viernes, 30 de mayo de 2014

Abel – el Justo


“Por la fe Abel”
“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.” (Hebreos 11:4).



El primer hombre mencionado en la lista de la gran nube de testigos lo reconocemos como el primer mártir por su fe. Conocemos muy poco sobre de los detalles de su vida. Los estudiosos de la Biblia ofrecen numerosas especulaciones sobre su edad y sobre otras comparaciones con su hermano Caín. Dios no debe haber considerado estos asuntos importantes, o Él nos los hubiera revelado. Él nos permite examinar a través del registro divino para encontrar la verdad pertinente por nosotros mismos.

Notemos algo muy importante aquí. De todos los Héroes en Hebreos 11, sólo Abel tiene la distinción de ser llamado justo. El mismo Señor Jesús también lo llamó justo en Mateo 23:35. ¿Significa esto que él fue el único justo entre la nube de testigos? Difícilmente.

El significado de llamar al primer “Héroe” justo, podría sugerir el afán de Dios de mostrar lo que la fe hace por las personas. Dios declara a Abel justo como un precedente para todos aquellos que ponen su fe en Dios y que viven por esa fe. Por ejemplo, la Biblia se refiere aquí y allá a otras personas que han obtenido una posición similar. Noé “fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7). “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” (Romanos 4:3). Podemos también poner nuestros nombres en la lista si ejercemos la fe personal adecuada en Dios. Eso es lo que Romanos 5:1 dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

¿Estamos haciendo esto lo suficientemente personal? El glorioso mensaje para ti y para mí es este: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. (Efesios 2:8-10). La oportunidad de la misma aceptación de Dios está abierta para todos los que ejercen la fe de la misma calidad que Abel ejerció.

Este principio de la fe debería motivar nuestras vidas. Por medio del Sacrificio de Cristo y del Espíritu Santo, existe una provisión ya dispuesta para nosotros para que podamos negarnos a nosotros mismos, crucificar nuestra carne, tener la victoria, y andar en las buenas obras que Dios ha ideado para nosotros. Sólo falta nuestra respuesta a las exigencias de Dios sobre nuestras vidas, y nuestra confianza absoluta e infantil en Él. ¿Lo estamos haciendo así?

“Abel. . . Alcanzó testimonio
De que era Justo”
“Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;  pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya.”  (Génesis 4:4,  5).

Abel, el primer individuo nombrado en la gran nube de testigos, vivió por la fe. Hebreos 11:4 ofrece dos elogios básicos del fiel Abel. El primero de estos (que es el tema de ésta y de la siguiente sección) es que él “alcanzó testimonio de que era justo”.

¿Cómo es que Abel alcanzó tan notable testimonio? El ofreció un sacrificio que Dios podía aceptar. La Biblia contrasta su ofrenda con la de su hermano Caín. ¿Qué hizo la diferencia? ¿Fueron las diferencias de su oficio? El breve registro de Génesis 4 nos dice que Abel era pastor de ovejas, y Caín era labrador de la tierra. Mucha gente en aquellos días probablemente tenía una de estas dos ocupaciones. Dios no consideró a cualquiera de las dos superior sobre la otra; Caín pudo traer un sacrificio tan aceptable como el de Abel.

¿Acaso el error de Caín  se halla en traer del fruto de la tierra en vez de traer un sacrificio de sangre para su ofrenda?  Tenemos buenas razones para creer que este era un factor. Pero  ¿Acaso Dios consideró solo esto? Supongamos que Caín hubiera traído un animal perfecto tal y como Dios lo había prescrito. ¿Habría estado todo bien?

¿Qué quiso decir Dios cuando le preguntó a Caín, “Si bien hicieres…”? ¿Acaso Dios limitó su significado al sacrificio, o Él  incluía al hombre completo? Evidentemente Él ve a ambos: al hombre y a la ofrenda del hombre. “Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya.”

¿Cuál es más importante para Dios? La primera y correcta respuesta es el hombre. ¿Será entonces que la ofrenda no importa para Dios, si el hombre es aceptable? La respuesta a esta pregunta nos da un importante principio espiritual. Si el hombre es recto y justo, el traerá un sacrificio recto y justo. El trato de Dios con Caín ilustra mejor este punto. ¿En dónde empezó Dios a trabajar con Caín? Él no se dirigió a la ofrenda. Él se dirigió al hombre – a Caín, que estaba endurecido (ensañado) y con su semblante decaído.

Un factor básico para ser justo es tener un esfuerzo honesto en hacer lo recto. La fe que agrada a Dios siempre produce acciones rectas, no sólo palabras. Dios lo declaró de esta manera en relación con Abraham en Santiago 2:22- “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” Abel trajo una ofrenda aceptable porque su corazón era recto.

¿Es mi corazón recto para con Dios? ¿Estoy presentando mi cuerpo “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es [mi] culto racional.”?  ¿Estoy permitiendo que Él me purifique de cualquier pensamiento impuro, de cada motivo insincero, y de cada actitud no santificada?  Si algún día quiero pararme en justicia delante de su santo trono, tengo que vivir hoy en justicia delante de Él.

“Abel… trajo de
Los primogénitos de sus ovejas”
“Dios es Espíritu; y los que adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren.” (Juan 4:24).

Examinando más a Abel y a su sacrificio, podríamos preguntarnos cuáles eran sus intenciones. ¿Acaso el pretendía ganar un nombre para sí mismo y/o ganarse el favor de Dios, por medio de ofrecer un animal de primera categoría? ¿Acaso estaba deseando exaltarse a sí mismo? No. Sabemos que tenía razones más profundas que eso.

Abel trajo una ofrenda aceptable porque su corazón era justo y recto. Sin duda alguna él sabía que un sacrificio aceptable requería de sangre. Probablemente comprendió que Dios había derramado la sangre de los animales para vestir a Adán y a Eva después de haber pecado. Sin embargo, él comprendió, no solamente qué tipo de sacrificio traer, sino también cómo traerlo.

Podemos estar seguros de que Abel vino en reverencia. Su corazón era como su sacrificio: excelente. Él sabía que Dios es digno de lo primero y de lo mejor, pero que él mismo (Abel) era indigno.

El corazón preparado adecuadamente, junto con el sacrificio que ofreció adecuadamente, cualificó a Abel para ser llamado justo. Su ofrenda mostró su fe en el Redentor venidero que sería su sacrificio perfecto. Su fe en el Redentor mostró la única base para la justicia ante Dios. Abel se convirtió en un pionero de los fieles. El demostró lo que es la verdadera adoración. Así, Abel está a la cabeza de una larga línea de hombres y mujeres que adoran.

¿Estamos siguiendo las pisadas de Abel? ¿La adoración tiene prioridad en nuestras vidas? Si queremos estar entre los justos de nuestros días, debemos sentarnos diariamente a los pies de Jesús e inclinarnos ante el trono de su gracia. La adoración en el hogar debe ser constante e inspiradora. Reunirnos con los santos como hermandad debe ser tan importante para nosotros que de hecho rara vez lleguemos tarde o estemos ausentes.

 “Y muerto, aún habla por ella”
“Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé, ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y Él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Génesis 4:9,10).

El justo Abel murió una muerte cruel en manos de su airado hermano. ¡Pero su muerte no fue su final! La segunda parte del elogio divino (que es el tema de estas dos últimas secciones sobre Abel) confirma que Abel sigue vivo.
¿Puede un hombre muerto hablar? ¿Qué quiere decir Dios cuando dice que Abel todavía habla? El mensaje obvio era que Abel había obtenido justicia por la fe. La sangre de este hombre muerto también estaba clamando que la muerte no es el final. ¡Qué manera vívida de Dios para declarar que la vida no termina cuando una persona muere! Caín no se deshizo de Abel matándolo. Su palabra estaba todavía muy viva. Su sangre estaba clamando.
¿A quién clamaba la sangre? ¡Dios dijo que la sangre de Abel estaba clamando a Él! ¿Qué clamaba la sangre? ¿Clamaba por venganza? No necesariamente desde el punto de vista de Abel. Pero Dios lo vio desde su propio punto de vista. Él vio cómo Caín había derramado la sangre de su hermano por enojo, rechazando la acción y la actitud que Dios le había mostrado que eran necesarias. Y Dios no miró para otro lado. Él le dio a Caín una fuerte sentencia de castigo, señalando que no va a dejar que la sangre inocente entre en un silencio eterno.

Apocalipsis 6:9-11 muestra además que Dios nunca desde entonces ha mirado el otro lado. “Vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y  verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?... y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo.” En su propio tiempo y manera, Dios hará justicia y retribución.

La muerte de Abel marcó un nuevo capítulo en la historia de la humanidad. Desde ese día, siempre ha existido la enemistad entre aquellos que rechazan y aquellos que persiguen el camino de la aprobación de Dios. Esta enemistad continuará mientras que Dios permita que la justicia y la injusticia habiten juntas.

¿Has sentido el aguijón de esa enemistad? Tal vez has sido acusado de ser demasiado conservador, de tener una actitud de “soy más santo que tú”, o de tener una religión de obras. Quizás algún incrédulo que desafía a Dios ha tratado de intimidarte por tu fe. Incluso es posible que hayas sentido (o sientas todavía, o estés por sentir) los nudillos de un hombre airado, la impotencia de ser encarcelado, o el terror de una cámara de tortura. La sangre de Abel clama para que continúes proclamando el evangelio con valentía. Tu puedes “sufrir penalidades como un buen soldado de Jesucristo” descansando en Aquel que ha dicho, “Mía es la venganza, yo pagaré.”

“La sangre… que habla mejor…”
“Sino que os habéis acercado… a Jesús el Mediador de un nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” (Hebreos 12:22, 24).

Sí, la sangre de Abel clama—y continúa clamando—que el hombre puede obtener justicia por medio de la fe, que la muerte no es el fin, y que Dios va a vengar toda sangre inocente. En la sangre de Abel escuchamos también un clamor de que se necesitaba una expiación futura. Dios declaró justo a Abel. Pero Abel no se había librado a sí mismo del título de propiedad de Satanás sobre los hombres, el cual pasó a toda la raza humana por la desobediencia de sus padres. Él no podía hacer eso, sin importar lo bueno que fuera o el número de sacrificios que trajo. Él fue tan lejos como lo que un hombre antiguotestamentario podría ir,  y tuvo muerte tan noble con la que un hombre podría morir. Sin embargo el rescate definitivo del captor Satanás no había sido alcanzado. Ahora la sangre de Abel clama a Dios por el sacrificio perfecto que sólo el Hombre Perfecto, Jesús, podría hacer. Y Abel habla a todos los que esperaban la redención completa y final.

¿Cuál es entonces la palabra pertinente para nosotros hoy? Es esta. Dios acepta a los que vienen a Él por fe. Justo después de contarnos acerca de Abel en Hebreos 11, Dios dice, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”

Cuando las personas vienen a Dios andando en la luz y con fe en la sangre del Cordero perfecto de Dios, el Señor Jesucristo, Él los recibe. Cuando la gente busca a este Dios y busca agradarle, Él los recibe. Agradarle es obedecerle. El resultado no es sólo una persona justa sino también acciones justas. Este es el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo en términos prácticos. Es la revelación de la actitud de Dios hacia los que le buscan con fe.

La sangre de Abel habla mucho. ¡Pero hay una mejor sangre que habla mejores cosas! Dios otra vez aquí nos llama a escuchar la voz de gente como Abel y a dirigirnos al Señor Jesucristo, el Autor y Consumador de la fe. Él era el objeto de la fe de Abel. Él debe ser el objeto de nuestra fe para andar en la luz y recibir Su limpieza. Nuestra respuesta de fe puede entonces agradar a Dios y darnos la aprobación delante de Su trono.

