Nota acerca del título: Una “victoria pírrica” es aquella en que el Ejército ganador –si bien
venció– lo hizo a costa de muchas pérdidas y sacrificios, al extremo que el
resultado puede ser equivalente a una derrota. El concepto de “victoria
pírrica” viene de una victoria de Pirro, Rey de Epiro, sobre los romanos, a
costa de muchas bajas en su ejército, lo que, a la postre, le fue desfavorable.
La iglesia moderna
predica una falsa doctrina de salvación
“El alma que pecare, esa
morirá” (Ezequiel 18:20)
Los
miembros de las iglesias evangélicas y denominacionales que existen en la
actualidad aseguran que con decir una oración aceptando a Jesús en su corazón
son salvos sin importar que después sigan pecando, argumentan erróneamente que
la gracia de Dios justifica sus pecados, lo que en ninguna manera es posible
según el Apóstol Pablo cuando inspirado por el Espíritu de Dios escribió acerca
de este tema en (Romanos 6:1-23), dicen las personas que promueven esta
doctrina que el que quiere esforzarse a entrar por la puerta estrecha (Lucas
13:22-28) luchando a diario por agradar a Dios obedeciéndole, se está queriendo apoderar de la salvación, ellos defienden que es únicamente por gracia y que no
tienes que hacer nada para salvarte, que las obras le agradan a Dios pero que
no son tan importantes. Sin embargo eso no es lo que dicen las Sagradas
Escrituras, las obras no es que agraden a Dios, más bien son un mandato de Él,
en la Biblia encontramos que El Señor “Pagará a cada uno conforme a sus obras: vida
eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e
inmortalidad” (Romanos 2:6,7), “Y los que hicieron lo bueno, saldrán a
resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de
condenación” (Juan 5:28,29), también dice que “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si
no desmayamos” (Gálatas 6:9), en el
evangelio de Mateo está plasmado que debemos ser constantes en el buen camino
para ser salvos y no sólo aceptar a Jesús en nuestro corazón (como si Él
mendigara nuestro amor): “Mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). Dios nos llamó a
ser perfectos “Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. (Mateo
5:48) Para los evangélicos no hay nadie perfecto, entienden el término como lo
concibe el mundo (nunca cometer un error o nunca equivocarse); la concepción
bíblica del término es distinta, la
perfección para Dios es estar en constante confianza en Él, andar en la luz que
tenemos poniendo en práctica lo que sabemos y entendemos de su Palabra. (1 Juan
1:7) También, en estas iglesias se piensa que si dices ser santo ya no estarías
aquí en esta tierra, sino en el Reino de Dios, pero en la Palabra se nos
muestra lo siguiente: “Sino, como aquel
que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de
vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro
1:15-16). ¿En toda vuestra manera de
vivir?, ¿dónde?, ¿en el Cielo o aquí en la tierra?
Para
ellos decir que quieres luchar en contra del mal y dejar de pecar es lo mismo
que afirmar que en vano vino Jesús a este mundo, porque piensan que debemos
pecar para que el sacrificio del Señor valga la pena y de esa manera abunde la
gracia. El Apóstol Pablo refuta este argumento contundentemente cuando escribe
lo siguiente: “¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos
muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2).
Ejemplos evangélicos
Los
congregantes a estas denominaciones son enseñados por sus pastores a
ejemplificar sus falsas doctrinas de la siguiente manera (vamos a plasmar
textualmente los ejemplos y después se argumentará en contra de los mismos):
Ejemplo 1: “Si usted le regala algo a una persona y
después de un tiempo tiene problemas con esa persona ¿usted le quita el
regalo?”
Este
argumento se refiere a la salvación de Dios como un regalo el cual ya no puede
ser arrebatado. Normalmente cuando alguien regala una cosa (material) no pide
que se le regrese después, hay una frase que dice “lo que se da ya no se
quita”. Pero la cuestión es: ¿Podemos comparar las cosas materiales de este
mundo con las cosas de Dios?
Ejemplo 2: “Oiga pero si usted tiene hijos y le
desobedecen, ¿dejan de ser sus hijos?”
Una vez
más se hace un comparativo entre las cosas y acciones de este mundo con las
cosas eternas. Con este fundamento se refieren a que Dios es nuestro Padre, que
nunca dejaremos de ser sus hijos y por lo tanto no nos quitará la salvación.
