Breve
exhortación
“Encaminará a los humildes por el juicio,
Y enseñará a los mansos su carrera.” (Sal. 25:9)
Introducción
En tiempos actuales “el
adoctrinamiento religioso” se ha convertido en un obstáculo para enseñar la
verdad del evangelio a la sociedad, son tantas las malas interpretaciones de la
Palabra de Dios que en estos días se han inventado, que al momento de mostrar
el verdadero mensaje que Cristo predicó, simplemente se vuelve falso ante los
ojos de los demás, por las tantas ideas preconcebidas y que han sido
transmitidas con base en fundamentos mezclados entre las enseñanzas de Jesús y
del pensamiento humano. En varias ocasiones, cuando estamos predicando en las
calles, detectamos la falta de disposición por parte de la sociedad para ser
enseñable, en la mayoría de los casos la gente responde: “es que en mi iglesia
se enseña así”, o “es que mi pastor dice que ese pasaje de la Biblia se refiere
a…”, “su mensaje está mal, deben corregirlo”, todos quieren enseñar, pero pocos
quieren ser enseñados.
Aclaro que en nuestra hermandad no nos
jactamos de tener la verdad y de que somos la verdadera iglesia y que todos los
demás están mal (no es el énfasis de nuestra vida), cada quien se debe ocupar
de su salvación con temor y temblor. (Flp. 2:12) Lo que es cierto, es que nos
estamos esforzando a perseverar por la senda de la cual el Señor habló y
enseñó, el camino angosto que lleva de regreso a nuestro Creador, que Cristo
vino a manifestarnos con el ejemplo y el cual salimos a pregonar a los demás,
para que se vuelvan de sus malos caminos y se reconcilien con Dios. Queremos
seguir a Jesucristo y aprender del Él poniendo en práctica sus sencillas
enseñanzas.
Contrario a lo anterior, en el
capítulo 8 del libro de los Hechos, Lucas narra un suceso en el que se vieron
involucrados Felipe y un funcionario etíope:
Felipe
y el etíope
“Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo:
Levántate y vé hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza,
el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope,
eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos
sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su
carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y
júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo:
Pero ¿entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?
Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que
leía era este:
Como oveja a la muerte fue llevado; Y como
cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su
humillación no se le hizo justicia; Mas
su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida.
Respondiendo
el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta
esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y
comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por
el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide
que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y
respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el
carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.” (Hch.
8:26-38)
Vemos en este pasaje la actitud
del etíope, quien al parecer, comienza a descubrir la verdad y al momento de
tener algunas dudas tuvo la necesidad de pedirle a Felipe que le enseñara
acerca de las Buenas Nuevas de Cristo, esa actitud es necesaria para poder
aprender acerca del Reino de Dios; y aunque creemos que Jesús es el que guía al
hombre y quien le enseña el camino justo, aun así, como el aposto Pablo
escribió: él (Cristo) mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a
otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros (Efe 4:11), estos son
hermanos que han mostrado por sus
frutos, que siguen al Señor y que son aptos para instruir a otras personas en
el camino verdadero.
Hace algún tiempo leí una
anécdota acerca de un niño quien antes de cumplir los 3 años se encontraba con
su padre, que estaba preparando la nómina de los obreros que de él dependían.
El niño que seguía con gran atención los cálculos del padre, le dijo al
terminar: “padre has hecho mal la cuenta, el resultado debe ser…” el padre al
repasar los cálculos comprobó con sorpresa que el niño tenía razón. La historia
es todavía más sorprendente si tenemos en cuenta que nadie había enseñado a
leer al niño.
Después, este niño se convirtió
en uno de los más grandes matemáticos de las historia. Pero el punto que nos
interesa es el siguiente: sí el padre de este niño, no hubiera dado otro
vistazo a la nómina, por considerar que su hijo no sabía de lo que hablaba,
¿Qué resultados se hubieran obtenido?, aunque el padre le parecía imposible que
su hijo tuviera razón, aun así se tomó el tiempo de analizar otra vez la cuenta
con base en lo que se le había dicho, y esto resultó en un beneficio para los
dos, el padre culminó una jornada más de trabajo de manera satisfactoria y en
el niño se descubrió un gran talento.
De manera similar ocurre en las
cuestiones que estamos tratando en este escrito acerca de la indisposición que
trae el “adoctrinamiento religioso” (practicado principalmente por evangélicos)
y la enseñanza de la “sana doctrina” (esto es, cuando hay buena disposición,
sea de evangélicos o incluso de incrédulos) En la mayoría de los casos, como ya
se mencionó, las personas no creen que sea cierto lo que predicamos en las
calles, pero no porque lo han comprobado, no porque se dieron el tiempo de
analizar una vez más la doctrina que practican, sino porque la enseñanza
mostrada con base en el mensaje del Evangelio del Reino no concuerda con su
teología ya establecida y sembrada muy profundamente dentro de sus corazones
(aunque estén consientes de los errores que hay en su denominación), como si la
verdad pudiera variar dependiendo el caso y la situación o conveniencia de cada
persona, el interés de las mismas no es el Reino, sino la preservación de sus
vidas en este mundo. En otros casos hemos visto que la disposición a aprender,
trae buen fruto; tal vez no asegura que una persona comience a andar en la luz
desde el preciso momento en que se le mostró la perla de gran precio, pero al
menos sí logra despertar la voz de la conciencia y particularmente en mi caso,
la disposición a aprender acerca de la sana doctrina de Cristo y el reconocer
que de todo lo que había aprendido
durante mi vida, muchas cosas estaban mal enfocadas, me llevaron a entender las
verdad que siempre estuvo allí, pero que por egoísmo nunca quise reconocer,
porque la verdad sigue siendo la verdad ayer, hoy y siempre, independientemente
de los intereses de cada ser humano; la verdad es Jesucristo. Sólo hacía falta
darse el tiempo para analizar una vez más lo que hasta el momento había
aprendido, para darme cuenta que lo que estos hermanos me estaban mostrando era
la única verdad y que yo estaba en un error, gloria a Dios…
Acerca de esto, el Señor
Jesucristo dijo en el sermón del monte: “Bienaventurados
los pobres en espíritu, porque de
ellos es el reino de los cielos”. Y “Bienaventurados
los mansos (sumisos), porque ellos
recibirán la tierra por heredad.” Los pobres en espíritu son los que tienen
la necesidad de que Dios les guíe en sus vidas, son aquellos que se dejan
conducir por Dios en este mundo, los que no ponen excusas para seguir a Cristo,
los que han decidido perder sus vidas en este mundo y mantenerse sin mancha del
mismo, a estos se les otorga el privilegio de pertenecer al Reino de los Cielos
(de ellos es), que se ha acercado, que es ahora y que es arrebatado por los que
se esfuerzan. Sin embargo, para poder lograrlo es necesario tener disposición,
ser mansos de corazón, ser ovejas que escuchen con gran atención la voz de Su
Pastor para seguirle; sin lo anterior es muy difícil que comprendamos cuál es
la buena voluntad de Dios agradable y perfecta.
Humildad
En muchos pasajes bíblicos se
habla acerca de la humildad, algunos sinónimos del término son: modestia,
docilidad, recogimiento, recato, paciencia, moderación, timidez, vergüenza,
suavidad, humillación, sencillez, llaneza, acatamiento, sumisión, obediencia. Estas
son virtudes que sólo pueden tener aquellos que mantienen la disposición de aprender del Único Maestro y que en todo siempre quieren imitarle: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”; (Mat.
11:29), quien quiera seguir a Cristo deberá tener presente cuán importante es
poner en práctica la humildad y la mansedumbre para poder comprender Sus
sencillas instrucciones (son sencillas para los que en verdad desean seguirle,
pero difíciles para los que no quieren dejar este mundo).
Otros
pasajes son:
“Unánimes
entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios
en vuestra propia opinión. (Rom. 12:16)
“Pero
él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a
los humildes.” (Stg. 4:6)
“Igualmente,
jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos
de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes” (1 Pe.
5:5)
“Mi
mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero
miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.” (Isa.
66:2)
“Porque
así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo:
Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de
espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el
corazón de los quebrantados.” (Isa. 57:15)
“Porque
Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos.” (Sal.
138:6)
“El
temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; Y a la honra precede la humildad.” (Pro.
15:33)
“La
soberbia del hombre le abate; Pero al humilde de espíritu sustenta la honra.” (Pro
29:23)
“con
toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en
amor,” (Efe 4:2)
“Nada
hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada
uno a los demás como superiores a él mismo;” (Flp. 2:3)
“Vestíos,
pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de
benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;” (Col.
3:12)
La
competencia mundana
Ya hemos hablado en otros
artículos acerca de que los sistemas (que en este mundo se han creado) inculcan
una falsa idea acerca de lo que es la inteligencia, específicamente el sistema
educativo, el cual, manipulado por personas que ni aun conocen un poco acerca
de enseñanza, siembra en las mentes de los seres humanos el egoísmo e
individualismo. Pero ¿cómo es que se logra cosechar tal mentalidad
característica de este siglo corrupto?, lo que se utiliza para esto es una
semilla llamada “sofisma” que en
breves palabras quiere decir: Razón o argumento aparente con que se quiere
defender o persuadir lo que es falso. Esta semilla ha existido desde tiempos
muy antiguos, los que tenían la costumbre de cosechar el fruto de esta semilla
eran los llamados “sofistas”, quienes se atrevían a pasar al frente y decir:
“propongan cualquier tema, y yo les hablaré de lo que sea.” El pensar que
podemos saberlo todo lleva al argullo y soberbia, cosas que desagradan a Dios. Es
esa la mentalidad que inculcan los sistemas de este mundo, dándole más peso al
conocimiento que a la práctica, dándole más peso a un papel que a la
experiencia laboral (burocracia), a lo material que a lo espiritual, al saber
tanto que a la sabiduría, a capacidades mentales que al amor. Sin embargo, el
apóstol Pablo escribió: “El conocimiento
envanece, pero el amor edifica” (1 Co 8:1) el hombre sólo quiere la teoría
pero desecha la práctica, error, dígase de paso, en el que han caído muchos
evangélicos que consideran más importante citar de memoria “el camino de
romanos” y otros pasajes sacados de contexto, que el vivir la Palabra de Dios
en sus vidas cotidianamente, prefieren decir grandes cosas y no vivirlas. El apóstol
Pedro escribió en su segunda carta refiriéndose a los que han huido de la
corrupción que hay en el mundo:
“vosotros también, poniendo
toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal,
amor. Porque si estas cosas están en
vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al
conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pe. 1:5-8)
El que dice conocer a Cristo
debe tomar en cuenta que el conocimiento por sí solo no tiene valor alguno,
sino que es una parte, un complemento con
las demás características que escribió el apóstol y que en conjunto son
parte esencial de la vida cristiana. Sin embargo, para las personas que piensan
que el conocimiento es lo más importante y nada más, el apóstol añade en verso
9:
“Pero el que no tiene estas cosas tiene la
vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos
pecados.”
En la Escritura encontramos
otro buen ejemplo de humildad y de cualidad mansa, una actitud enseñable; vemos
en Éxodo 18:13-27 el siguiente pasaje:
Nombramiento
de jueces
“Aconteció
que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo
delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde. Viendo el suegro de Moisés
todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que haces tú con el
pueblo? ¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde
la mañana hasta la tarde? Y Moisés
respondió a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios.
Cuando tienen asuntos, vienen a mí; y yo juzgo entre el uno y el otro, y
declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes. Entonces el suegro de Moisés le
dijo: No está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú, y también este
pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no
podrás hacerlo tú solo. Oye ahora mi
voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo delante
de Dios, y somete tú los asuntos a Dios. Y enseña a ellos las ordenanzas y las
leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer.
Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios,
varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por
jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al
pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán
todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos
contigo. Si esto hicieres, y Dios te lo
mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su
lugar. Y oyó Moisés la voz de su suegro,
e hizo todo lo que dijo. Escogió
Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre el
pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez. Y juzgaban al
pueblo en todo tiempo; el asunto difícil lo traían a Moisés, y ellos juzgaban
todo asunto pequeño. Y despidió Moisés a su suegro, y éste se fue a su tierra.”
Según la Palabra de Dios,
Moisés era el hombre más manso de la tierra (Núm. 12:3) y en el anterior pasaje
se respalda lo dicho. Moisés fue un siervo escogido por Dios, y el Señor hizo
grandes maravillas a través de él ante los ojos del pueblo (incluso hablaron
cara a cara) y aunque tuvo temores al principio, conforme pasaba el tiempo se
hacía más sumiso a Dios y por lo mismo un hombre sabio al que el pueblo acudía
para pedir consejo; sin embargo, eso no
influyó en que Moisés dejara de ser humilde, no se envaneció, y cuando otro
hombre más viejo que él le dio un consejo, este lo “oyó” con gran humildad, y
atendiendo a esa recomendación logró realizar su trabajo de una mejor manera.
La
buena tierra
Para concluir este breve
escrito, vamos a hablar acerca de lo que
el Señor Jesús enseñó acerca de aquellos que tienen una actitud enseñable ante
la sana doctrina. En la parábola del sembrador (Mar. 4:1-20 y Luc. 8:4-15) el
Señor habló acerca del proceso que se lleva a cabo cuando se lleva a cabo la siembra
en el campo y cómo al momento de esparcir la semilla, ésta cae en distintos
tipos de lugares; primero habla acerca de la semilla que calló junto al camino,
y vinieron las aves y la comieron, refiriéndose a aquellos que oyen el mensaje,
pero después viene Satanás y les quita el mensaje sembrado en su corazón. Continua
hablando acerca de la semilla que cayó en pedregales, donde no había mucha
tierra; y brotó pronto, porque la tierra no tenía profundidad, refiriéndose a
los oyen el mensaje y lo reciben con
gusto, pero como no tienen suficiente raíz, no se mantienen firmes; por eso,
cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, pierden la fe.
Después habla de Otra parte de la semilla que cayó entre espinos, y los espinos
crecieron y la ahogaron, de modo que la semilla no dio fruto, refiriéndose a los
que oyen la Palabra pero los negocios de esta vida les preocupan demasiado, el
amor por las riquezas los engaña, y quisieran poseer todas las cosas. Todo esto
entra en ellos, y ahoga el mensaje y no lo deja dar fruto.
Al
final habla de la buena tierra:
“Pero
otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a
treinta, a sesenta, y a ciento por uno. Y éstos son los que fueron sembrados en
buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a
sesenta, y a ciento por uno. (Mar. 4:8,20)
La semilla que cayó en buena tierra, creció, y
dio buenos frutos; algunas espigas dieron treinta granos por semilla, otras
sesenta granos, y otras cien. Estos son los que aceptan el mensaje tal cual es,
sin poner pretextos, porque tienen la disposición de escuchar y de aprender,
son los que dan la espalda a Satanás y dejan el cautiverio, estando dispuestos
a pagar el precio que trae consigo el seguir a Cristo, por más pesada que sea
la cruz, renunciando a todo lo que poseen, estos son los que dan una buena
cosecha, como la semilla sembrada en buena tierra.
En conclusión, es necesario
desechar todo aquello que impide que la Palabra de Dios pueda ser recibida de
manera literal, para esto, Cristo nos enseña a imitarle en cuando a ser mansos
y humildes de corazón; el etíope dio un buen ejemplo acerca de esto, teniendo
una actitud enseñable ante Felipe. Es importante comprender que el mensaje de
Cristo y el del mundo no pueden ser mezclados y en ninguna manera pueden
complementarse, porque son totalmente opuestos, el uno permanecerá por la
eternidad y el otro perecerá al final de este siglo, seamos pues una buena
tierra en la que el Señor pueda sembrar la semilla de Su sabiduría y obtener de
nosotros la buena cosecha para Sus graneros. Dios bendiga Su palabra….
“Y
otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno.
Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga. La
que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen
la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.” (Luc.
8:8,15)
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