Por David G. Burkholder
Traducido por Marco Antonio Barajas Gómez


Cantos:

Eterno Padre, cuando a Ti, Más allá de todos los mundos, por fe, me elevo, Ante tu majestad infinita, Me postro en silencio y adoro. Pero, Salvador, Tú estás a mi lado, Tú voz escucho, Tú rostro veo, Tú eres mi Amigo, Mi guía diaria, Dios por encima de todo, pero aún así conmigo. Y Tú, gran Espíritu, en mi corazón Haz tu templo día a día; El Santo Espíritu de Dios eres Tú, Habita aún en esta casa de barro. Bendita Trinidad, en quien solamente Todas las cosas creadas se mueven o reposan. Arriba en los cielos tienes Tu trono; Tu trono tienes también dentro de mi pecho.

                               —Hervey D. Ganse


Lávame, Oh Cordero de Dios, Lávame del pecado; Por Tu sangre expiatoria, Oh, hazme limpio; Púrgame de toda mancha, Déjame Tu imagen adquirir; Tu amor y misericordia reinen, Sobre todo dentro de mí.

Lávame, Oh Cordero de Dios, Lávame del pecado; Por fe Tu Sangre limpiadora Ahora me limpia: Tan cerca Tú estás de mí. Tan dulce es mi descanso en Ti; Oh bendita pureza, — Salvado, salvado del pecado.

  —H. B. Beegle



martes, 27 de mayo de 2014

Separado del mundo para pertenecer a Dios


Muchas veces nos preguntamos por qué las personas no entienden algo, regularmente sucede cuando nosotros tenemos algo muy claro y aunque intentamos explicar a los demás eso que nosotros entendemos, parece inútil, “no lo entienden”. El entendimiento de un ser humano cambia conforme a su desarrollo, en distintas etapas del crecimiento, el entendimiento de las cosas que nos rodean cambia. Cuando éramos niños, creíamos que nuestro padre (terrenal) lo podía hacer todo, lo veíamos como invencible,  pero conforme fuimos creciendo nos dimos cuenta de que las cosas no eran como nosotros las entendíamos, en la manera en que fuimos haciéndonos más independiente, nuestra visión y perspectiva con respecto a nuestro padre cambió. En la etapa adolescente, no entendemos por qué es que al parecer “todos están en  nuestra contra”. Pasa el tiempo, volteamos hacia atrás y decimos: “¿Cómo es posible que yo hiciera eso?” “¿En qué estaba pensando al hacer tal tontería?”. Vemos las cosas de manera distinta, algunos dicen que es porque el hombre madura, otros que porque cambia de gustos. Pero algunos otros pensamos que es porque en alguna etapa de nuestra vida nos dimos cuenta de que nada a nuestro alrededor parecía estar en orden, que algo andaba mal, que las cosas que nos rodeaban no llenaban el vacío que sentíamos, de repente lo que veíamos como “normal” dejó de serlo. Supimos entonces que nuestra vida en este mundo tenía un objetivo, y que fuimos creados con un propósito (servir a Dios), pero que sin embargo, durante mucho tiempo estuvimos distraídos haciendo lo contrario a eso. Es por esa razón que en la etapa adolescente las personas se sienten confundidas, deprimidas, descontentas, indiferentes, con actitud de rebeldía. No sólo es una etapa del desarrollo humano, es más bien que a esa edad, los seres humanos están olvidando el propósito para con el cual fueron creados, han sido invadidos con tantos engaños de este mundo que ahora no entienden cual es su función en el orden que Dios estableció. Esto ocurrió cuando dejamos de ser niños, de mente inocente y moldeable.

Pero ¿Cómo es que entendemos?

Mucho tiempo vivimos en el desenfreno, la vida mundana nos satisfacía, pero cuando comenzamos a darnos cuenta de la verdad, cuando dejamos de ver a lo malo como bueno y a los bueno como malo, encontrando la respuesta en Cristo, vino entonces una renovación del entendimiento, todo lo que veíamos como bueno ahora ya no lo era. El mundo y sus deseos nos tenían engañados pero alcanzamos a ver la luz que nos dio claro entendimiento y una transformación de nuestra vida. Comprobamos la buena voluntad de Dios agradable y perfecta (Romanos 12:2), “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2 corintios 4:6)

En esa firme posición, ahora podemos decir “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3:1,2)….

Hemos dejado de poner nuestra confianza en las cosas de este mundo, dejamos de mirar las cosas pasajeras y nos ocupamos en las eternas. Cuando vamos por las calles, vemos como la gente vive en el afán de este siglo; eso nos debe llevar a ver a esas almas con amor, sabiendo que no se han dado cuenta de que sus vidas se encaminan a la perdición eterna. Sí vemos que la gente busca las cosas de este mundo, procuremos entonces apercibirlas con perseverancia, cada uno de nosotros podríamos ser cualquiera de ellos y no somos en ninguna manera mejores que ninguno. Pongamos pues el ejemplo de una vida libre de la esclavitud mundanal, con firmeza y plena convicción de que no pertenecemos a este mundo, amando las cosas celestiales y persuadiendo a la personas a que se vuelvan de sus malos caminos, “Como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios” (2 corintios 5:20)

Para muchos la vida cristiana es imposible de vivir, cuando en verdad confrontan las enseñanzas de Jesús, simplemente se apegan a la idea de que “nadie podría vivir así” y algunos otros piensan que quizá “Jesús no quiso decir lo que dijo”. Y es que en verdad no suena fácil para el mundo: “amar a los enemigos”, “no resistir al que es malo”, “no enojarnos”, “aborrecer a nuestros familiares”, “poner la otra mejilla”, etc. (Léase el Sermón del Monte, Mateo 5,6 y 7)

Eso es difícil de poner en práctica cuando nuestra mirada está puesta en las cosas de este mundo, porque el pensamiento mundano no comprende dichas enseñanzas, busca lo suyo propio y preservar la vida, el favor de los demás, el honor de esta vida. Sin embargo, cuando hemos renunciado a lo que el mundo nos ofrece, al egoísmo, a la impiedad, a las preocupaciones, a las posesiones y a la comodidad y buscamos mejor servir a Dios dejando todas esas cargas tan pesadas y difíciles de llevar, es entonces cuando Sus enseñanzas se hacen sencillas y ahora encontramos descanso para nuestras almas (Mateo 11:28-30)

La gracia de Dios se manifestó en nuestras vidas para librarnos de la esclavitud del pecado y no vivir más así; el favor de Dios nos enseñó a renunciar a la maldad y a los deseos mundanos, para vivir en este mundo en contra de la corriente establecida por el pensamiento humano, no acoplándonos al sistema, no conformándonos a lo que este siglo ofrece, sino viviendo justamente, con rectitud y devoción a Dios. Cristo nos redimió de toda iniquidad, nos limpió completamente, para que ahora seamos su pueblo y estemos en gran manera deseosos de hacer el bien (Tito 2:11-14) imitando en todo a nuestro Señor y Redentor.

Somos llamados a hacer el bien en este mundo, y aunque el mundo nos haga el mal, debemos pagar con bien. Dios nos creó con ese propósito, servirle haciendo buenas obras, siendo instrumentos del bien en este mundo lleno de tinieblas, corrompido por el mal (Efesios 2:10)

¿Son importantes las obras?

 En el juicio de las naciones (Mateo 25:31-40) se nos muestra que Dios tomará en cuenta las obras que llevemos a cabo en este mundo, sean buenas o malas: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, brindar alojamiento y hospitalidad al desamparado, abrigar al que tiene frio o escases de vestido, visitar a los enfermos, a las viudas y encarcelados. Cristo nos da a entender la importancia de hacer lo anterior al mencionar que sí hacemos esto a cualquier persona es como si al Él lo hiciéramos (lo hicimos para Él) y sí a ellos no lo hiciéramos, a Él tampoco lo hicimos. En esta vida pues, caminamos por la senda estrecha que nos guía en contra de este siglo maligno, progresamos por este sendero angosto, aprendemos en las pruebas y en los problemas, y aunque encontramos dificultades y adversidades, sabemos que este camino de sufrimiento fue preparado por Dios para que de esa manera se manifestaran los que verdaderamente desean ir hacia Él y estar con Él dejando este mundo. Nuestra esperanza está en Cristo y a pesar de la aflicción que tenemos en este corto tiempo, nos alegramos con gozo inefable y glorioso. (1 Pedro 1:6-8)

Nuestra norma de vida es distinta a la del mundo

No deseamos las cosas de este mundo, no le damos preferencia a los lujos en bienes materiales, creemos firmemente que debemos “guardarnos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” (Lucas 12:15). Evitamos estar preocupados por tener o poseer, de hecho creemos que nada de lo que tenemos es nuestro, por lo cual, sí somos despojados de algún bien material, eso no nos causa molestia ni tristeza, “No tenemos nación alguna en esta tierra, Por lo tanto podemos despreciar las posesiones terrenales.” (Clemente de Alejandría – 195 d.C.)

El mundo ha puesto su mirada en las cosas terrenales y se preocupa por el día de mañana, aun cuando ni siquiera saben si despertarán al día siguiente. Las personas buscan amontonar riquezas, como si eso les asegurara algo, sólo gozan de placeres pasajeros y superfluos que no llenan el vacio que aún sienten en el interior de su ser; Cristo enseñó claramente acerca de la riquezas, Él dijo que sería muy difícil que los que confían en las riquezas entren al Reino de Dios, que no se puede servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo, que no hagamos tesoros en la tierra donde todo perece, que no nos preocupemos por el día de mañana, que no pongamos nuestro corazón en el dinero.

“Todas las cosas materiales corrompen el alma de aquellos que las poseen, y los extravían del camino verdadero, Cristo describió a la riquezas como un peso del que debemos despojarnos, el cual debemos ver como una enfermedad peligrosa y fatal” (Clemente de Alejandría – 195 d.C.) Los lujos y los goces pasajeros del mundo te arruinan (Comodio – 240 d.C.)

No seguimos las modas que por este mundo fueron inventadas, nuestra forma de vestir debe ser piadosa y diferente a la del mundo, buscando la sencillez y la modestia, no adquiriendo ropa costosa. Debemos suprimir toda preocupación por el vestir y rehusarnos al vestido extravagante, “La ropa se es necesaria únicamente para cubrir el cuerpo y protegerlo del frio. Siendo que este es el propósito, la ropa de la mujer debe ser de una forma y la del hombre de otra, porque ambos deben cubrirse.” (C. de A. – 195 d.C.) Debemos guardarnos de exhibir partes del cuerpo indebidamente y ser tropiezo a nuestro prójimo. Cipriano  (250 d.C.) escribió: “Pero el autocontrol y la modestia no consiste sólo en la pureza de la carne, sino también en la apariencia y modestia del vestido y los adornos.” Muchas personas para justificar su vestido indecente y provocativo dicen: “Dios ve el corazón”, y es cierto que Dios ve el corazón de las personas, pero también Cristo dijo que lo que vemos externamente en una persona, es el reflejo de lo que hay en su corazón. Sí vestimos como el mundo viste (con impiedad, poniendo en tentación a nuestro prójimo) es porque nuestro corazón está contaminado (Leer Lucas 6:45) y no tiene amor, porque al dar pie a que nuestro prójimo nos codicie, no le estamos amando y no estamos obedeciendo a uno de los mandatos de Dios: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31). Sí, Dios ve el corazón y sabe en cuales abunda la perversidad.

También nuestra manera de hablar debe ser distinta a la del mundo. No damos preferencia a cualquier argumento que esté por encima de la verdad, estamos en contra del engaño y en cambio siempre estamos de acuerdo con la verdad, por lo cual dice la Palabra de Dios: “Desechando la mentira, hablen verdad cada uno con su prójimo.” (Efesios 4:25) La vieja naturaleza nos guiaba por un camino de engaño, veíamos a la mentira como algo común y corriente, algo que no era tan malo, algo normal; con mucha facilidad las personas mienten, en este tiempo el engaño ya no reprende tanto a las conciencias de los seres humanos. Pero sí antes mentíamos, lo dejamos de hacer, seguimos ahora un camino renovado y nos hemos revestido de un “nuevo hombre.” (Colosenses 3:9,10)

El apóstol Pablo Escribió: “El conocimiento envanece y el amor edifica” nuestra manera de hablar debe estar fundamentada en ese principio, evitando que nuestro hablar surja de una mente envanecida que exprese vanas palabrerías como la de los hombres cegados y privados de la verdad por el orgullo y la dureza de sus corazones: “Y no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente , teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza” (Efesios 4:17-19,) y dice también: “En los cuales (los que se pierden) el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (Ver también 2 a Timoteo 3:8)

Nos expresamos con sencillez y sinceridad, sí decimos que si, es si;  sí decimos que no, es no. No juramos en ninguna manera porque no somos dueños de nada, ni siquiera de nosotros mismos (Mateo 5:33-37). El mundo se ha acostumbrado a “mentir” y es algo muy común en la actualidad, las personas prefieren mentir para librarse de un problema, sin tomar en cuenta que al hablar con engaños se les vienen más problemas y el más grave de todos es que “Todos los mentirosos tendrán su parte en el lago de fuego.” (Apocalipsis 21:8) Siempre es mejor decir la verdad y hablar con sinceridad de palabra, aunque a veces la verdad que tengamos que decir sea dura y difícil de enfrentar, incluso sí estamos en alguna situación en la que decir “la verdad será causa de odio” (Tertuliano) debemos decirla, la verdad es la que nos hace libres (Juan 8:32) la verdad es Cristo, dirigiéndonos siempre con la verdad hacemos que el enemigo se avergüence y no tenga nada malo que decir de nosotros (Tito 2:7-8) y aun cuando hablen toda clase de mal contra nosotros mintiendo, debemos gozarnos y alegrarnos (Mateo 5:11,12)

Hablamos pues en todo momento conforme a la verdad y dejamos de lado palabras deshonestas, no hablamos solamente por hablar, sabiendo que de cada palabra ociosa que salga de nuestra boca, daremos cuenta a Dios (Mateo 12:36-37) y que la manera en que nos expresamos da testimonio a los que viven en tinieblas de que no pertenecemos a este mundo: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y todas las detracciones.” (1 Pedro 2:1)

Los excesos del mundo que llevan a la idolatría

Fuimos libertados por Cristo de una vida en esclavitud, rendida al pecado y a la auto preservación, el fruto de esa vida estaba basado en agradar a los demás, proveyendo para nuestra carne, buscando satisfacer nuestros propios deseos: fiestas, malos pensamientos, diversión, perversidad, derroche, afanes de la vida, embriaguez, glotonería, autodestrucción y montones de idolatrías (1 Pedro 4:3). De todas estas cosas nos tenemos que avergonzar y debemos aborrecer ese tipo de vida, porque el fin de todo eso es muerte (separación eterna de Dios) “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” (Romanos 6:22)

Cristo mismo enseñó acerca de esto en el evangelio de Lucas 21:34 donde dice: “Mirar también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonerías y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.” Esto nos dice que el corazón del hombre puede inclinarse con facilidad a los placeres mundanos; de tal manera que necesidades básicas como la comida (por poner un ejemplo) puede convertirse en un ídolo; porque un ídolo no sólo es un monumento construido de oro, plata, bronce, piedra o madera al que se le rinde culto, sino cualquier cosa que ocupe nuestro corazón aparte de Dios. Cualquier cosa en este mundo se puede convertir en un ídolo y sabemos que la idolatría es uno de los pecados más aborrecidos por Dios.

Por eso el apóstol Pablo haciendo referencia a la “comida, bebida y el juego” escribió en 1 a corintios 10:7 y 10:14 “Por lo tanto, amados míos, huid de la idolatría”. Esto concuerda con lo que escribió es apóstol Juan con relación a este tema y haciendo énfasis en que los que tienen verdadera fe en Cristo vencen al mundo (con todo y sus deseos) diciendo: “Hijitos, guardaos de los ídolos, Amén.” (Leer 1 Juan 5:4, 5, 18, 19, 20 y 21)

Conclusión

“Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”
(1 tesalonicenses 5:6)

Vivimos en este mundo pasajero sin pertenecer a la norma de vida que en él prevalece, tenemos las instrucciones de vida que debemos seguir en la Palabra de Dios, la cual nos ayuda a no depender de lo que este sistema mundano ofrece, logramos renovar nuestro entendimiento de las cosas gracias a la misericordia del Señor que nos llamó a salir de este mundo, recordándonos que fuimos creados por Él con el propósito de servirle. Y así, conociendo Su voluntad, vivir para agradarle y ser  instrumentos del bien en este siglo malvado, siendo luz, demostrando a los demás con base en el testimonio (acciones) que es posible  dejar de vivir rendidos a la esclavitud, conforme a los deleites de este mundo.

Fuimos libertados del mal por Jesucristo y decidimos renunciar a las pasiones vanas que llevan a la perdición (1 Pedro 1:18,19); no queremos parecernos al mundo en nada, sino sólo imitar al que es digno de toda obediencia, a nuestro Rey y Maestro amado, quien gracias a la manifestación de Su bondad, gracia y misericordia nos enseña que: “Renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” (Tito 2:11-14) Amen.

Por Pedro Santos


domingo, 18 de mayo de 2014

La doctrina de la separación


Definición de términos:

Doctrina es aquel conjunto de ideas particularmente religiosas, sociales o políticas que unen en un grupo a las personas que la profesan. Doctrina también puede ser entendida como “enseñanza”.

Separación es la acción y efecto de separarse. Algunas otras definiciones dicen que separación es Hecho de separar o separarse dos o más cosas.
En la Biblia notamos el significado de separación a través de los siguientes ejemplos:

2 Corintios 6:17,18

Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

El apóstol Pablo animó a los corintios a separarse de las cosas de este mundo, apartarse de aquellos que prefieren servir al príncipe de este siglo corrupto, pues de esa manera seremos recibidos como hijos por Dios. Sí no hay una separación de lo antes mencionado, no debemos ni soñar con ser o llamarnos hijos de Dios.

Romanos 12:2

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Hacer la voluntad de Dios es lo que nos lleva a separarnos de las costumbres y tradiciones mundanas. Conformarse a este siglo y a lo que nos ofrece es declarar que Dios no es importante para nosotros. No debemos acoplarnos al mundo, debemos mantenernos separados en todo aspecto carnal y espiritual del mismo. Aquellos que piensan que tenemos que volvernos como el mundo para poder “ganar almas” están en un error, debemos ser diferentes al mundo, ser luz, ser la sal de la tierra, dando verdadero testimonio de la vida cristiana con nuestras acciones basadas en los mandatos del Señor. Por lo tanto, el apartarse e ir a vivir alejados de la sociedad también es incorrecto, pues viviendo ocultándose del mundo ¿Cómo seremos la luz del mundo? (Mateo 5:14-16) la separación no hace referencia a alejarnos de la sociedad, sino de vivir un estilo de vida diferente, apegado a las sencillas enseñanzas de Jesús, vivir con un modo de pensar y sentir distinto, demostrando con nuestras buenas obras de justicias que se puede vivir a la manera que Dios manda, por eso es que “el espíritu da testimonio”.

Lucas 16:26

Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.

Aquellos que mueren antes del juicio venidero, van a un lugar en el que esperan dicho juicio de Dios, después de la muerte material hay una separación, esa separación viene desde la vida terrenal, es decir, los que hicieron lo malo (en vida) esperan condena en aquel lugar de tormento; pero los que hicieron lo bueno ante los ojos de Dios, esperan vida eterna (según Jesús, ese lugar de espera es el paraíso) No esperemos que en el día en que muramos habrá tiempo para arrepentirnos, es ahora cuando debemos dejar nuestros malos caminos; la separación es desde ahora y para siempre, antes y después de la vida actual.

Mundo es el sistema de vida material y físico controlado por satanás (Lucas 4:5-8) que obra contra Dios y envuelve a la humanidad en incredulidad y desobediencia ofreciéndoles deleites pasajeros.

1 Juan 2:15-17

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Hay una separación entre las cosas de Dios y las cosas del mundo, la principal diferencia es que las cosas del mundo perecerán, en cambio, las cosas de Dios permanecerán para siempre. Muchos se hacen a la idea de que pueden tener a Dios y al mundo al mismo tiempo; sin embargo, ese tipo de pensamiento ha dado origen a un “cristianismo falso”, una vida fácil y cómoda en donde sin importar cuánto ames al mundo, se piensa que Dios te seguirá considerando como a uno de Sus hijos; ese es uno de los más grandes engaños en este tiempo y el diablo es el que ha estado obrando para que ese engaño siga expandiéndose en la humanidad, tristemente muchos lo creen y se están perdiendo. O somos del mundo o somos de Dios, fríos o calientes, Dios aborrece la tibieza, Dios quiere ocupar todo nuestro ser, Él quiere nuestra vida entera, no pensemos que Él pasará por alto que alguna cosa ocupe parte de nuestro corazón (aunque esa cosas ocupe un pequeño espacio) Dios quiere todo, y de hecho Él es digno de todo, todo es de Él. Contrario a lo que se enseña en las iglesias denominacionales, el Señor quiere que vivamos en santidad (1 Pedro 1:15) ser apartados para Él, vivir dispuestos a ser Sus instrumentos en este mundo, consagrados en plenitud a Su voluntad. No podemos ser santos en toda nuestra manera de vivir, si nos ocupamos en las cosas que este mundo ofrece.

Verdades que gobiernan a la separación del mundo

El orden establecido por Dios

Desde que Dios creó al mundo Él ha establecido un orden, por medio de Su infinita sabiduría el Creador de todas las cosas acomodó cada aspecto de Su creación de manera perfecta, sin errores, todo lo hizo con un exacto propósito. Este orden también lo estableció al crear al género humano y desde el principio, cuando el hombre decidió seguir su propio camino rindiéndose al diablo, dejando a un lado el señorío de Dios, se estableció el orden en la relación entre Dios y los seres humanos. Adán murió por su desobediencia, es decir, se separó de una relación directa con Dios, esto trajo una separación entre Dios y los hombres (Génesis 3)

Dios gobierna en el cielo y Él tiene el control sobre todo el universo, todo funciona gracias al poder del Señor. Y de la misma manera en que Dios hizo los cielos y la tierra, también los deshará (2 Pedro 5:7). Dios tiene el control sobre la humanidad, de su existencia y muerte Él dispone, vemos que en Hechos 17:26 dice: Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; y también dice en Deuteronomio 32:8 que “Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, Cuando hizo dividir a los hijos de los hombres, Estableció los límites de los pueblos Según el número de los hijos de Israel.”

Aunque el mundo le ha entregado potestad al maligno para ser el príncipe de este siglo y gracias a eso el diablo tiene poder en este mundo, aun así, Dios tiene el control sobre todas las cosas, e incluso satanás le ha de dar cuentas (Job 1:6,7). También existe un orden establecido en las cosas venideras, sabemos acerca de esto gracias a Su Palabra revelada a todos por Su gracia. La ley de Dios permanecerá igual mientras exista el cielo y la tierra, no cambiará ni siquiera en un punto, hasta que suceda todo lo que tiene que suceder (Mateo 5:18)

El pecado trae separación de Dios

Hubo y habrá siempre una separación entre los ángeles del cielo por causa de aquellos que no se conformaron al orden establecido por Dios En Isaías 14:12-15 dice: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.” Satanás quiso ser como Dios, pretendió estar al mismo nivel y aun superar al Señor, sin embargo, fue atrapado en su astucia y condenado para siempre, vemos ahí también una separación, que está vigente hasta nuestros días. Dios no perdonó a los ángeles que pecaron y los desterró de Su Reino celestial (Ver 2 Pedro 2:4 y Judas 6)

En el nivel humano (en esta tierra), viven los que pertenecen al pueblo de Dios y los que pertenecen al mundo. Por causa de la desobediencia del hombre (Génesis 3) fue necesario establecer una separación, primero en la relación de Dios con el hombre, después entre los mismos hombres, refiriéndonos a los que obedecen a Dios y a los que han decidido darle la espalda. La desobediencia de Caín trajo un pueblo lleno de maldad que vivió separado de Dios (Génesis 4:16-24 y 6:1-7) a diferencia de la descendencia de Set, en la cual vemos el ejemplo de hombres justos y obedientes a Dios como Enoc, Noé y Abraham. Un pueblo que no ha pertenecido nunca a este mundo (Juan 15:19)

Dios obra en la separación de Su pueblo

El pueblo de Dios está formado por los que gracias al Señor han salido de las tinieblas y ahora pertenecen a la luz (la vida en Cristo) Dios nos adquirió como Su pueblo (1 Pedro 2:9) para enseñarnos cómo vivir en este mundo, por esa razón mandó a Su Hijo, para que este nos diera testimonio de la verdad de Dios (con el ejemplo) “Síganme” dijo el Señor Jesucristo. Poniendo en práctica sus sencillas enseñanzas podemos vencer al mal y nunca veremos muerte, porque Él ya venció a este mundo y a la muerte. Dios nos recibe como Sus hijos cuando a través de Cristo vivimos como lo indica Su voluntad, Jesús vino a eso, a comunicarnos cuál es la voluntad agradable de Dios Padre.

El pueblo de Israel fue elegido por Dios, todo el linaje de Abraham se jactaba de ser hijos de Dios, sin embargo, cuando Dios mandó a Su Hijo a este mundo, el mundo no le conoció, a los suyos vino y los suyos no le recibieron, le rechazaron, le desconocieron….A estos no se les puede considerar hijos de Dios, porque como escribió el apóstol Pablo: nadie es hijo de Dios por el simple hecho de pertenecer a una raza (Romanos 9:8) el pueblo de Dios dejó de ser únicamente los israelitas. Cuando Cristo vino a rescatar a los seres humanos de la esclavitud a la que nos tenía sometidos satanás, el Reino se abrió para todos: judíos, griegos, gentiles y de cualquier raza, porque el Señor no hace acepción de personas (Hechos 10)

Dios nos llamó a ser salvos de esta perversa generación, a separarnos de aquellos que viven en impiedad, a no estar en el mismo sentir en parecer y mente con aquellos que siguen al maligno; los que han decidido escuchar a Dios, han encontrado el camino de la verdad y ahora logran discernir entre la luz y las tinieblas, porque tomaron la decisión de hacer lo bueno ante los ojos de Dios y dejar el mal camino.

Conclusión

Hablamos de un estándar elevado, muchos se dicen ser pueblo de Dios pero viven como el mundo, y no se diferencian de los demás. Los cristianos verdaderos viven esforzándose cada día a vivir como es debido y agradable al Señor, van por la senda angosta tomando su cruz, eso no suena muy fácil y en verdad no lo es, este camino es difícil, no es agradable a la carne, sino que hay sufrimiento. Vivimos como extranjeros en un lugar que no es nuestro hogar, estamos de paso, avanzando como peregrinos hacia nuestra patria celestial, predicando el evangelio del Reino y manteniéndonos sin mancha del mundo (Santiago 1:27) siendo libres de la esclavitud.

Por Pedro Santos

lunes, 12 de mayo de 2014

El evangelio moderno

(Breve análisis en comparación con el evangelio verdadero)



A través del estudio de las escrituras nos hemos dado cuenta de que el evangelio que se predica en la mayoría de las iglesias de la actualidad, no concuerda con lo que enseñó nuestro Señor cuando vino a esta tierra, ya que sólo se han tomado partes de la Biblia para fundamentar su mensaje y hacer un cristianismo más cómodo y fácil a la carne.



Durante años se ha predicado que se debe “aceptar a Cristo” en el corazón… tomando versículos del llamado camino de Romanos; la mayoría de ellos fuera de contexto, que nos llevan a vivir y a creer un evangelio ablandado que nos lleva a una “nueva vida” pero arrastrando algunas cosas del viejo hombre. 

El pasaje central de este evangelio es Romanos 10:9 -10,13 “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” v.13 “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

En este pasaje dice que si confesamos que Jesús es el Señor y lo creyeras en tu corazón, serás salvo, y que sólo hace falta invocar el nombre de Señor para ser salvo, pero ¿Qué significa confesar que Jesús es el Señor?, ¿Es sólo decir por medio de una oración: “Tú eres mi Señor”? o ¿Es guardar sus mandamientos para así poder confesar que Jesús es mi Señor, haciéndolo el Señor de nuestras vidas?

Cómo podemos decir que Jesús es nuestro Señor, sí Él no gobierna nuestras vidas, sí no es mi Amo o el Capitán de toda nuestra vida. En estos días se dice que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo, lo cual está escrito también en Hechos 2:16-21 “Más esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

Y dice claramente en el v.18 que esta promesa sería para sus siervos y sus siervas (gente que sirve a su Señor) a ellos sería derramado el Espíritu Santo y todo aquel que invocara el nombre del Señor sería salvo (de esta perversa generación, del pecado, de una vida impía, es decir, será libertado de la maldad), ahora más adelante en el versículo 38 “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” Vemos al apóstol Pedro diciéndoles: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo…¿Por qué no les dice que acepten al Señor Jesús en sus corazones para ser salvos? ¿Por qué los llama al arrepentimiento, Si lo único que debían hacer era invocar su nombre…?

Porque la suma de su palabra es verdad y porque el mensaje que Jesús predicó no fue el sólo “aceptarle”, Jesús nunca llamó a las multitudes a aceptarle ¿o sí? No, el mensaje de Jesús fue el arrepentimiento y el llamado a tomar LA CRUZ. 

El mismo Señor Jesús dice en Mateo 7:21 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” Ahí nos dice claramente quienes entrarán en el reino de los cielos “los que hacen la voluntad de Su Padre”, “No el que sólo le dice Señor, Señor”, ni tampoco el que sólo dice “creo en Él”, sino el que hace su voluntad, pues también en Santiago 2:19 dice: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. Dice que aún los demonios creen y no por eso son salvos, ¿verdad?

Durante todo su ministerio nunca vemos a Jesús invitando a la gente a aceptarle o a invocarle, le vemos llamando a la gente al arrepentimiento y a seguirle, tomando la cruz, Mateo 4:17 “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” Jesús siempre estableció estándares más altos para poder seguirle y ser salvos. Lo vemos en Mateo 10:38 “y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.”

Jesús llamaba a la gente a tomar su cruz para ser dignos pero ¿Qué es tomar la cruz? Esta pregunta se contesta con las siguientes preguntas: ¿Para qué sirve una cruz? ¿No es acaso para matar la carne? La cruz sirve para perder nuestra vida, en ella. Lo vemos en Lucas 14:26 “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo”, Jesús nos llama a aborrecer nuestras vidas, a dejar de vivir para nosotros mismos, la cruz representa el dejar cosas que nos agradan (modas, televisión, cine, joyas, nuestros derechos como individuos, estabilidad económica etc.) , la cruz nunca es cómoda, ni agradable, pero nuestro Maestro nos pidió llevarla, pues quien no la lleva, no es digno de Él. El Señor pide una RENUNCIA a nuestras vidas, no únicamente que lo aceptemos y recibamos en nuestros corazones, si decimos que le aceptamos, esto conlleva también aceptar lo que Él nos pide, Dios demanda nuestro corazón y vida, una vida fuera del dominio de este mundo, una vida apartada del mal.

Nos hemos encontrado con mucha gente que dice “ser cristiana” pero niega que se pueda llevar una vida en santidad y perfección. ¡Qué dicen! ¿Se puede? La biblia nos pide esto para poder ver a Dios y ya que Dios es un Dios justo, no pide cosas que no podamos hacer ¿o sí? Claro que no, en Mateo 5: 48 dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”, vemos a Jesús diciéndonos que seamos perfectos, y no como este mundo ve la perfección (en donde no se comete un error o equivocación) sino como Dios ve esa perfección (andando en la luz que tenemos y poniendo en práctica lo que ya sabemos de su Palabra, de esa manera Su sangre preciosa nos limpia (1 Juan 1:7)), en 1 Pedro 1:15 podemos leer: “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;” es decir que seamos santos en nuestra manera de vivir en este mundo, y en Hebreos 12:14 nos dice el apóstol Pablo que sin santidad nadie verá al Señor, ¿Estarán estos versículos sólo como una recomendación a ser santos, esto es, apartados para Dios? O ¿Es este un requisito para poder ser salvo y entrar al cielo? 

Ya que el Señor nos dice en Juan 8:34-36 que el que hace pecado es esclavo del pecado y no es libre, pero que sí el Hijo (o sea Jesús) nos libertare seremos verdaderamente libres ¿libres de qué? No es acaso del pecado, en 1 Juan 3:5 nos dice que el que peca no le conoce pues el que es nacido de Dios, no practica el pecado. ¿Se podrá ser un cristiano verdadero si vivimos pecando?, No decimos que en la vida cristiana no exista el pecado, pues vemos a personajes de la Biblia que fueron conforme el corazón de Dios y aun así llegaron a pecar, pero en todos ellos fue la excepción y no la regla, siendo por descuido u omisión. (A eso nos referimos con esforzarnos, no a ganarnos la salvación, sino a vivir a diario en lucha irrevocable y sin rendición al pecado caminando por la senda angosta que lleva a la vida). En el cristianismo que se predica hoy en día eso no es tomado en cuenta, toman versículos como 1 Juan 2:1 donde dice: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” Dice claramente abogado, ¿Cada cuando se ocupa un abogado? ¿¡¡Diario¡¡?, ¿No es cada que se tiene un problema?, es decir de vez en cuando, dice abogado, no niñera para estarnos levantando cada que caemos; Además la idea de un abogado para con el Padre se ha distorsionado y se piensa que Jesús aboga por nosotros apaciguando al Padre que está airado contra nosotros y que quiere castigarnos a como dé lugar, sin embargo esa idea no concordaría con la Trinidad; Cristo aboga por nosotros junto con el Padre en contra del acusador (Apocalipsis 12:10)...

También dicen que en 1 Juan 1: 9 “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Será que el que peca todos los días está realmente arrepentido de ofender a Dios y será justo que se le perdone cada que lo hace. Es como si un niño arrojara una piedra por tu ventana y la estrella, viene llorando pidiendo que le perdones, decides hacerlo, el niño se limpia las lagrimas y se va… a los dos minutos escuchas de nuevo otro golpe en la ventana, el mismo niño llorando pidiendo perdón, y le dices: está bien pero no lo vuelvas a hacer, a los diez minutos otro ruido, no puede ser ¿el mismo niño? Si… él de nuevo pidiendo perdón, ¿Está ese niño arrepentido de estrellar tu ventana? Nooo, porque lo sigue haciendo, así mismo es con el ser humano y el cristianismo moderno, se dicen ser salvos o cristianos, pero viven en constante rebelión contra Dios, sólo que la única diferencia es que piden perdón todos los días, este es el resultado del evangelio de “acepta a Cristo”, gente que sigue pecando pero pidiendo perdón todos los días. Aun cuando en Hebreos 10:26 dice: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados”. Y en Romanos 6:1-3 dice “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?, En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?....

Permanecemos en Cristo “obedeciéndole” no sólo aceptándole, confesamos a Jesús por medio de nuestras vidas (entregadas a Él) no diciendo (sólo con palabras) que creemos en Él, es imposible amar al Señor sin obedecerlo. 

Jesucristo sencillamente dijo estas palabras: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama, sí guardan mis mandamientos permanecerán en mi amor, porque ustedes son mis amigos sí hacen los que yo les mando” (Juan 14:21 y 15:10,14)


“Y él mismo será mi salvación, Porque no entrará en Su presencia el impío”…. (Job 13:16)

Escrito por Pedro Santos y Marisol Jiméne
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