Debemos aclarar primeramente que todos somos “creación de Dios” pero no todos
son “hijos de Dios” Nuestro Señor dice: “Por
lo cual salid de en medio de ellos, y apartaos, Y no toquéis lo inmundo; Y yo
os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e
hijas.” (2 corintios 6:17), al leer estas Palabras nos damos cuenta de que
Dios no tiene a todos como hijos, Él nos adopta como sus hijos cuando decidimos
salir de en medio de los que hacen el mal.
Sus hijos le obedecen en todo y no a medias o en lo que les convenga,
sus hijos no sólo toman las promesas y beneficios que otorga el Creador, sino
que toman el compromiso y las condiciones necesarias para ser dignos ante Él,
sus hijos le siguen siempre y no a veces, sus hijos le obedecen en todo
incondicionalmente y no en algunas cosas poniendo condiciones, sus hijos le
aman y honran con todo el corazón y no solo de palabra. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan
10:27)
Dios a
través del Apóstol Juan escribió que “El
que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio.
Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se
manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace
justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios”. (1 Juan 3: 8 -10)
Es
claro que biológicamente nunca dejaremos de ser hijos de nuestros padres
terrenales, pero ser hijo de un padre terrenal es incomparable con ser hijo de
Dios, es algo muy diferente.
Con
respecto a lo anterior David Bercot escribió el siguiente fundamento en su
libro “El Reino que Trastornó el Mundo”:
“Sin embargo, los que fallan en la prueba del compromiso a menudo sí creen en
las afirmaciones y promesas de Jesús. Pero ellos no quieren hacer el compromiso
que Jesús demanda. En efecto, ellos tratan de aceptar la invitación de Jesús al
banquete del reino, mientras rechazan todas sus condiciones. ¿Cómo lo hacen?
Ellos buscan a alguien que reparta invitaciones para ingresar al reino sin
ninguna condición. Por tanto, de manera simbólica, podemos decir que estos son
los que suben los muros en grandes cantidades. Según Jesús, al final los que se
cuelan serán la mayoría de los presentes en su reino. Ellos son los “muchos”
que son llamados, pero no están entre los “pocos” que son escogidos. Ellos
nunca han hecho ningún compromiso con Cristo o con su reino. Ellos pueden creer
que Jesús es su Salvador, pero realmente no lo aceptan como su Señor. Por
tanto, al final, Jesús dejará en su reino sólo a los que verdaderamente creen
en sus promesas y aceptan sus condiciones. Esos son los que lo aman más que a
todo en la tierra y quienes con gusto darían sus vidas por él. Esos son los que
Jesús quiere tener a su lado por la eternidad”. (p. 126 - 127)
Los
cristianos primitivos vivieron a la luz de las enseñanzas de Jesucristo,
algunos fueron instruidos directamente por los discípulos del Único Maestro, su
manera de vivir se basaba solamente en la Palabra, vivieron el mensaje de Jesús
de forma muy literal (sin excepciones o añadiduras) y ninguno de sus escritos
apoya la teología moderna referente a la salvación, por ejemplo, Cipriano - 250
d.C. escribió lo siguiente con relación al tema que estamos analizando: “El que sigue a Cristo, se para en sus
mandamientos, va por el camino de sus enseñanzas, sigue sus pasos y sus
caminos, imita lo que Cristo hizo y enseñó… Llevar el nombre de Cristo y no ir
por el camino de Cristo, (qué otra cosa es, sino) una burla al nombre divino.
Es igual que abandonar el camino de la salvación. Pues Él mismo enseña y dice
que cualquiera que guarda sus mandamientos entrará a la vida”.
Creemos
que Dios en su misericordia y gracia nos libertó “del poder del pecado” y que
Él no recibirá a nadie que “esté rendido al poder del pecado”, es decir, Jesús vino a liberarnos del mal y es nuestra
responsabilidad comenzar a caminar en obediencia a sus mandatos. “Porque
la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en
este siglo sobria, justa y piadosamente,
aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros
para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso
de buenas obras”. (Tito 2:11-14)
Vivir
cada día para vencer al pecado es el camino del cristiano verdadero (yendo
contra la corriente de este mundo), no se trata de quedarnos “parados” después
de haber sido libertados, esperando así encontrarnos dignos ante Él,
presumiendo que Jesús ya pago por nuestros pecados (porque cuando un preso es
liberado de su cautividad, acaso ¿se queda en su celda?), Digno ante nuestro
Señor es aquel que le ama y el que le ama es aquel que le obedece y diario
vence al mal en este mundo corrupto, “El
que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me
ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan
14:21).
