La verdadera encarnación y la verdadera
muerte de Cristo:
(Los gnósticos) proponen que no hay
dificultad en que Cristo hubiera tenido un cuerpo que no pasara por el
nacimiento, igual que admitimos que los ángeles, sin pasar por útero alguno
materno, anduvieron en forma carnal (...) Quisiera que éstos compararan las
causas por las que Cristo y los ángeles anduvieron en forma carnal. Ningún
ángel jamás descendió para ser crucificado, para someterse a la muerte, para
resucitar de la muerte. Ya tienes la causa de que los ángeles no tomaran carne
a través del nacimiento: ninguno de los que se encarnó lo hizo por tales
motivos. No venían para morir, y, consecuentemente, tampoco para nacer. Pero
Cristo, que fue enviado para morir, hubo necesariamente de nacer a fin de que
pudiera morir. No suele estar sujeto a la muerte mas que lo que está sujeto a
nacimiento. Es una deuda mutua la que está establecida entre el nacimiento y la
muerte. La ley de la muerte es la causa del nacimiento.
Eva y María:
Habrá que comentar la razón por la que
el Hijo de Dios hubo de nacer de una virgen. Debía nacer de nuevo el que tenía
que ser consagrador de un nuevo nacimiento, acerca del cual el Señor había
prometido por Isaías que nos iba a dar una señal (...) Una virgen concebirá en su vientre
y parirá un hijo. De acuerdo
con esto concibió la Virgen, y parió a Emmanuel, es decir a Dios con nosotros. Éste es el nacimiento nuevo: el
hombre nace en Dios porque Dios ha nacido en el hombre, tomando la carne de la
antigua raza, pero sin la cualidad antigua de la raza; así la restauró con una
raza nueva, la raza espiritual, purificada por el hecho de haber quedado
expulsados los antiguos errores. Ahora bien, toda esta nueva forma de
nacimiento así como estaba prefigurada en el viejo nacimiento con todos sus
detalles, así también hace inteligible la disposición del nacimiento virginal.
Porque cuando surgió el hombre, la tierra era virgen y no había sido vejada por
el trabajo humano ni se le había introducido semilla alguna: de esta tierra
virgen se nos dice que Dios hizo el hombre para que fuera un ser viviente.
Ahora bien, si esto se refiere acerca del antiguo Adán, tenemos razón para
pensar que sucederá paralelamente en el Adán
novísimo, como dijo el
Apóstol. Este segundo, pues, salió de un tierra virgen -la carne que no había
sido todavía abierta a la generación-. para que fuera un espíritu vivificante
(...) Dios lo restableció a su imagen y semejanza, que había sido arrebatada
por el diablo, por una operación paralela. Porque la palabra del diablo,
artífice de la muerte, se metió dentro de Eva cuando ésta era todavía virgen;
paralelamente la Palabra de Dios, constructora de la vida, tenía que meterse
dentro de la virgen, para que se restableciera la salud del hombre por el mismo
sexo por el cual había venido al hombre la perdición. Eva creyó a la serpiente:
María creyó a Gabriel. Lo que aquélla pecó creyendo, creyendo lo corrigió ésta.
Se objetará: «Pero Eva no concibió nada en su seno por obra de la palabra del
diablo». Ya lo creo que concibió: porque la palabra del diablo fue el semen por
el que ella tuvo luego que parir desterrada y tuvo que parir con dolores, dando
a luz, en suma, a un diablo fratricida. Por el contrario, María dio a luz a
aquel que tenía que salvar a su hermano carnal, Israel, su propio matador.
Al seno virginal hizo Dios descender su propia Palabra, el hermano bueno que había de borrar la memoria del mal hermano. Y por esto Cristo, para salvar al hombre, tuvo que salir de allí mismo donde se había metido el hombre llevando sobre sí la condenación.
Al seno virginal hizo Dios descender su propia Palabra, el hermano bueno que había de borrar la memoria del mal hermano. Y por esto Cristo, para salvar al hombre, tuvo que salir de allí mismo donde se había metido el hombre llevando sobre sí la condenación.
Tertuliano de Cartago
(6, 3-6: Vives 352)
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