sábado, 22 de junio de 2013

Tomando la siesta con Jesús


Los niños citaron el Salmo 2: 4: “El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos.” Para aquellos que rechazan al Señor, no hay nada sino sólo burla y confusión. Nada les queda, sino sólo tinieblas, y el Señor se reirá de ellos. Cuando alguien le da la espalda a la luz gloriosa de Nuestro Señor, no le queda nada sino oscuridad, confusión, tinieblas, condenación, y juicios justos de parte de Dios. Esta clase de pensamiento “falta” actualmente en el mundo, y creo que en parte esa es la razón de por qué ya no hay temor de Dios en este mundo ni en esta nación, y por qué todo mundo quiere que Dios sea su amigo, pero sin compromiso y sin respetarlo, sin saber que Él es un Dios que nos juzgará. En la misma lección de los niños, vimos cómo hubo unos muchachos que se burlaron de un hombre de Dios y luego fueron devorados por osos, simplemente por haberse burlado de un varón de Dios (2º Reyes 2). En una ocasión que estábamos predicando, vino un hombre y nos hizo una escena, empezó a burlarse y a blasfemar, cuando de repente detrás de él aparece un hombre grande diciéndole: “¿Te estás burlando? ¿Qué no sabes lo que le pasó a la gente en el Antiguo Testamento cuando se burlaron de un profeta?” Y el burlador contestó: “Pues he oído que un oso los devoró, pero no veo osos por aquí.” Y entonces el otro hombre replicó: “Pues yo soy el oso.” Entonces el burlón inmediatamente se fue. Era un oso un poco diferente el que se le presentó, pero lo hizo cambiar de opinión de todas formas.

Bueno, esta mañana vamos a Marcos 4:35-41.

“Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas.
Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”

¿Cuántas veces en el Antiguo Testamento leemos acerca de los hijos de Israel, de cómo ellos veían las maravillosas hazañas y milagros portentosos que Dios hacía con ellos y por ellos, y los libraba una y otra vez de sus enemigos, y aún así ellos volvían a ser incrédulos y a desobedecer a Dios, y al estar otra vez en problemas se preguntaban por qué Dios los había abandonado y se quejaban lastimosamente? Y entonces Dios una vez más los libraba poderosamente, cuando alguien se levantaba decidiendo creer a Dios otra vez. Una y otra vez leemos eso, y pensamos: “¡Qué necios e incrédulos eran las personas de ese pueblo!” Pero a veces vemos que Dios se encuentra con nosotros no sólo en los buenos momentos, sino en los momentos de dificultad, para mostrar Su gloria.

Y a veces parece que fuera el Dios de los problemas. La razón por la que parece así es porque vivimos en un mundo lleno de tinieblas y este mundo odia a Dios y a todo lo que tenga que ver con Él. Aman las tinieblas, mientras que Dios es Luz. Así que donde sea que Dios haga una manifestación de Su Luz, eso causará problemas con este mundo. Te causará problemas con tu familia, con tu casa, con las personas con las que te relaciones, e incluso con las iglesias. Grábate eso, si vas a vivir por fe, vas a tener problemas. Tu vida no va a lucir como la vida cristiana modelo que has imaginado en tu mente, ni tu iglesia va a lucir como la iglesia modelo que has visto en tu mente. Si eso es lo que quieres, huye de la verdadera fe tan pronto como puedas, porque si sigues a Cristo, no obtendrás lo que has soñado. Sé que esto no suena bonito, pero no se trata de lo bonito, se trata de tener fe en un Dios Vivo, Verdadero y Santo que envió a Su Único Hijo a derramar Luz sobre este mundo lleno de tinieblas, para manifestar Su gloria, y por esa causa el mundo le mató. Para el mundo, Jesús era un fracaso, un perdedor. No logró nada en este mundo. No obtuvo ningún título universitario, no escribió ningún libro, no ganó ninguna competencia deportiva o artística, no fundó un gran negocio, y ni siquiera edificó una mega iglesia. Simplemente anduvo enseñando y dando ejemplo hasta reunir a un pequeño rebaño de gente humilde, de seguidores heterogéneos y desarrapados que lo imitaron y que también fueron perseguidos, aunque ellos mismos lo abandonaron en Su momento de mayor necesidad. Y luego fue matado en una cruz.

Luego en el Libro de los Hebreos 13:13 se nos exhorta a seguirlo: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio;” 

Él nunca encajó con los patrones del mundo, ni siquiera murió dentro del campamento. Lo sacaron y lo crucificaron entre dos ladrones, burlándose de Él, poniéndole una corona de espinas en la cabeza, golpeándole con una caña y pidiéndole que profetizara. Lo vistieron con ropas espléndidas a fin de burlarse de Él. Le escupían la cara, lo golpeaban y lo azotaron inmisericordemente. Luego, mientras estaba ya en la cruz, lo desafiaban a que bajara de ella, le pedían que les demostrara Su poder y que Él era el Mesías. Pero Él sufrió la cruz.
Esa es la estampa o marca de los hombres de Dios: los problemas y el reproche en este mundo. Recuerdo a aquellos exorcistas ambulantes que deseaban echar fuera a unos demonios. Quisieron expulsar a unos demonios de un hombre e intentaron hacerlo esa vez en el nombre de Jesús, el que predica Pablo. El demonio les contestó: “A Jesús conozco, y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?” Mira, el diablo sabe quiénes son sus enemigos. Si el diablo no tiene tu información, quizás es porque eres uno de los suyos, uno de sus don nadies. Si eres de los suyos, no te atormentará tanto, quizás te esclavice y se divierta contigo, pero no le preocuparás mucho, porque no le causas ningún daño. Pero si eres del equipo de Dios, él se interesará en ti y te estará visitando de vez en cuando. Así que mejor no planees mucho acerca de cómo vas a lucir siendo cristiano ante los demás. Cuando “Cristiano” (Cristo) vino al mundo, el mundo no lo reconoció como tal, sino que más bien lo mató. Todos esperaban al Cristo, y esperaban que llegara, pero cuando estaba frente a sus narices, no lo reconocieron y más bien se burlaron. Esa es una de las cosas más tristes que tendrás que enfrentar: que si vas a ser cristiano de verdad, la mayoría no reconocerá a Cristo en ti, porque entre más te parezcas a Él, más extraño serás para ellos, y no encajarás con sus ideas de lo que deberías ser. Y si no cumples con sus expectativas, puede ser que hasta te coman vivo, mientras que si haces un montón de cosas maravillosas, no querrán reconocerlo. No podrás agradar a este mundo. No podrás agradar al diablo.