Ejemplos bíblicos
Dos
ejemplos claros que nuestro Señor Jesucristo nos enseña a través de su Palabra
son los siguientes:
Los dos deudores: “Por lo cual el reino de los
cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y
comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil
talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e
hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel
siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te
lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le
perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos,
que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo
que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba
diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino
fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se
entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había
pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella
deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia
de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado,
le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía”. (Mateo
18:23-34)
Al
analizar las palabras del Maestro, podemos darnos cuenta de que aquel siervo
había sido liberado de su deuda, el rey le perdonó su adeudo y esperaba que
también hiciera lo mismo con sus consiervos, sin embargo, en el momento en que
el rey se percató de que su siervo no había perdonado al que le debía, lo llamó
y le cuestionó acerca de su falta de misericordia, por esta razón fue entregado
a los verdugos hasta que pagase todo lo que debía (por ende entendemos que el
siervo estaría encerrado para siempre por que anteriormente había rogado al rey
para que le esperara porque en ese momento no tenía los diez mil talentos que
le debía) “Hemos sido enseñados. . . que
si los hombres por sus obras se muestran dignos de su gracia, son tenidos por
dignos de reinar con él en su reino, habiendo sido liberados de la corrupción y
los sufrimientos”. (Justino Mártir - 160 d.C.)*
Con
relación a las personas que defienden la falsa idea de que la salvación no se
pierde y que después de haber sido libertados del mal pueden seguir pecando y
hallar gracia delante de los ojos del Señor, hacemos las preguntas: ¿Por qué el
siervo no refutó la condena de su señor diciéndole que él ya le había perdonado
su deuda?, ¿Por qué en ese momento, el siervo no sacó su “recibo” (en sentido
figurado) que le garantizaba su libertad? El rey fue certero y lo condenó por
su falta, porque esa deuda había sido perdonada, mas no pagada. “Suplicamos que, puesto que hemos conocido
la verdad, seamos en nuestras obras hombres de buena conducta, cumplidores de
los mandamientos, y así alcancemos la salvación eterna”. (Justino Mártir -
160 d.C.)* Así mismo Jesús se dio para el
perdón de los pecado, el nos libertó de esa esclavitud, de esa deuda, pero
muchos han malentendido por conveniencia ese sacrificio y suponen que Cristo ya
pagó por sus pecado (pasados, presentes y futuros) por lo tanto tienen toda la
libertad de hacer el mal y jactarse de que serán recibidos por el Altísimo. “Porque si hacemos la voluntad de Cristo
hallaremos descanso; pero si no la hacemos, nada nos librará del castigo eterno
si desobedecemos sus mandamientos. Por tanto pongamos en práctica la justicia,
para que podamos ser salvos hasta el fin”. (Segunda de Clemente - 150 d.C.)* (Este
argumento basado en la Palabra de Dios, fue tomado del hermano David Keeling en
una de sus predicaciones acerca de este tema). Lo que hizo Jesús por nosotros
no cambia el pensamiento de Dios, Él sigue aborreciendo el pecado y la maldad.
El joven rico: “Al salir él para seguir su
camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó:
Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué
me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos
sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes.
Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro,
todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó,
y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue
triste, porque tenía muchas posesiones”. (Marcos 10:17-22)
Vemos
al Señor Jesucristo entablando conversación con un joven que quería saber cómo
heredar la vida eterna, declarando que todos los mandatos de Dios habían
guardado. Pero qué fue lo que le expresó Jesús al joven, ¿acaso le dijo: “Una
cosa te hace falta, acéptame en tu corazón, cree que yo soy tu Dios, único y suficiente Salvador y de esa
manera heredarás la vida eterna”? De ninguna manera Jesús le dijo a este joven
que lo único que tenía que hacer era aceptarle como su salvador personal,
claramente lo animó a renunciar a todas sus posesiones, entregarlo todo y a
seguirle por el camino de la cruz. “Soportando
el sufrimiento y siguiendo a Cristo por el camino estrecho en el que Cristo
anduvo, podemos recibir el premio de la vida eterna”. (Cipriano - 250 d.C.)* Al final,
el joven decepcionado de estas palabras se fue, dejando claro que su verdadero
señor era el dinero. “A este Hijo el
Padre ha revelado para manifestarse a sí mismo por él, y para recibir en el
eterno refrigerio a los justos que creen en él, pues creer en él significa
hacer su voluntad”. (Ireneo - 180 d.C.)*
“No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos. (Mateo 7:21)
En
conclusión, Dios ha dado a todos los seres humanos la oportunidad de ser
ciudadanos de su Reino (sus hijos) Él no quiere que ninguno perezca sino que
todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9), para esto debemos rendirle
toda nuestra voluntad y corazón. Todos podemos ser hijos de Dios, Él nos lo ha
prometido por medio de su Preciosa Palabra, pero esa promesa lleva una
condición “guardar sus mandamientos” (Juan 14:21 y 15:10) el que no guarda sus
mandatos no le ama (Juan 14:24) y por lo tanto no puede considerarse su hijo,
El Señor también nos dijo: “Al que
venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y
me he sentado con mi Padre en su trono”. (Apocalipsis 3:21) Reflexionemos
con respecto a este versículo: “¿Al que venciere?”, ¿Qué tendríamos que vencer,
si con sólo aceptar a Cristo en nuestro corazón ya somos salvos?
Es
falsa la idea de que para darle valor al sacrificio del Señor debemos seguir
pecando pregonando que de esta manera la gracia abundará, lo vemos claramente
en el capítulo 6 de Romanos. Muchas personas han tomado algunos versículos de
la Biblia para justificar sus faltas, pero no hay ninguna justificación. “El Hijo de Dios tomando la forma de un
siervo fue obediente hasta la muerte para que pudiera enseñar la obediencia a
quienes de ningún modo podrían hallar la salvación, sino por la obediencia”.
(Orígenes - 245 d.C.)* La humanidad estaba
rendida a la esclavitud provocada por el mal, el diablo se había adueñado de
toda alma existente aquí, Dios vino a este mundo para vencer al mal y a la
muerte, lo que Él hizo por amor a nosotros nos otorga una oportunidad de seguir
su ejemplo “Pues para esto fuisteis
llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para
que sigáis sus pisadas”. (1 Pedro 2:21) Después de haber sido liberados del
poder del pecado debemos caminar en obediencia a sus mandatos. Un fundamento
que respalda lo anterior es el que a continuación se muestra “Asimismo hay
procedimientos o pasos que deben seguirse para que una persona pueda entrar en
el reino de Dios. Para comenzar, las personas tienen que ser liberadas para que
puedan entrar en el reino. Esto se debe a que todo el género humano es esclavo
del pecado, de Satanás y de la muerte. Jesús murió en rescate para librarnos de
esa esclavitud. Por medio de su muerte, él ató a Satanás y limpió a todos los
creyentes por medio de su sangre. Una persona se beneficia de la sangre
derramada por Jesús cuando sigue, por medio de la fe, los pasos establecidos en
la escritura”. (Bercot, 2003, p. 132) Ninguno que después de haber sido
redimido sigue rindiéndose al pecando es digno de llamarse hijo de Dios “Porque si pecáremos voluntariamente después
de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por
los pecados”. (Hebreos 10:26)
En la
Escritura está establecido que “Todo
aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le
ha conocido” (1 Juan 3:6). Ahora bien, “el
que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos
su voluntad y andamos en sus mandamientos”. (Policarpo - 135 d.C.)*.
Triste
será aquel día en que los que creen que han asegurado su salvación por medio de
una oración (aceptando a Jesús en sus corazones), sean rechazados por Él,
porque al mismo tiempo han desechando Sus Mandatos acerca de la verdadera vida
cristiana: “Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé:
Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23), ¡las
iglesias evangélicas han cantado victoria con sus “doctrinas de derrota” en las
cuales se han rendido al pecado, pero es muy posible que al final esa victoria
sea desfavorable para ellos!
Jesús
dijo: “De cierto, de cierto os digo, que
todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. (Juan 8:34)
Por: Pedro Santos
Referencias:
- Reina Valera, Santa Biblia 1960
- Bercot, David. El
Reino que Trastornó el Mundo, Farmington, N.M. Publicadora L. y L. 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario