Tenemos la obligación de dar
ejemplo con nuestra vida y nuestra doctrina, no sea que hayamos de pagar
nosotros el castigo de quienes parecen ignorar nuestra religión, y así pecaron
por su ceguera. Pero también vosotros debéis oírnos y juzgar con rectitud
porque, en adelante, estando instruidos, no tendréis excusa alguna ante Dios si
no obráis justamente.
Consideramos de interés para
todos los hombres que no se les impida aprender esta doctrina, sino que se les
exhorte a ella, porque lo que no lograron las leyes humanas, ya lo hubiera
realizado el Verbo divino si los malvados demonios no hubieran esparcido muchas
e impías calumnias, tomando por aliada a la pasión que habita en cada uno, mala
para todo, y multiforme por naturaleza: con esos crímenes nada tenemos que ver
nosotros.
Vuestra mejor ayuda para el
mantenimiento de la paz somos nosotros, pues profesamos doctrinas como la de
que no es posible que un malhechor, un avaro o un conspirador, pasen
inadvertidos a Dios—como tampoco pasa un hombre virtuoso—. Por el contrario,
cada uno camina, según el mérito de sus acciones, hacia el castigo o hacia la
salvación eterna. Si todos los hombres fuesen conscientes de esto, nadie
escogería la maldad ni por un momento, sabiendo que así emprendería la marcha
hacia su condena eterna en el fuego, sino que por todos los medios se
contendría y se adornaría con las virtudes, para alcanzar los bienes de Dios y
verse libre de la pena. Quienes, por miedo a las leyes y castigos decretados
por vosotros, tratan de ocultarse al cometer sus crímenes, los cometen
conscientes de que sois hombres, y que de vosotros es posible esconderse. Si
supieran y estuvieran persuadidos de que nadie puede ocultar a Dios, no ya una
acción, sino tampoco un pensamiento, al menos por el castigo que les amenaza,
se moderarían.
CV/FE: Los que antes nos
complacíamos en la disolución, ahora sólo amamos la castidad; los que nos
entregábamos a las artes mágicas, ahora nos hemos consagrado al Dios bueno e
ingénito; los que amábamos por encima de todo el dinero y el beneficio de
nuestros bienes, ahora, aun lo que tenemos lo ponemos en común, y de ello damos
parte a todo el que está necesitado; los que nos odiábamos y matábamos, y no
compartíamos el hogar con nadie de otra raza que la nuestra, por la diferencia
de costumbres, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos juntos y
rogamos por nuestros enemigos, y tratamos de persuadir a los que nos aborrecen
injustamente para que, viviendo conforme a los preclaros consejos de Cristo,
tengan la esperanza de alcanzar, junto con nosotros, los bienes de Dios, soberano
de todas las cosas.
Sobre la castidad, (Cristo]
dijo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su
corazón. Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, arráncatelo y tíralo; porque
más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea
arrojado al infierno (Mt 5, 2829). Y el que se casa con una divorciada de otro
marido, comete adulterio (Mt 5, 32) (...). Así, para nuestro Maestro, no sólo
son pecadores los que contraen doble matrimonio conforme a la ley humana, sino
también los que miran a una mujer para desearla. No sólo rechaza al que comete
adulterio de hecho, sino también al que lo querría, pues ante Dios son patentes
tanto las obras como los deseos. Entre nosotros hay muchos y muchas que, hechos
discípulos de Cristo desde la niñez, permanecen incorruptos hasta los sesenta y
los setenta años, y yo me glorío de que os los puedo mostrar de entre toda raza
humana. Y esto, sin contar a la ingente muchedumbre de los que se han
convertido después de una vida disoluta y han aprendido esta doctrina, pues
Cristo no llamó a penitencia a los justos y a los castos, sino a los impíos, a
los intemperantes y a los inicuos. Así lo dijo: no he venido a llamar a
penitencia a los justos, sino a los pecadores (Lc 5, 32) (...).
Sus palabras sobre el ejercicio
de la paciencia, y sobre el estar prontos a servir y ajenos a la ira, son
éstas: a quien te golpee en una mejilla, preséntale la otra, y a quien quiera
quitarte la túnica o el manto, no se lo impidas (Lc 6, 29). Mas quienquiera que
se irrite, es reo del fuego (Mt 5 22) A quien te contrate para una milla,
acompáñale dos (Mt 5, 41). Brillen, pues, vuestras obras delante de los
hombres, para que viéndolas admiren a vuestro Padre que está en los cielos (Mt
5, 16). No debemos, pues, ofrecer resistencia. Él no quiere que seamos
imitadores de los malvados, sino que nos exhortó a apartar a todos de la
vergüenza y del deseo del mal por medio de la paciencia y la mansedumbre. Y
esto lo podemos demostrar por muchos que han vivido entre vosotros, que dejaron
sus hábitos de violencia y tiranía, y se convencieron, ora contemplando la
constancia de vida de sus vecinos, ora considerando la extraña paciencia de sus
compañeros de viaje al ser defraudados, ora poniendo a prueba a sus compañeros
de negocio.
En cuanto a los tributos y
contribuciones, nosotros antes que nadie procuramos pagarlos a quienes vosotros
habéis designado para ello en todas partes: así se nos enseñó. Cuando se le
acercaron algunos para preguntarle si había que pagar el tributo al César, Él
respondió: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del
César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios (Mt 22, 20-21). Por eso, sólo adoramos a Dios, pero en todo lo
demás os servimos a vosotros con gusto, reconociendo que sois emperadores y
gobernantes de los hombres y rogando que, junto con el poder imperial, se
advierta que también sois hombres de prudente juicio.
Justino
Mártir
No hay comentarios:
Publicar un comentario