En el pesaje de Marcos que acabamos de leer, vemos que los discípulos estaban con Jesús, ¿y en dónde estaba la barca en que iban con Él?

“Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.”

Me pregunto por qué en los pasajes que se menciona a Jesús estando en el mar, generalmente había una tormenta. Y leemos de los seguidores de Dios, y vemos tormentas y fuegos. Recuerdo que me crié junto con un conocido, y juntos íbamos a la iglesia y todo. Cuando crecimos y llegamos a cierta edad, yo decidí seguir a Cristo, y él simplemente decidió seguir congregándose. En mi vida las cosas empezaron a caerse y a derrumbarse por causa de mi decisión, y un día él me empezó a hacer algunas preguntas serias acerca de seguir a Cristo. En aquel tiempo íbamos a la casa de otro varón para leer la Biblia y orar (en ese momento yo deseaba que alguien me instruyera sobre cómo seguir a Cristo). Con ese otro varón teníamos algo de confianza y nos reuníamos cada semana en su casa. Una vez había cuatro de nosotros reunidos allí y el hombre de la casa compartió sobre Daniel 12, donde habla de cómo los justos resplandecerán como estrellas en los cielos para siempre. Él preguntó: “¿Quiénes de ustedes quieren brillar para el Señor por siempre?” Yo levanté la mano, y luego volteé a ver a mi amigo de la niñez, y vi que no había levantado su mano. Eso me dejó pensativo, así que tiempo después le pregunté por qué no había levantado la mano. Entonces él me dijo: “Lo que pasa es que la verdad yo sé en qué clase de problemas me metería si en verdad me entrego a Cristo, sé lo que pasaría con mi esposa, con mis hijos, con mis padres y familia, sé que mi vida se metería en grandes complicaciones.” Él era un hombre muy honesto. Actualmente es prácticamente millonario. Tiene una familia muy bonita en todos los sentidos. Mucha gente lo aprecia y lo admira. Rara vez tiene problemas. Vive una vida muy moral y limpia. Muchas veces me cuenta de cómo la gente va y le habla acerca de cuán insensato he sido y en qué clases de problemas me he metido por andar en un camino tan angosto.

Si vas a seguir al Señor, va a haber tormentas en tu vida, no serás el hombre modelo, ni tendrás la familia modelo. Te quedarás feliz y cómodo si no quieres seguirlo, pero entonces no brillarás como estrella para el Señor en la eternidad.

Es una bendición lo que dice el Señor, que el que haya dejado esposa, hijos, padre, madre, tierras, etcétera, recibirá cien veces más, con persecuciones, y en el siglo venidero, la vida eterna. Recibirás hijos espirituales, madres espirituales, casas donde te reciban, pero todo vendrá con persecuciones y tribulaciones. Así tiene que ser.
Si buscabas algo perfecto, espero que no te sientas a gusto con nosotros y que mejor te vayas.

“¿Cómo no tenéis fe?” En este mundo, tendremos aflicción, y vendrá la espada a dividir, pero podemos confiar en Dios.

“Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”

¡La barca se estaba llenando de agua! ¡La barca se estaba hundiendo! ¡Iban a perecer! ¡La tormenta arreciaba! Y el Maestro, el Señor, está durmiendo, estaba tomando una siesta, lleno de reposo y de paz.  Entonces le hablan: “¡Maestro! ¡El bote se hunde! Deberías ayudarnos a ver cómo reparar el daño o cómo expulsar agua. O si no vas a ayudarnos, al menos deberías estar corriendo lleno de pánico.” Entonces Él simplemente se levanta con toda tranquilidad, reprende al mar y al viento y dice al mar: Calla, enmudece, cálmate. ¿Saben? Estoy seguro de que aún si no lo hubieran despertado, todavía hubieran llegado sanos y salvos a su destino, porque ni toda el agua del mar, ni todo el viento de la atmósfera hundirían el barco, por la simple, llana, única y sencilla razón de que el Hijo de Dios iba en esa barca. “Y así la barquilla donde va el Señor, hundirse no puede en el mar traidor.” Ni el mundo, ni las tormentas, ni los demonios, ni el mismo diablo, podrán jamás vencer al Rey de Gloria y Señor de Señores. Sería una bendición si en esta narración, alguno de los discípulos, en vez de despertar a Jesús, hubiera ido a acostarse junto a Jesús y tomar una siesta junto a Él, dejando que la barca se azotara con ímpetu, pero confiado de que, porque va el Señor con él, nada va a pasar.

Que los pueblos hablen cosas vanas. Que los burladores se rían. Que la gente diga lo que quiera. Que los incrédulos duden. Que los que no tienen fe se pregunten qué está pasando. Pero la tormenta es parte normal de seguir a Cristo. No te preocupes. Él va contigo. Y si tú confianza está en cualquier otra cosa, entonces no estás creyendo a Dios.

¿Qué les dijo el Señor?
“¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”
¡Gloria a Dios! Nuestra fe no está en la seguridad terrenal, está en Dios, y en el mundo tenderemos aflicción, sobre todo ahora que el fin se acerca, pero podemos confiar en Dios. Quizás no le parezcamos muy bonitos al mundo, quizás a veces nuestra fe sea un poco sacudida. Pero tú confía y deja de tratar de impresionar al mundo o a quien sea. Súbete a la barca con el Señor. Aunque haya tormentas que enfrentar, yo quiero brillar. El mundo crucificó a mi Rey. Se rieron de Él. No importa lo que el mundo y Satanás hagan. “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio;”

Hebreos 11:
V. 35: “Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.” Otros fueron torturados, sin ni siquiera aceptar el rescate o la liberación. No, gracias, me voy a subir a la barca y voy a acostarme junto a Jesús. No voy a aceptar la liberación que me ofreces de la tormenta. Porque preferían estar tomando la siesta con Jesús.

