“Por la fe Abel”
“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente
sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando
Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.” (Hebreos 11:4).
El primer hombre mencionado en la lista de
la gran nube de testigos lo reconocemos como el primer mártir por su fe.
Conocemos muy poco sobre de los detalles de su vida. Los estudiosos de la
Biblia ofrecen numerosas especulaciones sobre su edad y sobre otras
comparaciones con su hermano Caín. Dios no debe haber considerado estos asuntos
importantes, o Él nos los hubiera revelado. Él nos permite examinar a través
del registro divino para encontrar la verdad pertinente por nosotros mismos.
Notemos algo muy importante aquí. De todos
los Héroes en Hebreos 11, sólo Abel tiene la distinción de ser llamado justo.
El mismo Señor Jesús también lo llamó justo en Mateo 23:35. ¿Significa esto que
él fue el único justo entre la nube de testigos? Difícilmente.
El significado de llamar al primer “Héroe”
justo, podría sugerir el afán de Dios de mostrar lo que la fe hace por las
personas. Dios declara a Abel justo como un precedente para todos aquellos que
ponen su fe en Dios y que viven por esa fe. Por ejemplo, la Biblia se refiere
aquí y allá a otras personas que han obtenido una posición similar. Noé “fue
hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7). “Creyó
Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” (Romanos 4:3). Podemos también
poner nuestros nombres en la lista si ejercemos la fe personal adecuada en
Dios. Eso es lo que Romanos 5:1 dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos
paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”
¿Estamos haciendo esto lo suficientemente
personal? El glorioso mensaje para ti y para mí es este: “Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no
por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas”. (Efesios 2:8-10). La oportunidad de la misma aceptación
de Dios está abierta para todos los que ejercen la fe de la misma calidad que
Abel ejerció.
Este principio de la fe debería motivar
nuestras vidas. Por medio del Sacrificio de Cristo y del Espíritu Santo, existe
una provisión ya dispuesta para nosotros para que podamos negarnos a nosotros
mismos, crucificar nuestra carne, tener la victoria, y andar en las buenas
obras que Dios ha ideado para nosotros. Sólo falta nuestra respuesta a las
exigencias de Dios sobre nuestras vidas, y nuestra confianza absoluta e
infantil en Él. ¿Lo estamos haciendo así?
“Abel. . . Alcanzó testimonio
De que era Justo”
“Y Abel trajo también de los primogénitos de
sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su
ofrenda; pero no miró con agrado a Caín
y a la ofrenda suya.” (Génesis 4:4, 5).
Abel, el primer individuo nombrado en la
gran nube de testigos, vivió por la fe. Hebreos 11:4 ofrece dos elogios básicos
del fiel Abel. El primero de estos (que es el tema de ésta y de la siguiente
sección) es que él “alcanzó testimonio de que era justo”.
¿Cómo es que Abel alcanzó tan notable
testimonio? El ofreció un sacrificio que Dios podía aceptar. La Biblia
contrasta su ofrenda con la de su hermano Caín. ¿Qué hizo la diferencia?
¿Fueron las diferencias de su oficio? El breve registro de Génesis 4 nos dice
que Abel era pastor de ovejas, y Caín era labrador de la tierra. Mucha gente en
aquellos días probablemente tenía una de estas dos ocupaciones. Dios no
consideró a cualquiera de las dos superior sobre la otra; Caín pudo traer un
sacrificio tan aceptable como el de Abel.
¿Acaso el error de Caín se halla en traer del fruto de la tierra en
vez de traer un sacrificio de sangre para su ofrenda? Tenemos buenas razones para creer que este
era un factor. Pero ¿Acaso Dios
consideró solo esto? Supongamos que Caín hubiera traído un animal perfecto tal
y como Dios lo había prescrito. ¿Habría estado todo bien?
¿Qué quiso decir Dios cuando le preguntó a
Caín, “Si bien hicieres…”? ¿Acaso Dios limitó su significado al sacrificio, o
Él incluía al hombre completo?
Evidentemente Él ve a ambos: al hombre y a la ofrenda del hombre. “Y miró
Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la
ofrenda suya.”
¿Cuál es más importante para Dios? La
primera y correcta respuesta es el hombre. ¿Será entonces que la ofrenda no
importa para Dios, si el hombre es aceptable? La respuesta a esta pregunta nos
da un importante principio espiritual.
Si el hombre es recto y justo, el traerá un sacrificio recto y justo. El
trato de Dios con Caín ilustra mejor este punto. ¿En dónde empezó Dios a
trabajar con Caín? Él no se dirigió a la ofrenda. Él se dirigió al hombre – a
Caín, que estaba endurecido (ensañado) y con su semblante decaído.
Un factor básico para ser justo es tener un esfuerzo honesto en hacer lo recto. La fe que agrada a Dios siempre produce acciones
rectas, no sólo palabras. Dios lo declaró de esta manera en relación con
Abraham en Santiago 2:22- “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus
obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” Abel trajo una
ofrenda aceptable porque su corazón era recto.
¿Es mi corazón recto para con Dios? ¿Estoy
presentando mi cuerpo “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es [mi]
culto racional.”? ¿Estoy permitiendo que
Él me purifique de cualquier pensamiento impuro, de cada motivo insincero, y de
cada actitud no santificada? Si algún
día quiero pararme en justicia delante de su santo trono, tengo que vivir hoy
en justicia delante de Él.
“Abel… trajo de
Los primogénitos de sus ovejas”
“Dios es Espíritu; y los que adoran, en
espíritu y en verdad es necesario que le adoren.” (Juan 4:24).
Examinando más a Abel y a su sacrificio,
podríamos preguntarnos cuáles eran sus intenciones. ¿Acaso el pretendía ganar
un nombre para sí mismo y/o ganarse el favor de Dios, por medio de ofrecer un
animal de primera categoría? ¿Acaso estaba deseando exaltarse a sí mismo? No.
Sabemos que tenía razones más profundas que eso.
Abel trajo una ofrenda aceptable porque su
corazón era justo y recto. Sin duda alguna él sabía que un sacrificio aceptable
requería de sangre. Probablemente comprendió que Dios había derramado la sangre
de los animales para vestir a Adán y a Eva después de haber pecado. Sin
embargo, él comprendió, no solamente qué tipo de sacrificio traer, sino también
cómo traerlo.
Podemos estar seguros de que Abel vino en
reverencia. Su corazón era como su sacrificio: excelente. Él sabía que Dios es
digno de lo primero y de lo mejor, pero que él mismo (Abel) era indigno.
El corazón preparado adecuadamente, junto
con el sacrificio que ofreció adecuadamente, cualificó a Abel para ser llamado
justo. Su ofrenda mostró su fe en el Redentor venidero que sería su sacrificio
perfecto. Su fe en el Redentor mostró la única base para la justicia ante Dios.
Abel se convirtió en un pionero de los fieles. El demostró lo que es la
verdadera adoración. Así, Abel está a la cabeza de una larga línea de hombres y
mujeres que adoran.
¿Estamos siguiendo las pisadas de Abel? ¿La
adoración tiene prioridad en nuestras vidas? Si queremos estar entre los justos
de nuestros días, debemos sentarnos diariamente a los pies de Jesús e
inclinarnos ante el trono de su gracia. La adoración en el hogar debe ser
constante e inspiradora. Reunirnos con los santos como hermandad debe ser tan
importante para nosotros que de hecho rara vez lleguemos tarde o estemos
ausentes.
“Y muerto, aún habla por ella”
“Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu
hermano? Y él respondió: No sé, ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y Él le
dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la
tierra” (Génesis 4:9,10).
El justo Abel murió una muerte cruel en
manos de su airado hermano. ¡Pero su muerte no fue su final! La segunda parte
del elogio divino (que es el tema de estas dos últimas secciones sobre Abel)
confirma que Abel sigue vivo.
¿Puede un hombre muerto hablar? ¿Qué quiere
decir Dios cuando dice que Abel todavía habla? El mensaje obvio era que Abel
había obtenido justicia por la fe. La sangre de este hombre muerto también
estaba clamando que la muerte no es el final. ¡Qué manera vívida de Dios para
declarar que la vida no termina cuando una persona muere! Caín no se deshizo de
Abel matándolo. Su palabra estaba todavía muy viva. Su sangre estaba clamando.
¿A quién clamaba la sangre? ¡Dios dijo que
la sangre de Abel estaba clamando a Él! ¿Qué clamaba la sangre? ¿Clamaba por
venganza? No necesariamente desde el punto de vista de Abel. Pero Dios lo vio
desde su propio punto de vista. Él vio cómo Caín había derramado la sangre de
su hermano por enojo, rechazando la acción y la actitud que Dios le había
mostrado que eran necesarias. Y Dios no miró para otro lado. Él le dio a Caín
una fuerte sentencia de castigo, señalando que no va a dejar que la sangre
inocente entre en un silencio eterno.
Apocalipsis 6:9-11 muestra además que Dios
nunca desde entonces ha mirado el otro lado.
“Vi bajo el altar las almas de los que
habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que
tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre
en los que moran en la tierra?... y se les dijo que descansasen todavía un poco
de tiempo.” En su propio tiempo y manera, Dios hará justicia y
retribución.
La muerte de Abel marcó un nuevo capítulo en
la historia de la humanidad. Desde ese día, siempre ha existido la enemistad
entre aquellos que rechazan y aquellos que persiguen el camino de la aprobación
de Dios. Esta enemistad continuará mientras que Dios permita que la justicia y
la injusticia habiten juntas.
¿Has sentido el aguijón de esa enemistad?
Tal vez has sido acusado de ser demasiado conservador, de tener una actitud de
“soy más santo que tú”, o de tener una religión de obras. Quizás algún
incrédulo que desafía a Dios ha tratado de intimidarte por tu fe. Incluso es
posible que hayas sentido (o sientas todavía, o estés por sentir) los nudillos
de un hombre airado, la impotencia de ser encarcelado, o el terror de una
cámara de tortura. La sangre de Abel clama para que continúes proclamando el evangelio
con valentía. Tu puedes “sufrir penalidades como un buen soldado de Jesucristo”
descansando en Aquel que ha dicho, “Mía es la venganza, yo pagaré.”
“La sangre… que habla mejor…”
“Sino que os habéis acercado… a Jesús el
Mediador de un nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de
Abel.” (Hebreos 12:22, 24).
Sí, la sangre de Abel clama—y continúa
clamando—que el hombre puede obtener justicia por medio de la fe, que la muerte
no es el fin, y que Dios va a vengar toda sangre inocente. En la sangre de Abel
escuchamos también un clamor de que se necesitaba una expiación futura. Dios
declaró justo a Abel. Pero Abel no se había librado a sí mismo del título de
propiedad de Satanás sobre los hombres, el cual pasó a toda la raza humana por
la desobediencia de sus padres. Él no podía hacer eso, sin importar lo bueno
que fuera o el número de sacrificios que trajo. Él fue tan lejos como lo que un
hombre antiguotestamentario podría ir, y
tuvo muerte tan noble con la que un hombre podría morir. Sin embargo el rescate
definitivo del captor Satanás no había sido alcanzado. Ahora la sangre de Abel
clama a Dios por el sacrificio perfecto que sólo el Hombre Perfecto, Jesús,
podría hacer. Y Abel habla a todos los que esperaban la redención completa y
final.
¿Cuál es entonces la palabra pertinente para
nosotros hoy? Es esta. Dios acepta a los que vienen a Él por fe. Justo después
de contarnos acerca de Abel en Hebreos 11, Dios dice, “Pero sin fe es imposible
agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan.”
Cuando las personas vienen a Dios andando en
la luz y con fe en la sangre del Cordero perfecto de Dios, el Señor Jesucristo,
Él los recibe. Cuando la gente busca a este Dios y busca agradarle, Él los
recibe. Agradarle es obedecerle. El resultado no es sólo una persona justa sino
también acciones justas. Este es el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo en
términos prácticos. Es la revelación de la actitud de Dios hacia los que le buscan
con fe.
La sangre de Abel habla mucho. ¡Pero hay una
mejor sangre que habla mejores cosas! Dios otra vez aquí nos llama a escuchar
la voz de gente como Abel y a dirigirnos al Señor Jesucristo, el Autor y
Consumador de la fe. Él era el objeto de la fe de Abel. Él debe ser el objeto
de nuestra fe para andar en la luz y recibir Su limpieza. Nuestra
respuesta de fe puede entonces agradar a Dios y darnos la aprobación delante de
Su trono.
Por David G. Burkholder
Traducido por Marco Antonio Barajas Gómez
Cantos:
Eterno Padre, cuando a Ti, Más allá de todos los mundos, por fe, me elevo, Ante tu majestad infinita, Me postro en silencio y adoro. Pero, Salvador, Tú estás a mi lado, Tú voz escucho, Tú rostro veo, Tú eres mi Amigo, Mi guía diaria, Dios por encima de todo, pero aún así conmigo. Y Tú, gran Espíritu, en mi corazón Haz tu templo día a día; El
Santo Espíritu de Dios eres Tú, Habita aún en esta casa de barro. Bendita Trinidad, en quien solamente Todas las cosas creadas se mueven o reposan. Arriba en los cielos tienes
Tu trono; Tu trono tienes también dentro de mi pecho.
—Hervey D. Ganse
Lávame, Oh Cordero de Dios, Lávame del pecado; Por Tu sangre expiatoria, Oh, hazme limpio; Púrgame de toda mancha, Déjame Tu imagen adquirir; Tu amor y misericordia reinen, Sobre todo dentro de mí.
Lávame, Oh Cordero de Dios, Lávame del pecado; Por fe Tu Sangre limpiadora Ahora me limpia: Tan cerca Tú estás de mí. Tan dulce es mi descanso en Ti; Oh bendita pureza, — Salvado, salvado del pecado.
—H. B. Beegle
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