosperar y florecer hacia la madura fe sólida evidente en los momentos
finales de su vida.
“Bien llamaron su nombre Jacob”
“Sabroso es al hombre el pan de mentira;
Pero después su boca será llena de cascajo.” (Proverbios 20:17).
Jacob había aprendido a mirar por sí
mismo. Su rápida percepción le permitió manipular las circunstancias para su
propio beneficio. Prefería la acción inmediata, a la espera de la fe.
Jacob sin duda estaba al tanto de las
promesas que Dios le había hecho a Abraham, y de las bendiciones que vendrían a
la línea familiar a través de Isaac. Jacob anhelaba esas bendiciones
intensamente. Él quizás conocía algo acerca de la profecía que fue dada antes
de que él naciera, de que “el mayor
servirá al menor” (Génesis 25:23). Las cosas que Jacob planeó siempre
estuvieron de acuerdo con las profecías. Pero la confusión venía porque él
tomaba las cosas en sus propias manos, en lugar de esperar en Dios.
Cuando todavía era un hombre joven, Jacob
le compró la primogenitura a su hermano en un momento de debilidad de Esaú.
Aunque Esaú más tarde lo acusó de haberle robado la primogenitura, Jacob no la
robó, ya que Esaú aceptó la transacción. Una prueba más crítica se produjo
cuando llegó el momento de que Isaac ofreciera su moribunda bendición. Rebeca
escuchó la intención de Isaac de bendecir a Esaú. Ella inmediatamente ideó un
plan que era demasiado ambicioso incluso para Jacob. Temía más bien ser
maldecido que bendecido. Pero cuando Rebeca insistió, Jacob cooperó. Se
disfrazó para oler y sentirse como Esaú delante de su padre ciego. Le llevó a
su padre la comida que su madre había preparado. El plan funcionó, y Jacob
consiguió la bendición. Pero también trajo sobre sí mismo la ira de su hermano.
¿Acaso era ese el método previsto por
Dios para que Jacob recibiera la bendición? De ninguna manera, y aunque no
sabemos cuál hubiera sido el método de Dios, sí sabemos que Jacob pagó un alto
precio por sus acciones. Su bendición se veía muy lejos en medio de la
confusión de las relaciones rotas. Él temería por su vida durante muchos años
por venir.
Los años siguientes de confusión y de
castigo no significaron que Dios hubiera rechazado a Jacob. Leemos que Dios le
dio al menos cinco visitas celestiales. Aunque Dios tuvo que castigar a Jacob,
Él siguió tratando con él y finalmente lo ayudó a llegar al final de sí mismo.
Jacob nos muestra que la vida sin fe es
como un barco sin un ancla o sin una brújula. Aunque los deseos pueden ser
admirables, la manera de cumplirlos es nebulosa. La única ancla y guía fiel
para la vida es la fe en el Dios Inmutable y en Sus fieles caminos. Jacob no
encontró fácil el aprender a caminar por la fe. Y el cambió no ocurrió de la
noche a la mañana. No obstante Dios estaba obrando. Y Jacob estaba abierto al
mejor camino.
Como creyentes del nuevo testamento, “renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no
andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la
manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de
Dios.”(2 Corintios 4:2). En esa apertura está nuestra seguridad, nuestra
satisfacción.
“Y Jacob…dijo:
Ciertamente Jehová está en este lugar”
“Y despertó Jacob de su sueño, y dijo:
Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.” (Génesis 28:16, 17).
¿Por qué el hombre tiene problemas para
ejercer la fe? ¿Por qué es difícil esperar en Dios? Es porque el tener fe es
una conquista, es algo que uno debe perseguir. Dios a menudo usa las luchas
para llevar a la gente a la fe. Él está ansioso de que Sus hijos miren hacia
Él. Él trabaja con las circunstancias para corregirlos y para animarles a
cambiar en la dirección correcta. Cuando ellos responden, Él los lleva más
cerca de Sí mismo. Vemos estos procesos vívidamente desplegados en la vida de
Jacob.
Dios estaba jalando a Jacob a una vida de
fe. El primer esfuerzo milagroso de Dios ocurrió cuando Jacob dejó su hogar para
ir con su Tío Labán en Harán. En la primera noche Jacob usó rocas como
almohadas. ¡Vaya forma de empezar un viaje! Esa pudo haber sido una de las
noches más largas de su vida.
Jacob soñó con “una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el
cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí,
Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de
Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la
daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la
tierra.” ¡Qué mensaje! ¡Qué promesa para un hombre solo y asustado! ¿Qué
más podría haber hecho Dios? La visión le aseguró a Jacob que Dios no lo había
abandonado. Dios había renovado la promesa hecha a Abraham. ¡Qué llamado para
Jacob a viajar y poner su fe en Dios!
“El
Dios de mi Padre ha estado conmigo”
“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré
por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te
dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.” (Génesis 28:15).
Jacob viajó a la casa de Labán y fue bien
recibido. Trabajó duro para Labán y éste le ayudó a prosperar. Pero Labán
poseía algunas de las mismas características de auto-servirse que Jacob tenía.
Labán lo engañó para que se casase con Lea en lugar de Raquel. Jacob tuvo que
trabajar catorce años por la mujer que quería. Mientras Labán se hizo rico,
mantuvo a Jacob pobre.
Labán era tacaño y le hizo la vida
difícil a Jacob y a su familia. Después Jacob le hizo una extraña oferta a
Labán. Pidió ser pagado con las ovejas y las cabras de colores oscuros,
manchadas y salpicadas del rebaño. Labán estuvo de acuerdo. Aunque Labán cambió
el salario de Jacob diez veces, nacieron muchos animales oscuros, manchados y
salpicados, con los que Jacob se hizo rico. Dios estaba bendiciendo a Jacob a
pesar de Labán.
Ahora era momento de mudarse otra vez de
acuerdo con la dirección de Dios. Pero en lugar de amables relaciones
familiares, la confusión y la amargura reinaban entre Jacob y su suegro. Jacob
y su familia finalmente tomaron sus posesiones y huyeron. Si Dios no le hubiera
advertido específicamente a Labán (que se guardase de hacerle mal) antes de
alcanzar a Jacob, no sabemos lo que Labán habría hecho.
Pero Jacob se estaba moviendo hacia
adelante en su viaje espiritual. El Señor hizo Su segunda aparición específica
a Jacob y le dijo: “Vuélvete a la tierra
de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (Génesis 31:3). En su
testimonio a Raquel y Lea, Jacob con confianza afirmaba lo siguiente: “El Dios de mi padre ha estado conmigo.”Además
declaró con confianza que a pesar del engaño de Labán, “Dios no le ha permitido que me hiciese mal.” Les dijo que había
prosperado porque “quitó Dios el ganado
de vuestro padre, y me lo dio a mí”.
¿Tengo yo una fe que se mueve hacia
adelante como esta? O ¿Tengo miedo o no quiero seguir adelante con Dios? ¿Tiene
Dios puesto Su dedo en alguna actitud que debo cambiar? O ¿Algún hábito que
tengo que romper? O ¿Alguna área en la que debería crecer? Si yo quiero la
presencia del Señor, debo ser sensible a Su voz. Debo estar comprometido para
crecer y llegar a ser lo que Él quiere que yo sea.
“…Se dirá… tu nombre…Israel”
“Y el varón le dijo: No se dirá más tu
nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has
vencido.” (Génesis 32:28).
La tercera visitación de Dios a Jacob
llegó cuando él regresaba a la tierra de su padre. Con la esperanza de
encontrar su camino de regreso a congraciarse con Esaú, Jacob envió un mensaje
antes para decirle a Esaú de su venida. Para su horror, los mensajeros le
informaron que Esaú venía con cuatrocientos hombres. ¿Venía Esaú para llevar a
cabo su amenaza de muerte? Para Jacob, eso parecía.
¿Qué debería hacer Jacob? Naturalmente
oró fervientemente: “Líbrame ahora de la
mano de mi hermano”. (Génesis 32:11). Pero antes de que él orara esto, oró
algo aún más importante—una oración de adoración: “Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac… menor soy que
todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo”.
Y recordó a Dios Sus pasadas promesas.
Nosotros no leemos que Jacob recibió una
respuesta a su oración—sólo silencio. Él se quedó allí esa noche y ordenó a sus
siervos en varios grupos. Él seguiría con sus dos esposas y sus once hijos. El
momento de la verdad vendría el próximo día.
Esa noche Jacob tomó lo último de su
familia y pasó por el vado de Jaboc y los envió por delante. Ahora él se quedó
solo. El momento más grande de su conquista de fe estaba sobre él.
De pronto Jacob no estaba solo, un hombre
apareció, y Jacob luchó con él. Fue una lucha única. El desconocido parecía
incapaz de dominar a Jacob. Así que tocó el encaje del muslo de Jacob y lo
descoyuntó. Eso no fue una dislocación normal, porque Jacob nunca más fue el
mismo. La lucha fue también única en que un hombre mortal pudo frenar a uno con
tal poder. Él insistió: “No te dejaré,
si no me bendices”.
Finalmente el misterioso visitante le
dijo a Jacob que Dios había cambiado su nombre a Israel. ¡Qué cambio! De haber
llevado el nombre que significa “suplantador”,
ahora llevaba el nombre que algunas fuentes dicen que significa “Soldado del Señor”. Él ahora tendría un
nombre honorable por razones honorables.
¿Qué había pasado? Jacob recibió aquí lo
que Dios da a aquellos que verdaderamente mueren a sí mismos. ¿Cómo lo
consiguió? Debemos darnos cuenta de que esta lucha tuvo más que ver con los
asuntos espirituales que con carne y sangre. La historia externa dice lo que
estaba sucediendo en el interior. Cuando Jacob estaba lisiado, le afecto más
que su muslo. La paralización externa simbolizaba el desmoronamiento interno de
su propia-voluntad, la voluntad que lo llevó a planear su propia manera para
alcanzar sus metas. Ahora era un hombre abatido. Él había terminado con esa
actitud de ver y hacer las cosas en sus propias maneras.
Entonces ¿Por qué se aferraba al
visitante celestial y se rehusaba a dejarlo ir? No tuvo más a donde ir, sino a
Dios. Tuvo que apoyarse en Él. Él se
había rendido todo a Dios. Ahora él estaba listo para recibir sus órdenes de
Él.
¡Qué parábola de experiencia cristiana es
esta historia! También nosotros debemos aferrarnos con desesperada urgencia al
Señor por Su bendición. Como Jacob, debemos someternos a la mano de Dios
mientras Él se ocupa de nuestra vieja naturaleza carnal y nos da una nueva
naturaleza. La pregunta sobria nos desafía: ¿Soy yo como Israel—abatido y, por
la fe, estoy conquistando con el Señor?
“Por la fe Jacob…Bendijo a cada uno de
los hijos de José”
“Y respondió José a su padre: Son mis
hijos, que Dios me ha dado aquí. Y él dijo: Acércalos ahora a mí, y los bendeciré.”
(Génesis 48:9).
Las dificultades de Jacob ciertamente no
cesaron después de su encuentro con Dios. Él tuvo decepciones. Al parecer, él
incluso se retrasó para regresar a su parentela en Canaán. Dios le dijo en
Génesis 35 que regresara a Bet-el. Jacob todavía necesitaba dirección. Pero el
punto es que Dios se la dio y Jacob la recibió. Mientras Jacob se quedó
quebrantado en espíritu, se quedó en línea con la dirección de Dios.
Dios ha remachado la escena final de la
vida de Jacob sobre todos los que han tomado la carrera espiritual. Jacob, cuya
historia de vida abarca casi la mitad del libro de Génesis, había llegado a
través de muchas experiencias—algunas fueron fáciles, pero la mayoría de ellas
estuvieron llenas de lucha. ¡Y aun así veámoslo ahora cuando está muriendo!
José escuchó que su padre estaba enfermo.
Con Efraín y Manasés, sus dos hijos, el gobernante de Egipto se paró
humildemente ante su padre, el patriarca Jacob. Ninguno mencionó el estatus
terrenal, porque eso no importaba. Ellos se pusieron en la presencia de Dios.
Jacob, ahora Israel, tenía que esforzarse para sentarse en su cama. Él recordó,
con tanta claridad como si acabara de pasar, cómo el “Dios Todopoderoso” le
había aparecido hace años. Después les pidió a los dos hijos de José como suyos
y procedió a bendecirlos.
José tomó a sus hijos para que el mayor
estuviera a la derecha de Israel y el menor a su izquierda. Pero, guiando sus
manos deliberadamente, Israel cruzó sus manos y puso su mano derecha en el
menor, Efraín, y su izquierda en Manasés. Disgustado, José trató de detener a
su padre, pero Israel insistió: “Lo sé,
hijo mío, lo sé”. Él había cambiado sus manos por razones proféticas. Años
después, la tribu de Efraín se hizo más prominente que la tribu de Manasés.
Lo que Israel dijo acerca de su propia
vida es notable. “El Dios en cuya
presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde
que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos
jóvenes.” En lugar de decir: “Contra
mí son todas estas cosas,” como una vez había dicho, él glorificó a Dios
por su bondad.
Israel bendijo a sus nietos en Egipto,
pero expresó su fe para su descendencia en el futuro: “Y dijo Israel a José: He aquí yo muero; pero Dios estará con
vosotros, y os hará volver a la tierra de vuestros padres” (Génesis 48:21).
La realeza egipcia no era lo suficiente buena para él. Por la fe estaba
apuntando a su familia hacia algo mejor en el futuro. Él los confiaba al mismo
Dios en quien estaba confiando ahora.
Hebreos 11:21 también nos dice: “Por la fe Jacob…adoró”. ¿Podría él
haber adorado sin fe? Ciertamente no. Él no pudo haber visto la bondad de Dios
en el pasado, presente y futuro sin ella. Ahora glorificó a Dios. Había
encontrado descanso para su alma cansada y cuerpo desgastado. Su fe brillaba
con más intensidad al final.
Echa una última mirada a este hombre,
apoyado sobre el extremo de su bordón. Que una vez había sido entero en cuerpo,
pero deficiente en espíritu. Ahora está paralizado en la carne pero entero en
espíritu, apoyado en Dios. No importa cuál sea el precio, no importa qué
experiencias de espíritu purificador puedan ser necesarias, queremos el mismo
testimonio de fe cuando Dios cierre nuestras vidas.
“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque
habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo,
vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con
él en gloria.”
(Colosenses 3:2-4).
Por David G. Burkholder
Traducido por Marco Antonio Barajas
Himnos:
Guíame gentil y
lentamente oh, Señor,
Porque, oh, mis
pasos son débiles,
Y conforme
avanzo,
Háblame palabras
refrescantes.
Así, en medio de
oscuridad y duda,
Mi rostro siempre
voltearé
Hacia Tu lugar
donde moras,
Aun cuando no te
pueda ver.
Guíame gentil y
lentamente oh, Señor,
Pues tengo temor
de caer;
No sabría a dónde
ir
A menos que
escuche tu llamado.
-Paul Laurence Dunbar
Más cerca de Ti,
Señor, Más cerca de Ti;
Aunque sea una
cruz la que me lleve a Ti;
Aun así mi canto
será: Más cerca de Ti, Señor.
Aunque ande
errante todo el día, se acabe la luz del día,
La oscuridad de
pose sobre mí, y descanse sobre una piedra,
Aun así en mis
sueños querré estar más cerca de Ti, Señor.
Que allí aparezca
el camino, escaleras al cielo;
Que venga lo que
me mandes en Tu misericordia;
Con ángeles que
me llamen más cerca de Ti, Señor.
Luego con mis
pensamientos al despertar te alabaré,
Y con las piedras
de mi aflicción, un Betel construiré;
Que así por medio
de mis aflicciones pueda estar más cerca de Ti, Señor.
O si con alas de
gozo llego a subir al cielo,
A encontrarme
dulcemente con mi Dueño,
Aun allá mi canto
siempre será: Más cerca de Ti, Señor.
-Mrs. Sarah F. Adams
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