Vs. 36-37: “Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.  Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;”

Aquí está tu Iglesia Cristiana. ¿Por qué no la reconoces? Tal vez porque tienes la idea de una iglesia perfecta en un ambiente perfecto, en un lugar perfecto.

Las descripciones anteriores no lucen como que fueran muy estables. Tampoco lucen como las iglesias modelo que muchos han pensado. Bueno, pues prefiero tener la aprobación de Dios. Prefiero a Cristo. Prefiero sufrir con Él que ser el dueño de un gran imperio.

Vs. 38-40: “de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.”

Quizás nosotros no tengamos que enfrentar lo mismo que ellos en el párrafo anterior, pero si vas a seguir al mundo, tu vida va a oler a algo así. Salgamos pues con Jesús mejor, fuera del campamento, y suframos la misma deshonra que Él sufrió. Vayamos, entreguémonos, firmemos el contrato. Tus hijos no son tuyos. Son de Dios. Entrégaselos de una vez. Tu iglesia no es de Dios. Entrégala de una vez. Tú mismo eres de Dios, y si Él quiere someterte a algún tipo de tormenta para que brilles más en el cielo, que así sea. Que Dios bendiga Su Palabra.

Por David Keeling, traducido por Olen Yutzy y transcrito por Josué Moreno


martes, 18 de junio de 2013

Una breve explicación y amonestación sobre la salvación y las obras


Cuando empezamos a caminar en la luz y Dios nos salva de esta perversa generación, Jesús nos rescata del dominio y la potestad de las tinieblas, trasladándonos a Su reino de luz (Colosenses 1:13). El reino no es un pedazo de tierra en el globo terráqueo, sino una esfera de influencia en la que Dios reina (en nuestros corazones) y vivimos en obediencia a Su señorío, mando, normas y reglas, por amor a Él y confianza en Él. (Juan 18:36). Vivir en el reino (o mejor dicho ¡vivir el reino!) es algo que no surge tan espontáneamente en nuestro ser natural, por lo que tenemos que aprender cómo vivir esta nueva clase de vida. Por ello Cristo pasó gran parte de Su tiempo enseñando acerca de Su Reino con palabras sencillas, ilustraciones (parábolas) e historias, al igual que con Su misma vida y ejemplo.

Este reino o esfera es totalmente diferente del mundo que nos rodea; tan diferente que a la gante le parece locura. (1ª Corintios 1:18). En el reino, los primeros serán postreros; los niños son los ciudadanos modelos; y la gente no es tratada según su habilidad, género, ingresos, o raza. (Lucas 13:30, Mateo 18:1-5, Colosenses 3:11). Se nos llama a poner Su reino y los negocios de Su reino antes que preocuparnos y ocuparnos por nuestro propio sustento. (Mateo 6:33). Las leyes del Reino se reducen a una sola palabra: amor (Mateo 22:37-40). El aire que respiramos es gracia y la característica nacional es santidad. Es un reino en verdad trastornado y de cabeza (Hechos 17:6). La única manera de estar en ese reino es por medio de la obediencia, por lo que las obras sí están relacionadas tanto con nuestra entrada como con nuestra estancia y permanencia en este reino.

Es decir, somos salvos sólo por la gracia inmerecida de Dios, y no por nuestros propios méritos (Tito 3:8, Efesios 2:8-9, Lucas 18:9-14), pero al mismo tiempo vemos que el rechazo de las buenas obras es también un rechazo de la gracia, ya que por medio de la rendición de nuestra voluntad a la de Cristo, y de nuestra fe en Él, Dios produce en nosotros tanto el querer como el hacer, de las buenas obras que son agradables delante de Él (Filipenses 2:12-13), por su buena voluntad; y esto es parte de la manifestación de su gracia para con nosotros (Tito 2:11-15), por lo que las obras de obediencia sí son necesarias para que podamos ser salvos finalmente y para que logremos entrar al reino de los cielos, si bien nuestro objetivo al hacerlas debe ser únicamente el de glorificar a nuestro Dios.

Estas buenas obras que debemos hacer no son “obras muertas” impuestas por los hombres o por alguna organización humana, sino que son aquellas obras que ante Dios poseen un alto valor moral intrínseco, por el simple hecho de estar de acuerdo con Su Voluntad Suprema y porque traen así gloria a Su Nombre, y que son las delineadas en los mandamientos del Nuevo Testamento. Estas obras son básicamente las siguientes:

Obras de abstinencia:

- Hacer morir (y mantener muertas) por la fe, las once obras mortales terrenales que acarrean la Ira de Dios sobre nosotros y especialmente sobre los hijos de desobediencia: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría, ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas y mentira. Colosenses 3:5-10.

- Huir y no consentir con los veintitrés pecados que son dignos de muerte, ya sea por practicarlos, o por complacernos al verlos en los demás: injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, envidia, homicidio, contienda, engaño, malignidad, murmuración, detracción, aborrecimiento de Dios, injuria, soberbia, altivez, invención de males, desobediencia a los padres, necedad, infidelidad, falta de afecto natural, ser implacables y falta de misericordia. Romanos 1:21-32.

- No cometer ninguna de las once obras de injusticia que no heredarán el reino de Dios: injusticia, fornicación, idolatría, adulterio, comportamiento afeminado, homosexualidad, robo, avaricia, borrachera, maldición y estafo. 1ª Corintios 6:9-10.

- No satisfacer, sino crucificar, las diecisiete obras de la carne que, en caso de ser practicadas habitualmente, se vuelve imposible heredar el reino de Dios: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras y orgías. Gálatas 5:19-21.

- No practicar las obras que tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muertes segunda: cobardía, incredulidad, ser abominables, homicidio, fornicación, hechicería, idolatría y mentira. Apocalipsis 21:8.

- No ser partícipes de todo aquello que sea pecaminoso, mundano, dudoso, idolátrico, blasfemo, o que de alguna manera manche nuestras conciencias, sino reprenderlo. 1ª Corintios 10:21-22, Efesios 5:11.

Obras activas de comisión:

- Hacer, cuando se presente la oportunidad, las seis obras de misericordia mencionadas por Jesús: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, recoger al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y visitar al preso. Mateo 25:31-46.

- Añadir y abundar con diligencia en las ocho virtudes cardinales que nos evitan caer y que nos dan amplia y generosa entrada en el reino del Señor: fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor. 1ª Pedro 1:5-11.

- Manifestar obras virtuosas de fe, amor, santidad, justicia y fidelidad, las cuales harán que resplandezcamos como luminares en el mundo en medio de esta generación maligna y perversa, y que harán que al verlas los hombres, glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos. Mateo 5:16, 1ª Pedro 2:12, Filipenses 2:15, Romanos 2:7, Juan 8:29, Santiago 2:22, Gálatas 5:6, 1ª Timoteo 2:10, 1ª Timoteo 6:18.

- Tener nuestras lámparas encendidas, ser llenos del Espíritu Santo y ser guiados por el, ser fieles hasta la muerte y predicar el evangelio a toda criatura, negociando con nuestros talentos, tal como lo hicieron los siervos fieles de la parábola de los talentos. Mateo 25:1-30.

- Practicar las virtudes-dones que aún permanecen vigentes: la fe, la esperanza y el amor. 1ª Corintios 13:13.

- Obedecer con fidelidad los mandamientos del Nuevo Pacto, contenidos en las Palabras de Cristo y en los mandamientos dados por los apóstoles, como la no resistencia, el vestir modesto, la no acumulación de riquezas, el no jurar, la permanencia y pureza del matrimonio, , el velo, la separación del mundo, etcétera, así como los mandamientos específicos para cada tipo de persona: que el marido ame a su esposa, que la mujer se someta al marido, que los padres críen en disciplina y amonestación a los hijos, que los hijos obedezcan y honren a los padres, que los pastores no se enseñoreen del rebaño, que las ovejas obedezcan a sus pastores, que los patrones traten bien a sus trabajadore, que los trabajadores se sometan a sus patrones, etcétera. (Mateo 5-7, Lucas 6, 11, 12, 16, Romanos 12-15, 1ª Corintios 11, 14, 16, Efesios 5 y 6, Colosenses 3-4, 1ª Tesalonicenses 5, Hebreos 13, Tito 2, 1ª Pedro 2-3, etc…).

- Poseer las nueve bienaventuranzas del Sermón del Monte, que son las nueve virtudes del fruto del Espíritu de Gálatas 5, que son las nueve características del amor de 1ª Corintios 13, tipificado todo lo anterior por los nueve frutos figurados del Libro de Cantares capítulo cuatro, todo lo cual se corresponde y armoniza entre sí y que al final de cuentas no es más que la manifestación del carácter de Cristo mismo en nosotros, la esperanza de gloria.

Eso se resume en el siguiente cuadro:

(Dar click al cuadro para aumentar)

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él…” –Jesús (Juan 14:21).

Primeramente, como se puede observar, estas obras incluyen tanto obras de abstención (no hacer ciertas cosas), como también obras activas de comisión (sí hacer otras ciertas cosas). Es decir, no sólo se trata de no hacer el mal, sino también de sí hacer el bien.

También puede observarse que estas obras no sólo incluyen acciones netamente externas como ayudar a los pobres, predicar el evangelio o abstenerse de cierta comida o actividad, sino que nacen de un corazón limpio que posee fe en Dios, asi como amor a Dios y al prójimo, e involucran también sentimientos y actitudes internas, como el gozo, la paz, el afecto fraternal, etc., y tienen como fuente principal una intención pura no egoísta: procurar la gloria de Dios y el bien del prójimo, por encima de los intereses propios, pues su principal característica es la raíz del amor verdadero: “no busca lo suyo.”

Además, también es claro que estas obras sí constituyen una ley, la ley de Cristo o ley real (1ª Corintios 9:21, Santiago 1:25 y 2:12), pues una ley es una regla de conducta con castigo; y en este caso podemos ver que sí existe un castigo: el no heredar el reino de Dios (sino ir al lago de fuego), en caso de hacer malas obras y/o en caso de no hacer las buenas obras, por lo que estas obras no son opcionales, sino necesarias. En este sentido sí somos salvos por obras, por las obras como condición, no como mérito, y aunque hagamos todas estas obras antes mencionadas, todavía somos siervos inútiles, pues sólo estaremos cumpliendo con nuestro deber, y aún seguiremos siendo salvos SOLO por gracia porque:

1. Tenemos una lista larguísima de transgresiones contra Dios, malas obras y ausencia de buenas obras en nuestra inconversión (vida pasada antes de Cristo), las cuales ya jamás podremos revertir, pero son perdonadas y anuladas sólo por gracia, inmerecidamente, pues si Dios nos pagara de acuerdo a esas obras, nadie sería salvo.

2. Aún siendo cristianos, a veces quizás caeremos y fallaremos, no como hábito, pero sí como excepción, y nos faltará el abundar más y más en estas obras virtuosas que se mencionan, por lo que en este caso, Dios, quien es Santo en Su naturaleza, Justo en Sus normas, Perfecto en Su carácter e Implacable en Sus juicios, no podría dejarnos entrar al cielo ni siquiera con esas faltas que a nuestros ojos pudieran parecer pequeñas, y, si nos deja entrar (como realmente lo hará) será sólo por Su gracia y por Su misericordia, sin mérito de nuestra parte.

3. Es Dios mismo el que nos proporciona la gracia habilitante (la influencia, la sabiduría y el poder espiritual de su Espíritu Santo en nuestra vida) para llevar a cabo estas buenas obras que Él preparó de antemano para que anduviésemos en ellas, de tal forma que la gloria sea sólo para Él.

Todo esto sigue siendo válido aún cuando hagamos estas buenas obras, y aún cuando Dios las requiera de manera absolutamente necesaria como una condición para salvarnos al final.

Finalmente, hay que destacar que la vida cristiana, que debe abundar en estos buenos frutos de justicia, no consiste en meramente repasar cada día esta lista de obras y verificar que las estemos haciendo fielmente en nuestra vida, sino en tener los ojos puestos en Jesús, para que al ver Su amor por nosotros, lo amemos cada vez más; al ver Su carácter, deseemos ser como Él; al ver Su modo de conducirse, eso nos inspire y le imitemos en todo; al ver Su poder y nuestra debilidad, le roguemos cada día que nos dé la gracia y la sabiduría para oírlo y para seguirlo; y al ver el privilegio que es servirle, tomemos cada día nuestra propia cruz y le sigamos, a fin de que Él tenga la preeminencia en todas las cosas. Esta es una vida Cristocéntrica, que sólo se logra por medio de una relación personal con Jesucristo, y no sólo por guardar reglas, hacer obras u observar rituales, ni por intermediarios humanos, sino según nos enseña la unción del Espíritu que recibimos de Dios, que es la Gemuth (convicciónn innata e interna de la luz y la verdad, que está de acuerdo con Cristo y con Su Ley Eterna). 1ª Juan 2:29.

Por lo tanto es posible hacer buenas obras, pero sin tener esta comunión íntima con Jesús, lo cual no nos llevará al cielo tampoco; pero al mismo tiempo, alguien que no está ocupado en hacer estas buenas obras, y/o que más bien se ocupa en malas obras, sólo demuestra que no tiene relación alguna con Jesús y que está completamente perdido.

“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” –Jesús (Juan 15:4-5).

“…y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;…” (Colosenses 1:9-18). Amén.
Por Josué Moreno

jueves, 13 de junio de 2013

Atención


 
“Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:10)

Habla porque tu siervo oye

Aquel que ha decidido seguir las enseñanzas de la Palabra de Dios debe estar atento a lo que dictan dichas instrucciones, no se trata sólo de profesar de labios ser un creyente de Dios y no hacer nada de lo que Él manda (Religiosidad). El cristianismo en sencillas palabras es seguir a Cristo, practicar sus enseñanzas, escuchar sus Sabias Palabras y ponerlas por obra en la vida diaria; es un camino de constante lucha, en el cual, tenemos (gracias a Dios) una guía para saber  cómo dirigirnos en este tiempo de maldad, todo lo que Jesús vino a enseñarnos es esa guía que nos ayuda a seguir adelante, por ende, cualquiera que no practique Sus Sencillas Enseñanzas no tendrá esa guía necesaria para avanzar en este camino.

Oídos para oír

“Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.” (Marcos 4:9)

Los que tardan en oír no pueden servir a su Señor; si las personas no escuchan no pueden atender aquello que se les ha pedido. Por ejemplo, es muy difícil atender a dos personas al mismo tiempo, no es tan fácil estar atentos a los que nos dicen dos personas a la vez, muchas veces tratamos de poner atención sólo a lo que nos dice una de las personas, pero a la otra no le ponemos cuidado, “escuchamos el sonido de su voz pero no oímos con atención sus palabras”.  Otro ejemplo es cuando éramos niños y mamá o papá nos daban alguna orden y por estar jugando o distraídos en algo que creíamos era más importante no pusimos atención, después venían nuestros padres y se daban cuenta de que no acatamos sus órdenes, una vez más escuchamos la voz pero no pusimos atención.

Las personas se hacen tardas para oír cuando comienzan a creer que la desobediencia no es mala. Muchos en este tiempo y en la “cultura actual” (desligada a Dios), se hacen a la ideología de que no tenemos por qué obedecer a la autoridad, que es posible vivir sin acatar las reglas; y en efecto, es posible vivir así, pero las consecuencias de no acatar las leyes y normas conducen a una vida de constante inconformidad y disgusto por lo que sucede a nuestro alrededor, una vida intelectual de constante crítica pero falta de acciones que aporten a una estabilidad personal. Es decir, hablar mucho pero no hacer nada por mejorar.

En la vida cristiana (ligada a Dios) es muy parecido, cuando aquella persona ha creído en Dios y decide seguirle, ha hecho un compromiso con su Señor; obedecer a sus mandatos y hacerse al Señorío de Dios  implica apegarse a Su voluntad en cada aspecto de la vida. Sí esa persona con el paso del tiempo comienza a ignorar la Palabra de Dios, o sea, no acata los mandatos de su Señor y hace lo contrario a Su voluntad, entonces se está convirtiendo en tarda para oír. Dios estableció sus mandatos por medio de Sus Palabras, esos mandatos son la guía que nos llevará por buen camino, nuestro Padre Celestial sabe lo que nos hace daño y nos ha dado las herramientas necesarias para librarnos de eso que nos hace mal; Por ejemplo: el adulterio, mata el alma del hombre (Ver Proverbios 6:32), pero Dios nos ha dado un mandato para librar nuestra alma de ese mal. Sí el Señor le dice a una persona “mirar a una mujer para codiciarla es adulterio (Mateo 5:27,28) y que ningún adúltero heredará Su Reino (1 Corintios 6:9)  y aun así, esta persona codicia con los ojos a una mujer que pasa por la calle vestida indecentemente, entonces es un indicio que no cree que lo que le está diciendo su Señor, no cree que sea tan malo adulterar, aunque Su Señor diga que ningún adultero entrara en Su Reino; sólo un poco y no va a pasar nada dice en sus pensamientos esa persona; con el paso del tiempo deja de permanecer en la Palabra y Enseñanzas de su Señor, ya no cree en lo que Él dice (creer es obedecerle), no quiere acatar Su Voluntad y desecha la verdad, dejó de ser libre. (Juan 8:31)

Dos comparativos bíblicos

1 El que oye y el que no oye

El que es atento oye, el que no es atento no oye, es así de sencillo. El que es atento por su voluntad decide escuchar lo que dice Su Señor y de igual manera el que ha decidido no oír, por su propia voluntad ha desechado el escuchar los mandatos de Dios.

Acerca del que oye dice en Mateo 7:24 lo siguiente: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca”. Es importante resaltar la parte en la que el Señor dice “me oye estas palabras, y las hace” es decir que, no se trata sólo de escuchar los mandatos de Dios y retenerlos en nuestras mentes acumulando conocimiento, es más bien poner en práctica las instrucciones que Él nos da por medio de sus Sabia Palabras, de esta manera el hombre es tomado por prudente, y es así como se mantiene firme en su caminar, pues su base es la roca. En contraste para el que no quiere poner atención dice: “Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena” (Mateo 7:26) Es muy clara la Palabra, y aquella persona que decida no poner por obra lo que le ha mandado su Señor, será contada como insensata, fatua o falta de entendimiento, porque ha escogido tener como base la arena, que al contrario de la roca no da la estabilidad necesaria para mantenerse firme en este camino. “Mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal” (Proverbios 1:33)

2 El que le ama y el que no le ama

El que ama a su Señor, no dudará ni por un instante que lo que Él le dice es la Verdad, creerá siempre en Él sin poner escusas, aunque muchas veces no entienda el significado de su Voluntad, sabrá que nada que venga de su Amo le es para mal y como un niño confiará de todo corazón en Él. Dice nuestro Señor: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. (Juan 14:21) es decir, el hombre que ama a Dios es el que ha escuchado Sus mandatos y decide obedecerlos porque está convencido que de esa manera obtendrá el cuidado de su Señor. La Palabra no dice “El que tiene mis mandamientos y después de entenderlos, los guarda”, sencillamente dice que es tenerlos y guardarlos, aunque a veces no los entendamos.

Más adelante Cristo explica: y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Y De qué manera se manifiesta Dios en nuestra vida, lo vemos a diario, cuando nos da el trabajo para obtener el sustento del día, el abrigo para el frio, lo vemos también en Su cuidado cuando estamos enfermos, cuando nos ilumina para solucionar algún problema, y en todo aspecto donde se muestra Su Mano generosa.

Por el contrario el que no le ama tristemente no obedecerá lo que ha escuchado de su Señor, “El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:24), rechazar la relación de amor obediente con Dios es rendirse a la maldad, y lo más triste de esta situación es estar consciente de que la maldad es el camino que lleva a la perdición de nuestra alma y aun así rendirse a eso. “porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella”; (Mateo 7:13)

Todo aquel que es de la verdad, oye Su voz

“Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.” (Juan 18:37)

Dice la Palabra de Dios “Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7). A veces la Palabra es dura y difícil de entender, pero es ahí cuando tenemos que escuchar con mucha más atención, rindiendo nuestro corazón y mente a esa voz que nos llama y nos dice “guardad mis estatutos, y ponedlos por obra” (Levítico 20:8), si oímos esa voz no cerremos nuestro corazón para que se endurezca, atendamos más bien a esos mandatos que son la guía para avanzar en este mundo engañoso, no nos rindamos a la palabra vana y blanda del hombre, porque “Por su generosidad Dios dio a conocer al ser humano el bien de la obediencia y el mal de la desobediencia, a fin de que el ojo de su alma por propia experiencia pueda elegir juzgando lo que es mejor, y nunca descuide por pereza el mandato divino”. (Ireneo - 180 d.C.).

Dios Bendiga Sus Sabias Palabras de Vida.

  Por Pedro Santos

miércoles, 5 de junio de 2013

Casi en el cielo


Saludos en el Nombre del Señor Jesús. Estoy agradecido por el mensaje en el último canto que entonamos acerca del Señor y de Su agonía en el Getsemaní, rindiendo Su voluntad. Pienso que en la eternidad encontraremos que allí es donde estaba Su cruz, y que no se trataba de la madera y los clavos; pienso que esas cosas eran muy triviales para Él. Hoy día se pone tanto énfasis en sólo Su sufrimiento físico, que ciertamente fue horrible, pero no se toma en cuenta que Su verdadera lucha estuvo en Su voluntad, tal como nuestra verdadera lucha está en nuestra voluntad. Es por eso que debemos poner el énfasis en que nuestra salvación depende de nuestra voluntad, no “solamente” de lo que hacemos, porque nuestra voluntad determina lo que hacemos (van ligadas). O estamos dispuestos y rendidos para obedecer, o estamos dispuestos y entregados a no obedecer.

Podemos decir muchas de las mismas cosas que los demás, y sin embargo, sin esa disposición (la de rendir nuestra voluntad a Dios) se vuelve tan confuso a veces tratar de predicar a otros y hablar acerca de la obediencia (no lo entienden); pero no son las cosas externas de lo que estamos hablando, aunque sabemos que el rendirnos afectará lo externo, pero no es acerca de eso, sino de la voluntad. Y cuando nuestra voluntad está sujeta a agradar a Dios y a hacer Su voluntad, estas son evidencias de cosas que nos unen… y todo proviene de una voluntad rendida.Es por eso que podemos leer acerca de Cristo y de Su tribulación y podemos cantar acerca de ello, de cómo Él estaba en el jardín y oró en agonía sudando gotas de sangre. Allí estaba Él rindiéndose: “No se haga mi voluntad, sino la Tuya.”

Esta mañana quiero hablar básicamente sobre eso, pero quizás de una manera un poco diferente, acerca de cómo es posible que estemos haciendo muchas cosas correctas y aun así no tener nuestra voluntad rendida a Dios. Quiero leer sobre eso no sólo en cosas que hemos hecho, sino también en cosas que haremos.

Hebreos 12:1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,”

Antes hemos hablado acerca de esta gente, y este pasaje viene después de Hebreos 11, donde se habla de los héroes de la fe, y veo la imagen o figura de cómo están todos estos héroes de la fe en la eternidad, y hay una gran nube de testigos sentados en unas gradas o tribuna (para ayudar a ver la figura) alrededor de un gran coliseo, y justo en medio del campo es donde los jugadores (nosotros) estamos actualmente jugando, o trabajando, o luchando. El enfoque está en nosotros, la generación en la que vivimos está bajo el enfoque de las gradas de aquellos que ya están en la eternidad; el cielo, el infierno, los santos antes que nosotros, todos nos están observando en este mundo y observan quién está en juego, y quién está haciendo qué, y quiénes están allí. Estamos siendo observados por una multitud de personas que han ido antes que nosotros. Creo que los ángeles y los demonios también están observándonos. Es nuestra oportunidad ahora; en eso es en lo que más énfasis quiero poner.

Vayamos al versículo 12, donde dice: Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas;” aquí pensando en este escenario, estamos pensando en alguien que está en una lucha o en una batalla. Nos debilitamos y somos golpeados un poco. Y lo que nos está diciendo es: “¡Levántate!” “¡Anímate!”

V. 13: “…y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.”Aquí nos está hablando de alguien que quizás ha sido un poco golpeado y herido en la batalla. De todas formas anímate. Sigue adelante. Puede ser que no podamos hacer todo lo que quisiéramos hacer por ahora mismo, ¡pero igual sigue adelante! En Efesios dice que habiendo acabado todo, estemos firmes. Eso siempre me ha bendecido mucho. Si llegamos a tal punto en que no podamos hacer nada sino sólo permanecer firmes, ¡PERMANECE FIRME! Si llega el punto en el que ni siquiera puedas dar un paso siguiente, bueno, pues quédate firme. Si no puedes más que gatear,… pues,… gatea, pero sigue adelante. No te desanimes. No te salgas del camino, sino más bien deja que se sane aquello que Dios tenga que sanar. Cuando alguien nos ofende, cuando alguien nos es de tropiezo, cuando no somos tomados en cuenta, no vamos a dejar que nada de eso nos desanime, sino más bien que sea sanado y sigamos caminando.

V. 14: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”Santidad. Paz. Seguir la paz es parte de la fe Cristiana. Es procurar estar en paz con todos los hombres, amar a nuestros enemigos, orando por ellos y hacer el bien, bendiciendo y no maldiciendo. No sólo hacer lo que es justo, sino ir más allá de la justicia y hacer lo que el Señor requiere e hizo. “… y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”Si tomáramos tan sólo ese único versículo, con él podríamos callar a toda la multitud de “creyentes” en el creer fácil (personas que dicen creer en Dios pero no le obedecen, pues con sus acciones lo niegan y piensan que aun así, El Señor se agrada de ellos). Sin santidad NADIE verá al Señor.

V. 15: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios;…”Mirando con diligencia, no sea que alguno ya no alcance la gracia de Dios. En esto días hay maestros que dicen que es imposible caer de la gracia, pero aquí tenemos un claro mandamiento de mirar bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios o caiga de ella. Eso destruye la definición moderna de gracia, que afirma que porque estamos bajo la gracia, todo lo que hagamos queda absolutamente perdonado y que entonces no importa si seguimos en pecado. Una vez más, como dije la semana pasada, no es la gracia de Dios la que está en juego o a prueba. Es lo que haremos con ella. El amor de Dios por nosotros no está en tela de duda, pero sí está en juego nuestro amor por Él.

“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;”Nunca, nunca, nunca permitas que un poco de desánimo se convierta en amargura. Porque te llevarás a mucha gente entre los pies (contaminarás a muchos más). Por eso guárdate, es lo que nos está diciendo. Guárdate de que eso te ocurra.

V. 15-16: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.

Esaú cayó por preferir algo temporal. Tomó una decisión equivocada y vendió su primogenitura, menospreciándola, pensando poco en ella, estando dispuesto a cambiarla por algo temporal.

V. 17: Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.”

Este es quizás uno de los versículos más tristes de toda la Biblia. Después… cuando miró hacia atrás, cuando ya no era el momento de recibir la bendición, cuando ésta ya se había ido, se lamentó y tuvo remordimiento al reflexionar que había perdido la bendición para siempre. Luego procuró recuperarla con lágrimas, pero ya no pudo hacerlo. Con lágrimas procuró, pero ya no había vuelta atrás. La bendición ya no estaba allí, ya se había ido.Tenemos sólo una vida, sólo una vida para vivir. Al final de esa vida, en el Día del Juicio, recordaremos nuestras vidas y el Señor nos pondrá como en una película nuestra vida, cada detalle de ella, cada decisión, y vamos a sentarnos y a observar. Vamos a ver cada decisión que tomamos y por qué la tomamos. Vamos a ver lo que pudimos y debimos haber hecho, y no hicimos, vamos a ver dónde podríamos o pudimos haber estado, y no estuvimos. Tenemos sólo una vida para vivir.

Esaú desperdició su única oportunidad. Tomó la decisión equivocada y no hubo lugar para corregirla. Ahora tenía que enfrentar la tremenda realidad de perder lo que Dios había planeado para él. Al pensar en la eternidad, creo que no habrá nada peor que el tormento mental de lo que debimos o no debimos haber hecho a fin de evitar un desastre. Tan sólo en esta vida terrenal, todos conocemos gente que ha tomado malas decisiones, o nosotros mismos lo hemos hecho alguna vez, y yo conozco personas que tomaron una decisión que trajo un desastre absoluto sobre los demás, y he visto cómo es tan difícil para esas personasperdonarse a sí mismas por lo que hicieron, al punto de prácticamente volverse locas, porque sus mentes no pueden manejar la verdad, debido a la culpa que sienten por lo que debieron, o no debieron haber hecho. Pienso que aunque habrá un fuego en el infierno, que seguro será tremendamente horrible, uno de los peores tormentos en el infierno será la propia mente del individuo que esté allí, pensando lo que pudo haber hecho para evitar estar allí y para evitar que otros fueran allí, pero no lo hizo, y ver a cuánta gente lastimó y ahora no puede corregirlo. Pues el tiempo habrá borrado toda oportunidad de enmendar los errores del pasado.

A veces tenemos la oportunidad de corregir cosas malas que hemos hecho, y de verdad que es una gran bendición. Todos hemos hecho cosas malas en contra de otra gente, y, como ayer compartía el hermano Brian acerca de cómo algunos evangélicos llegan al punto de casi glorificar el pecado al dar testimonios impresionantes acerca de cuán perversos fueron en el pasado y ahora están limpios de eso; Pues para mí, sinceramente eso no me causa tanta impresión, en cambio,ver que alguien vuelve y enmienda el mal que ha cometido, haciendo restitución, eso sí es fuerte y es de bendición. Juan el Bautista, cuando venían a ser bautizados por él, les contestaba: “Haced frutos dignos de arrepentimiento.” ¿Dónde están las evidencias de que en verdad te duele haber hecho lo que hiciste? La gente que lastimaste aún está lastimada. Ve y arréglalo primero. Jesús dijo que si traes tu ofrenda al altar y hay alguien con quien debes reconciliarte, primero te reconcilies y luego lleves tu ofrenda al altar. “No me importa qué clase de ofrenda o regalo me traigas, es basura si no tienes un verdadero arrepentimiento,” dice el Señor. Estoy parafraseando, pero no creo haberle hecho ningún daño a las Escrituras. Así que gloria a Dios si tienes aún la oportunidad de hacer restitución. Hay gente que daría lo que fuera por tener la oportunidad de enmendar lo que ha hecho, pero ya sea porque ya salieron de este mundo, o porque sus circunstancias no se lo permiten, no pueden ya hacerlo.

“No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.”Una sola comida. Un plato de sopa roja de lentejas con un poquito de carne. Todo se redujo a sentarse y comer un plato de comida. Pensarías que para vender su primogenitura, al menos hubiera sido un verdadero manjar (que sabemos, tampoco lo vale), y he aquí vendió su primogenitura por lentejas con tantita carne y jitomate. Y al llegar el tiempo de la bendición, ésta ya se había ido. Y ya no hubo lugar para el arrepentimiento. Ya no pudo hacer nada.

Recuerdo cuando estaba recién convertido, que salí a tocar casa por casa para testificar y tuve la oportunidad de hablar con una pequeña familia, un matrimonio joven con dos hijos pequeños que de hecho vivían en los departamentos que yo rentaba, cuando aún no me deshacía de los departamentos. Sentí que debía ir y hablarles acerca de su alma. Ya antes había podido testificarles un poco, pero sentí que debía de ir otra vez, pero por desidia y por temor, lo pospuse y lo pospuse, hasta que ya no aguanté más el sentimiento de que tenía que ir, y finalmente fui a buscarlos. Al llegar, toqué a la puerta varias veces y nadie salió ni contestó, así que toqué varias veces más, cada vez más fuerte, pensando que no oían. Toqué tan fuerte que la vecina de en frente salió y me preguntó que si buscaba a esa familia. Yo le dije que sí y entonces ella me preguntó: “¿Qué no escuchó lo que pasó?” “¿Escuchar qué?” pregunté. Y me dijo: “Antenoche ellos iban en su auto, tuvieron un accidente y todos fallecieron.”Me sentí terriblemente mal. Ya no había manera de volverlos a la vida. Ya no había manera de que se pudieran salvar. Ahora no puedo hacer nada más que lamentar ese hecho tan terrible, y no fallar para la próxima.

Solo una vida. Sólo una oportunidad. Podemos jugar en esta vida, aferrándonos a algún pecado favorito secreto, a alguna clase de mundanalidad, a algún tipo de rebelión o soberbia, a algo pequeño, a un pequeño plato de lentejas que nos gusta demasiado como para poder rendirlo, y preferir quedarnos en nuestra zona de comodidad en vez de asociarnos con la cruz… O al contrario, podemos rendirnos al Señor por completo.

Pensemos en el apóstol Pablo en Hechos 26, hablando con el rey Agripa. Pablo le había estado contando su testimonio, y luego en los hechos 26:22-28, le dice al rey:

Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder:

Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.

Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.

Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura.

Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón.

¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.

Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.”

Por poco me persuades a ser cristiano.Casi cristiano. Ese va a ser uno de los clamores más tristes durante toda la eternidad: casi, casi, casi. Casi le entregué mi vida a Jesucristo. Entregué el 99% pero hubo una cosita que no quise ni pude entregar.Casi.Pero fallé.

Casi acabé la carrera.¿Pero acabaste?

Casi hice la obra que se me encomendó.¿Pero la hiciste?

Casi.¿Qué tanto funciona el casi?

Ya he contado el ejemplo del hombre que estaba siendo perseguido por un tigre. Tenía una casa en el bosque y había salido de su casa para cazar con su rifle. Cerró la puerta y guardó las llaves en su bolsillo. Aún no estaba tan lejos de su casa cuando oyó a un tigre y de pronto ve que el tigre estaba frente a él, a una buena distancia todavía. Levantó su rifle, le apuntó al tigre y jaló del gatillo, pero por alguna razón el tiro se cebó y se atascó. Sólo traía una bala en el rifle. El tigre comenzó a caminar hacia él, así que el hombre comenzó a caminar hacia atrás. El tigre empezó a caminar más rápido, así que el hombre comenzó a caminar más rápido hasta mejor voltearse y empezar a correr. El tigre empezó a correr tras él. El hombre corrió hacia su casa con todas sus fuerzas mientras oía al tigre detrás de él. Saltó al porche o entrada de su casa a tiempo, llegó a la puerta, sacó las llaves de su bolsillo y al querer introducirlas en la perilla, se le cayeron, así que… casi llegó a su casa. Casi es fracasar.

“Casi cristiano” será el clamor más miserable durante toda la eternidad.

Casi me rendí al Señor.

Casi hice lo que debía hacer.

Casi abandoné el mundo.

Casi amé a mi prójimo.

Casi amé a Dios con todo mi corazón.

Casi me negué a mí mismo.

Casi llevé mi cruz cada día.

Casi me quedé en el puesto o poste en el que Dios me dejó.

Escuché un testimonio acerca de un hombre que salía a las calles a predicar en una esquina, obsequiando folletos y tratando de hablar personalmente con la gente. Eso lo hizo durante 20 años sin ningún fruto, así que decidió que nadie lo iba a escuchar y finalmente dejó de hacerlo. Unos 10 años después, él iba pasando por esa misma esquina y vio a otro hombre predicando, así que se acercó a él y le dijo: “Sólo estás perdiendo tu tiempo, hombre. Yo hice exactamente lo mismo que tú en esta misma esquina durante 20 años y nadie me hizo caso.” El nuevo predicador preguntó: “¿En esta misma esquina? ¿Y cuándo dejaste de hacerlo?” Al recibir la respuesta de que hacía 10 años, respondió: “Pues hace 10 años yo iba pasando por aquí y vi a alguien predicando, que ahora sé que eras tú, y esa es la razón por la que ahora yo estoy aquí hoy.”

El hombre se había rendido.Casi.Ya no hubo lugar para el arrepentimiento.

Pienso en el canto “Casi persuadido,” que dice: “Casi persuadido, la cosecha ya ha pasado y yo estaba casi persuadido, pero el casi no puede funcionar, pues el casi es fracasar. Amargo clamor: casi, pero perdido.”

Las decisiones que tomamos tienen consecuencias. Y segamos lo que sembramos. Sí, segamos lo que sembramos. ~


Por David Keeling, transcrito por Josué Moreno